Una vez que el guardia acompañó al sospechoso hacia afuera del cuarto, me levanté de mi asiento, y entonces, justo cuando me dirigía hacia la salida, pude observar un trozo de papel en la silla de Koehler. Imaginando que podría tratarse de una prueba en su contra, lo tomé y revisé su contenido con detenimiento. Al igual que las notas anteriores, esta estaba escrita con letras impresas en gran tamaño: "Se acabaron las advertencias. Te pedí por las buenas que me dejaras en paz, y ahora me aseguraré de ser yo quien te quite del medio."
—Lo tengo —murmuré, guardándome el papel en el bolsillo y saliendo de la habitación.
Avancé por la comisaría con paso rápido, evadiendo a los agentes que iban y venían por pasillo. Necesitaba hallar a Fieldy. Con esa evidencia, era probable que consiguiéramos una orden de arresto por parte del juez, y de ser así, el caso estaría resuelto. No obstante, también estaba la probabilidad de que no nos dieran nada, y si eso ocurría, perderíamos mucho más tiempo en la investigación. Tiempo que el asesino podría utilizar para desaparecer para siempre.
Rápidamente, di un último giro a la derecha y golpeé la puerta de la oficina de Fieldy, quien gritó para indicarme que podía pasar. En seguida, crucé la estancia con dos largas zancadas y dejé caer la evidencia que acababa de encontrar sobre su escritorio. Él se limitó a mirarla por unos segundos, endureció su expresión y volvió a observarme.
—¿Y bien? —inquirí.
—Es una prueba contundente —admitió—. Aunque dudo que el juez se arriesgue a dar una orden de arresto así como así.
—Tienes que estar de broma, tenemos la pieza que faltaba, lo descubrimos y...
—Un trozo de papel solo nos permitiría conseguir otro interrogatorio —suspiró Fieldy—. Llevo suficiente tiempo trabajando con este tipo de gente como para hacerme una idea de sus exigencias.
Permanecimos en silencio por varios segundos, a la espera de que alguno de los dos decidiera proponer algo más; y finalmente, mi compañero cedió.
—Intentaré conseguir una orden arresto con lo que tenemos —propuso—, pero necesito que hagas lo posible por hallar más cosas que puedan incriminarlo, o de lo contrario será casi imposible.
—Cuenta con ello —afirmé, dirigiéndome a la puerta de salida—. Tendremos que recurrir a medidas desesperadas.
Una hora después:
Llevaba rato estacionado a una calle de la casa de Koehler, a la espera de que ocurriera algo interesante; aunque mis esperanzas de lograrlo no tardaron en desvanecerse. Después de todo, si llevaba tanto tiempo sin ser descubierto, no iba a cometer una indiscreción a estas alturas. Eso solo me dejaba una opción viable: tratar de conseguir la evidencia por mí mismo.
Bajé del auto con paso firme, y justo cuando caminaba hacia la puerta principal de aquel lugar, vi cómo el sospechoso salía a través de ella con rapidez y recorría la calzada sin siquiera notar mi presencia. Era la oportunidad perfecta para atraparlo.
Una vez que se hubo perdido de vista, fui hacia la entrada de la casa y saqué mi navaja de bolsillo para forzar la cerradura. Por suerte, esto solo me tomó unos pocos segundos, y finalmente pude entrar. Era una casa pequeña y humilde, hecha de madera y con muy pocos muebles, lo que le daba un ambiente bastante acogedor.
Recorrí el lugar con la mirada en búsqueda de cualquier cosa que pareciera sospechosa, pero por desgracia, todo estaba en perfecto orden. Un comedor sencillo adornaba el centro de la estancia, y al fondo se podía apreciar la cocina. Avancé hacia ella, y entonces escuché un golpe seco. Me detuve en seguida, e intenté averiguar de qué dirección provenía, aunque fue imposible determinarlo.
Eché un vistazo rápido en la cocina sin obtener resultados, y en ese preciso instante volví a escucharlo. Sin embargo, esta vez noté que venía de debajo de mi posición. Posiblemente se tratara de un sótano, y con un poco más de suerte, este podría contener lo que buscaba.
Dediqué los siguientes minutos a encontrar alguna puerta que me llevara al origen de aquel ruido, y finalmente, cuando empezaba a creer que este había sido solo parte de mi imaginación, conseguí la puerta que conducía al sótano. Estaba hecha de madera vieja, y me dirigió hacia una escalera que rechinaba bajo mi peso de forma casi imperceptible. Nuevamente, pude escuchar aquel impacto, y sin perder tiempo, bajé los peldaños de dos en dos. No obstante, al ver la escena, quedé totalmente paralizado y sentí cómo se me formaba un nudo en el estómago.
Frente a mí se hallaba un sujeto joven, de piel morena y ojos oscuros. Sus manos y pies estaban atados con fuerza y una mordaza le cubría la boca para evitar que hiciera cualquier ruido. Esta era la prueba que necesitaba. El caso estaba resuelto.
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Editado: 23.02.2018