Razones peligrosas | Libro 3

SACRIFICIO

Era domingo por la noche.

Ella había llegado a casa por pura fuerza de voluntad, sin embargo, nadie podría ayudarla, quizás la policía, pero no esperaría a que llegaran a tiempo.

― Ellos están cerca, me encontrarán de nuevo ―murmuró desesperada.

Ingresó al auto de su padre, sacó las copias escondidas en el dosificador de aire y pisó a fondo el acelerador. Dos faros se encendían en su dirección.

― ¡Déjenme en paz!

Salió a la autopista sin siquiera mirar atrás.

Era una chica en sus veintes, morocha y pelirrojos rizos desgreñados de tanto manosearlos con su mano, lo hacía para entretenerse y no lastimarse a sí misma con las uñas rotas.

―No me tocarán de nuevo ―Casi gritó sus palabras.

Había escapado de un infierno hacía una hora y su padre no llegaba a casa, le había cortado la llamada cuando logró dar con él, su padre pensaba que se había ido de juerga por dos semanas.

― ¡Papá contesta! ―Le gritaba al teléfono que la derivó a la casilla de voz ―Papá, te lo juro, ayúdame, ellos vienen por mí. ―Ubicó la comisaría y giró de lleno cuando un motociclista le saludó con una sonrisa lasciva.

―¡Vas a regresar corazón, te extraño!

Con un grito de pánico, ella cortó el tráfico con el auto, en dirección a su salvación pisando a fondo el acelerador.

―Gracias, de todas maneras, vamos a necesitar que atestigüe y reconozca a los sujetos cuando los capturemos, el operativo será llevado a cabo esta misma noche ―explicaba el oficial a la amable señora, ella asintió con la cabeza al policía mientras subía a su auto.

―Enviarán seguridad a mi vecindario ¿Verdad?

―Por supuesto señora Lara, mis dos compañeros irán con usted ―la respuesta calmó a la señora Lara.

―Jamás pensé que ocurriría en un lugar tan tranquilo ―murmuraba, cuando fue iluminada por un par de faros; el policía solo pudo atinar a saltar hacia un lado, cuando el auto de la morocha se estrelló con el de la señora Lara.

La explosión fue inminente.

―¡Traigan los extintores y llamen a los bomberos!

El patrullero que había ido tras la morocha se lamentaba por lo sucedido.

―Ella salió corriendo cuando tratamos de acercarnos, tomó ese auto y no respondía a nuestros llamados explicaba el oficial bajando del volante.

El capitán salió de la jefatura al escuchar la conmoción― ¿Era la testigo?

―Sí señor.

―Llamen a Bastien. ―El caso se había arruinado.

 

 




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