—Hazlo, deja de dudar y hazlo —le susurraron varias voces a la vez.
—¡Cállense! —gruñó el hombre, cubriéndose los oídos con desespero—. ¡Déjenme en paz!
—¡Mutílate, mutílate! —las voces se hicieron más potentes en su cabeza—. Sangre, sangre, queremos sangre.
—No, por favor, no me obliguen —lágrimas de angustia corrieron por sus mejillas.
—Tú o ellos, decide ahora.
Un escalofrío bajó por su espinazo, la jaqueca se intensificó; sus pupilas se encogieron del miedo, y sintió la boca completamente seca. El hombre subió la mirada hacia el espejo del lavabo, y observó cómo su reflejo se mofaba de él, para luego cortarse el cuello y salpicar el cristal con sangre.
—¡Lárguense de una maldita vez! —rugió, dándole un fuerte puñetazo al espejo.
—Tú o ellos —las voces retumbaron con más fuerza.
—Lo haré, lo haré —masculló, cabizbajo—. Serán ellos.
—Buen chico, tus herramientas están en el piso de abajo; no nos decepciones.
El psicópata observó las cicatrices en sus brazos, e inmediatamente recordó las consecuencias de desobedecer. Bajó las escaleras con rapidez y entró al depósito de la casa. En su interior había cientos de herramientas para todos los usos; entre ellas, las tijeras que utilizó para cortarle el cuello a un tal Christian, para luego embalsamarlo y colgar su cabeza en aquel cuarto, junto a las de sus compañeras de fechorías, quienes también murieron a manos de aquel sujeto, siendo desmembradas vivas por Rin, la motosierra que yacía apagada en el medio de la habitación.
—Eras una maldita en vida —el hombre soltó una sonora carcajada, y observó la cabeza que colgaba del techo.
Se trataba de una chica muy atractiva que había intentado acabar con él y su prometida unos meses antes. Sus ojos cafés permanecían abiertos con incredulidad, la boca estaba torcida en una mueca de horror, y aún tenía sangre seca y algunos dientes rotos en el interior. El cabello pelirrojo de aquella chica estaba despeinado y le faltaban mechones, que habían sido arrancados durante el forcejeo. El cuello tenía un corte irregular por donde se podía distinguir algo de hueso; además, su piel lucía muy blanca y estaba llena de enormes hematomas. En cuanto a su nombre, empezaba por la letra Y, pero él ni siquiera se había molestado en memorizarlo. Nombre de zorra al fin.
—¿Quién lo diría, guapa? —negó con la cabeza—. Si hubieras continuado tu camino seguirías con vida —se giró para observar el otro cráneo que colgaba—. ¿No lo crees, Christian? —tomó un rastrillo y comenzó a golpearlo con frenesí.
Era un sujeto de piel negra, facciones rústicas y un ridículo peinado moderno, donde acostumbraban rapar a los lados y dejar la parte superior, que se había teñido parcialmente de amarillo, completamente intacta. Una de sus orejas había sido cortada por la tijera, dejando un muñón sanguinolento en su lugar. Los ojos fueron extraídos mientras aún vivía, y su boca, despojada de lengua, había sido suturada con brusquedad. Al fondo colgaba el cráneo de su otra compañera, no obstante, de este solo quedaba un amasijo de piel y huesos astillados, aunado a un cartel en su frente que rezaba: "Envidiosa hija de puta".
Generalmente las voces escogían a las víctimas, y él se limitaba a seguir instrucciones, pero esta vez lo habían recompensado permitiendo que se divirtiera con ellos, y los hiciera pagar por todas las cosas que osaron hacer en vida. Incluyendo un intento de asesinato contra él y su chica. Eso era imperdonable, absolutamente...
—Utiliza el hacha, será perfecta para hoy —dijo una voz, sacándolo de sus pensamientos—. Recuerda deshacerte de la evidencia.
El hombre asintió, tomó el arma y salió a la calle para cumplir su misión; de lo contrario, tendría que derramar su propia sangre...
Despierto desorientado, en el centro de una construcción abandonada; a mi alrededor hay montones de cadáveres, y junto a mi cabeza yace un hacha cubierta de sangre. Mi cuerpo da un respingo involuntario, e inmediatamente siento un nudo en la garganta. ¿Qué demonios ocurrió aquí?
Hay cadáveres de hombres y mujeres por todo el suelo, a algunos les faltan extremidades, y otros parecen tener bastante tiempo en este lugar. Cientos de pentagramas y manchas de sangre cubren gran parte del lugar, que en su tiempo estaba pintado de un blanco inmaculado. Las ventanas tenían los vidrios rotos, y la puerta parecía haber sido arrancada de cuajo; aunado a que parte del techo ya se había venido abajo.
De repente, noto que una silueta apenas visible pasa por la ventana, y se pierde de vista. Me levanto con dificultad, y un fuerte escalofrío baja por mi columna. ¿Será el causante de todo esto? En seguida, me doy cuenta de que es la opción más probable, y siento cómo el miedo se apodera de mí. Tan rápido como puedo, echo a correr hacia la salida más cercana, sin embargo, tropiezo con un cadáver, y caigo de bruces. Mientras aún estoy luchando por levantarme, veo a la silueta de pie frente a la ventana, observándome con detenimiento.
#13914 en Thriller
#7865 en Misterio
#4236 en Detective
#1280 en Novela policíaca
Editado: 23.02.2018