Desde que la lejania que separaba nuestras nuestras manos aumento, todo lo que he podido observar son las frías paredes que ahora ocultan la luz del día, aquella que con su intensidad daña mis ojos, evitando que admire la belleza que tanto con tanto anhelo, pido de regreso.
la noche se acerca, dejando tan solo a mi vista aquella luna que, meses atrás fue la única que escuchó los deseos de los deseperados, de aquellos que con tal de no enloquecer voltearon a verla y, con lágrimas rodando por sus mejillas, pidieron a por un nuevo día.