Le di otro trago a mi vaso y sentí cómo el Whisky calentaba mi garganta. Llevaba un par de horas repasando los vídeos de las entrevistas con los familiares de las únicas víctimas que la policía logró identificar, y para mi asombro, nadie parecía lamentarlo demasiado. Basándome sus reacciones tan neutras, pude deducir que en vida habían sido personas con muchos enemigos.
Dirigí la mirada hacia el reloj de la pared, y al ver que marcaba las tres en punto, recordé que me había comprometido a dar una conferencia de prensa con la policía. «Maldita sea, llegaré tarde», pensé. De inmediato, dejé lo que estaba haciendo, vacié el contenido del vaso, tomé mi gabardina negra y salí de la oficina con paso rápido.
—¿Va a la conferencia, señor Coil? —preguntó Alissa al verme.
—Así es, si alguien llama, dile que no volveré hasta mañana —respondí, sin dejar de caminar.
—Como guste, lo estaré viendo en la televisión —alcanzó a decir antes de que me fuera.
Abrí la puerta de mi auto, un Nissan negro de cuatro puertas, me dejé caer en el asiento del conductor y lo encendí. Tenía menos de treinta minutos para llegar, así que aceleré a fondo y conduje hasta mi destino.
Suponiendo que el lugar estaría atestado de periodistas, estacioné a dos manzanas de distancia y corrí todo el trecho restante. A duras penas conseguí colarme a través de la multitud, y cuando Fieldy logró verme desde su atril, le pidió a uno de sus agentes que me escoltara hasta arriba.
—Debido a lo compleja que se ha vuelto esta investigación, hemos decidido contratar los servicios del detective privado Adam Coil, quien como muchos de ustedes sabrán, lleva más de quince años desempeñando su trabajo —le explicó al público, a la vez que me dirigía una mirada de reproche por haber llegado tarde—. Él les dará más detalles acerca del caso.
Fieldy se retiró, e hizo un ademán con las manos para que me acercara al micrófono. Ni siquiera estaba completamente posicionado, cuando empezaron a bombardearme con preguntas.
—Señor Coil, ¿cree que sea posible conseguir la verdad detrás de un caso tan complicado? —quiso saber una mujer rubia de mediana edad.
—Por supuesto que sí, no existe un caso sin respuesta, solo detectives sin pensamiento crítico —respondí, colocando las manos en el atril.
—¿Qué ha logrado descubrir acerca del asesino? ¿Hay alguna característica que nos ayude a descubrirlo? —inquirió un hombre joven de piel negra.
—Como todos saben, no tengo permitido revelar demasiados detalles acerca de una investigación en curso, solamente puedo afirmar que se trata de alguien muy agresivo y peligroso.
—Ayer en la tarde se encontró la mitad superior de un cráneo humano, ¿cree que sea otra víctima del asesino?
—No hay que precipitarse a sacar conjeturas, si bien es probable, debemos recordar que puede haber más asesinos entre nosotros.
—¿Cree que se pueda detener al culpable antes de que cometa otro asesinato? —preguntó un hombre gordo y bajito con la camisa empapada de sudor.
—Esa es nuestra prioridad, el departamento de policía está volcado en examinar la evidencia. Por mi parte, he estado recopilando toda la información posible para llegar a una respuesta.
—¿Es posible que se trate de un crimen de odio, racismo o xenofobia? —espetó una chica morena de cuerpo regordete.
—Por ahora es una posibilidad muy baja, pero no podemos descartarla del todo.
En ese momento, vi cómo Fieldy me hacía gestos para que dejara de hablar.
—Eso es todo por ahora, muchas gracias —indiqué, inclinándome hacia adelante.
Bajé de allí con paso rápido, y aunque intenté evadir a la multitud de reporteros, lograron rodearme. Afortunadamente, Fieldy envió a dos agentes para que me ayudaran a escapar y pude escabullirme hasta mi vehículo.
—Buen trabajo, Adam —dijo Fieldy, que recostaba su cuerpo robusto de mi auto—. Veo que no has perdido el toque.
—Supongo que es como andar en bici, nunca se olvida.
—Y tendremos que seguir haciéndolo, desde que el caso llegó a la prensa, los reporteros no se cansan de seguirnos —negó con la cabeza—. A veces me dan ganas de dispararle a todos esos carroñeros para que nos dejen en paz.
—No me extraña, debo admitir que el que está detrás de esto es alguien intrigante, y si deseaba llamar la atención, logró su cometido.
Dos horas después de aquella rueda de prensa, me encontraba conduciendo hacia la casa de Sharon, mi ex esposa. Era sábado, y eso significaba que al fin podía pasar un rato con Amanda, mi hija de cinco años; quien apenas me vio estacionar, se apartó de la ventana para ir corriendo hacia la puerta.
—¡Papi! ¡Viniste! —corrió hacia mí, me agaché para estar a su altura y nos abrazamos.
—¿Lista para ir al parque, princesa? —sonreí.
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Editado: 23.02.2018