Razones para no morir

Capitulo 12. Sofoco.

Cassian

— ¿Puedes dejar de mover el pie como si estuvieras marcando el tempo? —me detengo por un momento sin pestañear y giro la cabeza hacia Andrew.

—¿Qué? —Digo en voz alta. Andrew frunce el ceño.

— No me estás escuchando. Es obvio —suspira y eso ya me dice que está cansado —. Estás muy ansioso ¿Que te pasa? por favor habla.

Me remojo los labios. Abro la boca para hablar pero la cierro. No quiero hablar.

— Te quiero ayudar. Parece tonto preguntarte que te pasa. Todos estamos ansiosos. Tenemos problemas técnicos en esta orquesta de cuerda. Algunos no se soportan y tampoco colaboran. Margaret se está recuperando aún, pero tú… tú no estás bien, Cassian. Di algo por favor —Andrew realmente se escucha preocupado. Vuelvo a mirar el mapa en la pared de nuevo.

Suspiro. Debería hablar. Es lo mínimo que puedo hacer ahora.

Ya se me fue hecha esa pregunta. Cuando me voy a dormir y cierro los ojos dentro de mí una voz que muy bien conozco me pregunta: ¿Que deja tu espíritu inquieto?

Aún no he sabido responder.

¿Cuándo fue la última vez que escuché audiblemente la voz del espíritu santo y saber que era él sin dudar?

Cuándo me quedo solo escucho los latidos de mi corazón, golpeando mi pecho con rapidez. Las sonrisas y las expectativas me oprimen en la calle. Un futuro que no conozco. Un año inusual.

Estoy frustrado desde el primer día. Estoy frustrado desde que me levanto. Al principio podía ignorarlo pero ahora no. Cada día la presión en mi pecho es mayor. No disminuye sino que aumenta con una velocidad aterradora he indescriptible.

Quiero contarle a Dios. Pero no quiero. Ahora no puedo. Yo puedo encargarme de esto.

— ¡Cassian! —me sobre salto en la silla giratoria y vuelvo a miro a Andrew.

— Faltan 8 meses para la competencia. 8 meses para alcanzar la excelencia. No he podido ensayar el repertorio que debo tocar con Soleil porque Margaret quiere que comencemos a practicar juntos. Soleil no ha podido avanzar que yo sepa. Soleil no está a la altura. Tengo que depender de Soleil. Detesto depender de las personas, esto puede salir horrible. Etc —y mil cosas más que no voy a decir en voz alta.

Tengo miles de mensajes de mi madre que no sé si iré a responder. Mi hermano mayor insiste en que vaya al cumpleaños de nuestra madre. Tengo un mensaje también de Alessandro que es mi segundo hermano mayor. Y un mensaje de alias “fósforo” que no voy a responder. Ese mensaje me revolvió el estómago y lo heló a la vez, tanto así que dolió feo.

No he ido mucho a la iglesia últimamente. Hablé con Junior (el líder de jóvenes). No he participado en las actividades como antes.

Tengo miedo de sofocarme de tanta cosa.

—No confías en Soleil.

—No confío en Soleil —confirmo —. Porque realmente ella no podrá.

Lo que no digo es que hay algo más a lo que le temo. Y es la misma Soleil. Digo que ella no podrá pero…

Son pocos los que saben quién es ella. Lo que pasa es que cuando Soleil cae tan bajo… ella queda fuera de sí. Algo despierta. Comienza a tocar de una forma distinta. Pero su pasión se nota.

O bueno… Así era cuando éramos unos niños. Desde el principio se notaba su amor hacia la música pero cuando no rendía su nivel parecía que se deprimía. O… tal vez no. ¡Agh! Era confuso ¿Cómo rayos iba a saber que estaba pasando con ella? Ella literalmente quedaba fuera de sí. Pasaba mucho tiempo practicando hasta que le sangraban los dedos. Su rostro se volvía inexpresivo en cuanto practicaba. Y de la nada pasaba algo que me volaba la cabeza.

¿Cómo era posible?

Soleil conseguía subir de nivel de una manera loca. Increíble. Impresionante. Admirable. Hermosa. Inexplicable. No le hallaba una respuesta. Pero el día que se presentaba tocaba de forma inefable.

Yo quería eso. Quería sentir lo que ella sentía. Pero… ¿Qué era eso? Eso que la hacía tocar así.

— Creo que deberías hablar con Margaret sobre esto —dice Andrew sin mirarme. Tiene la mirada clavada en la nada. Está dando vueltas en la silla de ruedas donde está sentado.

— ¿Sabes si está mejor? No he podido verla. Eleonor no me deja —le pregunto.

— Igual que tú vivo desinformado, tienes que hablar con Margaret de todos modos. Tienen muchos asuntos que tocar — Andrew para de dar vueltas en la silla y me mira fijamente —. Cassian, tienes que hacerle preguntas a Margaret. Sigo investigando qué chanfles está pasando. Necesitamos más detalles. Pregúntale por qué está así de estresada. Dentro de mí hay algo que dice que no es solo cosa de los repertorios.

Está correcto en una cosa: El estrés de esta presentación no pudo dejarla así de mal. Hay algo más. Una razón más.

— Voy a ir. ¿Pero qué clase de preguntas hago?

— Primero persuade. Luego haces preguntas normales de cómo está, cómo se siente y ve acercándote al tema poco a poco y te preguntas en voz alta qué rayos está pasando. Que no es normal y ¡ahí! Ella suelta —Andrew termina de hablar y da una vuelta con la silla.

¿Qué tan difícil sería sacarle respuestas a Margaret?

Dudo que sea difícil. Vamos a hacerlo.

— Voy después del almuerzo —le digo.

— Me parece perfecto — se levanta y sonríe —. Vamos a tener respuestas.

Le sonrío de vuelta.

Y bueno… no le dije a Andrew que soy pésimo para disimular.

Ya me las arreglaré.

******

Respiro profundo y coloco un pie en un escalón y luego en el otro. Puedo con esto. Subo las escaleras hasta llegar arriba.

Yo puedo.

Dirijo mis pasos hasta la habitación de nuestra querida directora que descansa lejos de nosotros.

Me detengo al frente de su puerta cuando está misma se abre.

— ¿Qué haces ahí? —Eleanor sale del cuarto de Margaret y se queda parada al frente de mi.

— Tengo que hablar con ella.

— No puedes hablar con ella, Cassian —frunce el ceño y cruza los brazos.




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