Razones para no morir

Capítulo 9. Conservatorio... De conservas.

Soleil

Extiendo mi mano hasta la caja del cereal y lo traigo hasta el tazón verde pastel de cerámica.

Luego coloco la leche líquida y abro un cajón en busca de una cucharilla.

—Oh ¡cuidado gente! —Scarlett pasa al frente de mí y rápidamente me echo hacia atrás para dejarla pasar.

Agarro mi tazón y me detengo cuando Lowell se detiene también para que Lucian pase corriendo con una lata de energizante en la mano.

—¿Mañana agitada? —me pregunta Lowell con una sonrisa.

—Al parecer —respondo en voz baja aún así sé que me escuchó cuando lo veo asentir.

La cocina es un desastre. Estamos todos aquí y se ve más pequeña de lo que parecía.

Junto a Lowell me dirijo hasta el salón del comedor donde ya hay más gente.

—Buenos días.

—Buenos días.

—Buenos días.

Varias personas nos saludan. Lowell choca los cinco con Andrew y Amanda quienes son los únicos que tocan el contrabajo.

Luego veo cómo se detiene a saludar a Eleonor, la chica rubia de ojazos verde esmeralda. Ella toca el chelo.

Me decido de dónde sentarme de las mil sillas que hay en esta mesa.

Al fin decido donde me siento a comer.

Los demás llegan rápido y veo entrar a Cassian. Lo saludan pero parece que está en otro mundo… como siempre.

Entra Margaret y se sienta. Todos hacemos silencio de repente.

Ella no dice nada.

—Buenos días Margaret —la saluda Aster, quien se pone de pie. Se acomoda su camisa de tirantes y puedo ver sus brazos tonificados, su tes blanca y su cabello negro y liso que casi le rozan los hombros.

Esa chica es muy linda, entiendo porque Lowell siempre la está mirando, aunque ella es su novia.

Dejo de admirar a Aster y deslizo mi mirada hasta Margaret quien no le presta atención a nadie.

—Margaret… —Eliza, compañera de Lucian de la fila de violas, intenta tener la atención de Margaret.

Pero esta no responde mientras come.

Frunzo el ceño.

¿Qué está pasando?

—¡Margaret! — Andrew gritan bien alto.

Margaret se estremecen saliendo de sus pensamientos. Levanta la cabeza y nos mira a todos.

—¿Qué pasa? —pregunta.

Nadie responde.

—¿Está usted bien? —le pregunta Loula desde el otro lado de la mesa.

—Estoy bien —Margaret le responde con una sonrisa forzada.

—Bueno… si usted piensa eso —Loulan levanta una mano y la lleva hasta sus lentes y los acomoda y luego se sienta.

—Margaret ¿Qué pasa? —Josep que está sentado a su lado le pregunta suavemente.

—No pasa nada, Josep. Está todo bien —esa sonrisa cada vez parece más forzada y falsa.

Es obvio que algo no anda bien.

Margaret corta un poco de fruta en su plato.

El cuchillo y el tenedor tintinean y es lo único que se escucha en todo el salón.

Giro la cabeza hacia los grandes ventanales que llegan casi al alto techo y respiro profundo. El clima está tenso, afuera está nublado y poca luz ilumina el lugar.

Nadie se ha movido a encender las luces de los candelabros arriba de nosotros.

Trago saliva.

Margaret choca fuertemente el tenedor y el cuchillo contra el plato y los suelta.

—Cassian, Soleil —hace una pausa, extiende su mano hasta las servilletas, agarra una y se la pasa por los labios con delicadeza —. Está tarde vamos a visitar el conversatorio. En la noche van a practicar juntos, necesitamos avanzar rápido. El tiempo es poco y el trabajo mucho.

Frunzo el ceño ante sus palabras. Quiero decir algo pero no tengo palabras.

Sin levantar la cabeza y mirar a alguien dobla la servilleta y la coloca sobre el plato.

—Los demás, quiero que hoy hagan taller. Y cuando digo los demás, me refiero a todos. Menos Cassian y Soleil. Que tengan una buena mañana —se levanta y menea la cabeza quitándose los mechones rubios de la cara, camina hasta salir por una de las puertas del salón.

El desconcierto se refleja en nuestros rostros.

Todo muere en un silencio el cual dudamos romper.

Nos miramos las caras sin saber que decir. Cómo actuar, como expresarnos.

Bajo la cabeza hasta mi tazón, el cereal quedó muy blando al punto que se va a deshacer si lo muevo con la cuchara.

Suspiro al ver que ya no está comible.

Siento unos ojos sobre mi. Levanto la cabeza lentamente y la giro un poco, me encuentro con unos ojos azules, un azul oscuro que me traspasa.

Cassian me mira como si pudiera matarme con la mirada. Hay seriedad e indiferencia en su rostro pero… puedo saber que piensa.

Me ve como una inútil, como un obstáculo, como algo que no sirve o no tiene valor. Me mira como si de verdad no me tomara esta competencia en serio.

Pero la verdad esa mirada no me provoca nada.

Bueno... me causa fastidio. No hay necesidad de mirarme con rabia y odio.

No voy a decirle nada. Ni haré nada para hacerle cambiar de opinión acerca de mi.

Además… también me mira como una amenaza.

Y eso… sabe tan bien.

Ladeo un poco la cabeza. Que sienta rabia si quiere. Yo solo quiero que esto se acabe, limpiar el nombre de mi familia y volver a Curitiba y seguir como si no pasó nada.

Ese es el nuevo plan.

Cassian aparta la mirada, se levanta de la silla y se lleva su plato y sale del salón.

Sobrevivi a la mañana y ahora falta la tarde y si lo logro solo quedará la noche.

**************

De nuevo siento un nudo en mi garganta. No sé cuánto tiempo llevo sentada en mi cama en posición de chinito. Mirando fijamente el violín sobre la colcha.

Me arden mucho los ojos.

Mis manos le hacen nudos al largo cordón de la sudadera que llevo.

Está lloviendo afuera.

Tengo… falta de voluntad.

Me encojo de hombros.

Levanto un poco la cabeza y la giro hasta mirar hacia la ventana.

Parece que fueran las 6 de la tarde mientras llueve, pero en realidad son las 10 de la mañana.
El cielo se oscureció un poco más.




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