Entré a la oficina somnoliento, como cada lunes de trabajo, me senté en mi escritorio, y estiré los brazos con flojera. Apoyé los codos en la mesa, y me quedé observando el vacío por varios minutos. Apenas había podido dormir algo la noche anterior, los vecinos hicieron una fiesta y nadie pudo hacer que se callaran hasta bien tarde en la madrugada.
Bostecé sin cubrirme la boca, e inmediatamente revisé el correo electrónico, deseando que alguien me hubiera encargado algún caso. Por desgracia, solo tenía publicidad en la bandeja de entrada.
—¡Señor Coil, lo buscan! —gritó Alissa, mi secretaria, desde el otro lado de la puerta.
—Dile que pase —respondí, abriendo una de las gavetas para sacar mi botella de Jack Daniels.
La coloqué sobre el escritorio, saqué un vaso de vidrio y lo llené hasta la mitad. Segundos después, escuché cómo la puerta se abría con un rechinido.
—¡Coil, amigo mío! —exclamó una voz ronca y rasposa.
Se trataba de un hombre alto y robusto que vestía con una gabardina negra y un sombrero de ala del mismo color. Tenía facciones cuadradas, cejas espesas y pequeños ojos negros. En seguida, reconocí de quién se trataba.
—¡Fieldy! ¡Tanto tiempo! —me levanté de la silla y estreché su mano con firmeza—. ¿Quieres un trago?
—No, gracias, apenas son las nueve de la mañana —negó con la cabeza.
—Tú te lo pierdes —me encogí de hombros y volví a sentarme—. Dime, ¿qué te trae por acá?
—¿Has visto las noticias últimamente?
—¿A qué te refieres? —levanté el vaso y me tomé la mitad del contenido.
—Mira esto —sacó un periódico doblado de su gabardina y lo colocó sobre el escritorio.
Lo desdoblé con curiosidad, y vi que en la primera plana estaba el encabezado: "La policía halla el tercer cadáver mutilado en dos semanas, se confirma que es obra de un asesino serial". Leí el artículo con rapidez, y me quedé pasmado al leer esas atrocidades. Mutilaciones, golpizas, desmembramientos, e incluso sospechas de canibalismo. Quien fuera el responsable de aquello era una persona muy agresiva y llena de ira.
—Parece que están ante un criminal muy peligroso —le devolví el periódico—. ¿Sospechan de alguien en particular?
—Estamos en blanco, las víctimas no tienen ninguna conexión visible entre sí.
—¿Raza? ¿Sexo? ¿Edad?
—Eran dos mujeres y un hombre, dos de ellos eran de piel negra y una caucásica. Estaban entre los diecinueve y veinte años. Todos decapitados.
—¿Signos de violación?
—No directamente, es cuidadoso —tragó saliva—. Utilizó un arma afilada, creemos que un cuchillo, en los genitales de sus víctimas.
—Mierda —hice una mueca de dolor al imaginar aquella mutilación.
—Aún hay más —apoyó los codos en el escritorio y me miró a los ojos—. Han encontrado partes mutiladas a lo largo y ancho del estado, principalmente a las orillas de los ríos Támesis, Wandle y Lea; sospechamos que también es obra de la misma persona.
—Supongo que me cuentas todo esto con un propósito.
—No has cambiado nada, viejo amigo —Fieldy me dedicó una amplia sonrisa—. Tú y yo sabemos que la policía no es experta en este tipo de investigaciones, en cambio, Adam Coil es uno de los detectives más eficientes de toda Inglaterra.
—¿De cuánto estamos hablando? —inquirí, terminando de beberme el contenido de mi vaso.
—Cinco mil euros al culminar el caso.
—Nada mal —serví un poco más de Whisky en mi vaso—. Necesitaré todos los datos que tienen, cuanto antes los reciba, mucho mejor.
—Sabía que no me defraudarías —el jefe de policía me estrechó la mano con firmeza y caminó hacia la puerta—. Haré que lo recibas todo en los próximos treinta minutos.
El hombre salió de la oficina con paso lento, y al cabo de unos minutos, entró Alissa. Era una chica rubia, atractiva y voluptuosa de unos treinta años, que llevaba menos de dos semanas trabajando para mí; y a pesar de ser un poco torpe, hacía un buen trabajo. Vestía con una falda negra ajustada, una camisa blanca, tacones bajos, y un par de anteojos que resaltaban sus grandes ojos de color ámbar.
—¿Ese no era el jefe de la policía? —preguntó la chica.
—Lo es, quiere que lo ayude con un caso bastante complejo —le di un trago a mi vaso—. Así que si alguien solicita que trabaje para él, ponlo en mi lista de espera.
—Sí, señor Coil —asintió—. ¿Algo más?
—Trae algo de café y otra botella de Jack Daniels, sé que voy a necesitarlo.
—No debería beber a estas horas de la mañana, le hará daño.
—Alissa, te pago para que seas mi secretaria, no para recibir consejos de salud —le indiqué que se fuera con la mano, y volví a ingresar en mi correo electrónico.
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Editado: 23.02.2018