Razones peligrosas | Libro 3

9

Estaba en casa de Mina y Alison.

La primera estaba actuando un poco extraño―. Bueno, como les decía, mi gran proyecto obtuvo resultados inesperados ―anunció Mina solemne―. No será un nuevo profesor, será una ‘ella’ ―exclamó cargada de energía.

Alison y yo la miramos boquiabiertas.

―¿En eso anduviste toda la semana? ―Alison quería golpearla.

―Vamos, es algo que necesitábamos saber ―Me miró altiva―. A no ser que ya lo supieras Magui ―me acusó.

Negué con la cabeza, tenía otros problemas que sí requerían de atención, eso me recordaba que necesitaría el laboratorio de Bags toda la semana.

¿Soportaré a Bruno o a mi madre parloteando sobre la virtud?

―Me es indiferente ―replicó Alison―. Si sigues haciendo esas estupideces no me quedaré a terminar la carrera ―gruñó.

―Ali solo relájate, Mina tiene salvación. ―O quizás no, asumí al notar su terca expresión en el rostro. Esperaba con el corazón que se le pasara la locura que se estuviera gestando en esa cabecita suya.

―Vamos chicas, ella se llama Sophia, desconozco el apellido, jamás lo han mencionado y tiene nuestra edad. ―Lo último de su comentario me golpeó el ego.

―¿Qué dices? ―Gimoteamos Alison y yo.

―Sip, incluso tiene un doctorado y escribe artículos para…

―No me bajes la moral, gracias. ―Alison la interrumpió para mi alivio.

―Ahora chicas, me van a responder sobre esos dos arrumacadores que tienen ―exclamó Mina pasando a su siguiente interrogatorio.

Bien, aún no les decía sobre lo de Bags, pero supongo que nos había visto. Él me había traído para empezar. Y quizás me lo comí a besos en la entrada.

Alison sacó su as de la manga―. Sabrías algo si anduvieras por aquí.

―Mina, no andas espiando a nadie ¿Verdad? ―Pregunté sudando frío, con lo especial del genio de mi padre, podría terminar presa.

―Nada, solo me comporto como la chica buena que soy. ―Sonrió excitada.

Decidí darle algunas advertencias sobre el humor actual de mis padres, y Bruno.

―Pueden llamarme doctora Sophie, no doy incentivos y no esperen conocerme fuera de esta aula o del laboratorio ―anunció en tono neutro y directo.

Los excitados universitarios y futuros colegas parecieron suspirar de tristeza.

― No se metan en problemas y no falten a clase, resto cinco puntos ―continuó. Su presentación me aterró un poco―. Enviarán a mi correo electrónico las asignaciones; se cumplirá una fecha y hora de entrega, no habrá excepciones y no se les ocurra copiar ninguna fuente sin agregarlas a las bibliografías o desearán la muerte civil.

Su sonrisa sardónica y sin humor, me recordaba a cierto detective psicópata, pero ella se veía más linda. De ojos amatistas, cabellos azabaches y piel como la porcelana.

―¿No se parece a tu sexi novio no oficial, Magui? ―Codeé a Mina esperando que no nos notara la profesora con mirada de víbora―. Esos ojos amatistas ocultos tras unas monturas al aire y ese cabello, solo le falta el penacho blanco y sería la versión femenina de Bags ―siguió cotorreando.

Creo que nos mira ahora, gracias Mina.

Su mirada era fría como el hielo―. Tomaré una prueba real para saber si están preparados para el campo profesional, los que no se sientan capacitados, ya conocen la puerta.

Su voz parecía al de un ángel de la muerte.

Kevin ingresó vestido de bombero con la chaqueta colgada al hombro, lucía algo cansado y no notó a la doctora hasta que se sentó al lado de Mina.

― Disculpe, tuve una emergencia, profesora ―dedicó una sonrisa angustiada. Era la primera vez que veía a Kevin en esa postura.

 

La doctora Sophie se acomodó las gafas―. Está bien ―dijo sin más. Eso nos dejó un poco aturdidos―. Me imagino que saben que un bombero en este país trabaja sin sueldo y arriesga su integridad por salvar vidas que muchas veces padecen de adicción al peligro ―aclaró, su intensa mirada se estaba convirtiendo en un asunto muy espeluznante, como una cobra a punto de atacar―. Y agradeceré que me avise por mensaje de texto cada vez que ocurra un altercado, o lo consideraré falta ―dijo finalmente, y parecía razonable.

Luego de que apuntara sus datos de teléfono, correo electrónico y solo su nombre, en la pizarra acrílica, repartió hojas de evaluación en los primeros lugares de cada columna.

― Vamos, repartan las hojas, quiero conocerlos.

Sobrevivir al examen no fue lo malo, lo que sí, fue que la doctora Sophie ocupara un lugar a mi lado, estuvo contemplándome todo el rato y no tuve el valor de girarme y mirarla a los ojos para preguntarle qué se le ofrecía.

‿Ͽ⁀

Esta noche tendría una cita con Bags y el idiota vendría a recogerme―. No sé en qué pensaba cuando acepté ―murmuré terminando de arreglarme el cabello por enésima vez.

―Si estás arrepentida de salir con ese mal hombre, te apoyo hija ―dijo mamá, estaba apoyada en el marco de la puerta de mi cuarto―. ¿A dónde ibas?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.