Razones peligrosas | Libro 3

6

Desperté atada a una camilla de parto.

Mis piernas estaban sujetas a cada brazo de la base y mis muñecas a la cabecera; sudor frío me recorrió la frente al reconocer el lugar, parecía estar en el campus de obstetricia de la universidad.

―¿Ya despertaste? ―El maldito profesor Balconcillo estaba observando un video en un pequeño monitor, en donde él manoseaba las partes de una chica atada de la misma forma que yo, y la estaba obligado a llegar a un orgasmo.

El miedo me comenzó a envolver.

― Siempre pensé que estarías rodeada de hombres que jamás me dejarían la posibilidad de tenerte ―confesó ansioso.

―Son mis escoltas y no tardarán en llegar aquí ―exclamé aireada.

Su bufido me provocó escalofríos.

― Ya conoce a Merri Bastien ―dije amenazante, era mi último intento, al parecer medio mundo criminal le tenía pavor.

―Por favor, vi cómo le cortabas el corazón ignorando sus súplicas. ―Mierda, no podía haber sido más estúpida―. Y por la forma que escapabas, supongo que nadie va a reparar en ti hasta mucho después; no te preocupes, voy a devolverte y con algo de suerte, no recordarás nada, mi nuevo suero ha sido perfeccionado ―exclamó maravillado.

Por algún motivo se me vino a la mente la nueva actitud de Alison.

―Tuve a tu amiga tres veces y parece no recordar la segunda, contigo probaré hasta hartarme, te tendré todo el fin de semana ―anunció con malicia, su odiosa risita me aterró más.

Hoy era viernes trece, para variar.

―¿Sabes por qué le digo psicópata a Bags? ―Debía entretenerlo y rogar que mi padre tuviera un poco de cerebro. Que alguien me encontrara.

¡Bruno!

―Eso me pareció muy curioso ―corroboró el profesor, había comenzado a sacarse la correa, si salía de esta, juro que…

¿Y si me ocurre lo mismo que Alison?

Cálmate Margot, solo debes entretenerlo y preocúpalo un poco.

―Él me controla al milímetro y no es conocido por ser amable con los que se cruzan en su camino. No creas en su fachada de tío arruinado, ese es nuestro juego de rol ―dije con seriedad.

El profesor enrolló su correa y la colocó con mucho cuidado sobre una mesa.

―Si ya no estás en su camino niña, vi como tus hombres lo cogían en grupo ―descartó mi amenaza sin problemas―. Verás que nos vamos a divertir bien ―gruñó con un poco de esfuerzo.

Llegó el turno de sus zapatos.

Bags, maldito infeliz, si no llegas a tiempo, iré por ti.

―Supongo que no sabe que mis zapatillas tienen transmisores y mi pulsera un GPS incorporado, cortesía del gobierno ―balbuceé tratando de ocultar mi desesperación.

En realidad, me usaban como conejo de indias y comprobar la efectividad del cachivache; el tipo pareció pensarlo un poco.

―Por eso me pasó corriente al cortar ese pedazo de alambre. ―Sonrió groseramente―. Y si no lo notaste, llevas puestas las zapatillas de mi hija.

Adiós plan de asustarlo y rescate de película.

―No te recomiendo ponerme un solo dedo encima, Bags…

―Bags no hará nada corazón, ya se lo dejaste bien en claro y tus escoltas duermen en el estacionamiento del terminal.

Sabía que Connor no me perdería el rastro con tanta facilidad y Maiky, bueno, nada se le escapa a ese sujeto.

―¿Y qué hay de tu hija? ―Eso evitó que se quitara los calzoncillos, mi corazón estaba a punto de estallar por el pánico.

―Ella no está, su libertinaje la mató y me dio a entender que las mujeres solo nacieron para el placer del hombre, por eso estamos aquí ―dijo no muy feliz.

Ignoré el dolor de las muñecas mientras trataba de sacarlas de las ataduras de las soguillas, hubiera preferido las esposas.

― ¿Sabías que esos que vinieron hoy son también clientes míos? ―Me lanzó su asqueroso taparrabo encima y lo aparté de mí como pude―. Chica mala, no pude evitar escuchar un cuchicheo de que eras virgen―. Mina bocazas, te meteré la taser por donde no te entre el sol―. Ganaré muy bien si te mantengo así.

Con la respiración acelerada, empecé a forcejear con fuerza, mientras el monstruo preparaba la cámara sobre un trípode.

― ¿Prefieres luz tenue o abundante?

―¡Te meteré los focos por el culo, infeliz! ―le grité.

Eso le arrancó una risotada y se giró hacia mí.

Mis tobillos y muñecas ardían por la laceración de las soguillas, juro que estaba consiguiendo liberar mi pie, no puedo soportar ver a ese tipo desnudo, ni siquiera había visto un porno en mi vida.

¿Y tenía que ver a este adefesio? ¿Dónde estaba Bags, mi padre o el maldito ejército?

Un ladrido de perro se escuchó a lo lejos y no lo pensé dos veces.

― ¡Bags ayúdame!

El profesor Balconcillo pareció disfrutarlo.

― ¡Auxilio!

Mis gritos resonaban alrededor y la luz de la cámara se enfocó en mis ojos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.