El viento aullaba a lo lejos, mientras la helada brisa acariciaba mis mejillas y yo comenzaba a abrir mis ojos, sintiendo como la poca luz se colaba dentro de mis pupilas presionándolas con fuerza y provocándome un intenso dolor de cabeza, aun así, entre mis negras pestañas lograba mirar un cielo tan gris que me hacía pensar que se acercaría una terrible tormenta.
Unos instantes después, mis manos sintieron la humedad del pasto, el cual era suave al tacto, pero a la vez estaba tan frío como el enfurecido viento y parecía estar hecho de pequeñas dagas que herían de a poco mi piel.
Con la sensación de cansancio levanté mis manos para acercarlas a mi rostro, donde noté que tenía pequeñas ramas negras pegadas a ellas; mis ojos recorrieron el lugar desde las ramas en mis manos hasta aquellos trozos de tronco y hojas que descansaban alrededor mío.
Limpié mis manos al frotarlas una con la otra y las acerqué a mi cara, cuando mis dedos tocaron la piel de mi rostro un escalofrío me recorrió, entonces sentí que me dolían los brazos, ese malestar se extendía hasta mis piernas y torso como si hubiera caído de alguno de aquellos árboles negros o, como si llevara demasiado tiempo durmiendo en una sola posición, con demasiado esfuerzo intenté levantarme con lentitud hasta erguir mi espalda.
En ese momento, observé con cierto desagrado que unas raíces negras rodeaban mis piernas al igual que mi cadera, pero éstas últimas estaban tan secas que se deshacían al contacto con los dedos. Con el peso de mi cuerpo y un terrible dolor de cabeza, intenté mover las piernas y levantarme, sin embargo, este intento tardo demasiado, mientras el viento se colaba entre mis huesos a pesar de traer puesto un grueso vestido blanco.
Cuando logré levantarme noté que del vestido y de mi cabello pendían unos suaves hilos transparentes, los cuales también colgaban de los árboles secos. El viento continuaba con su pesar, aullando sobre mí y entre aquellas aterradoras ramas que se movían con él, aquel feroz sonido me hacía temblar, pero a su vez insistía a llevarme más allá del claro en el que me encontraba.
Con cierta dificultad y calma avance para alejarme de aquel sitio, mientras me recargaba en los ásperos troncos del lugar para que mis piernas tomaba fuerza para continuar.
Al adentrarme por ese accidentado camino de tierra, rodeado de ramas rotas, sentí como el viento se alejaba de ahí y que algo más grande que yo estaba acechándome a lo lejos, parecía ser alguna criatura colosal que se presentaría en cualquier instante; por inercia miré a todas partes esperando localizar aquella mirada que me presionaba, pero ante ese ambiente tan lúgubre que desprendía aquel extraño lugar no logré visualizar nada.
Junto con un terrible sentimiento de pánico, mis pasos aumentaron su velocidad alejándome de un nuevo ruido que percataba detrás de mí, estaba segura qué las ramas quebradizas eran presionadas por un peso descomunal, mientras algunas de ellas caían sobre mi cabeza, al igual que las hojas secas que tenían aquellos viejos árboles.
Mis pasos aumentaban con urgencia, mi mente no dejaba de pensar que la criatura, que ahora me perseguía, se robaba lentamente la vida del lugar , y que, seguramente, al encontrarme me devoraría de un solo bocado.
Mis pequeños pies corrían sobre la árida tierra haciéndola crujir bajo ellos, las hojas y ramas que caían como una especie de lluvia insalubre me hacían sentir que la criatura estaba sobre mí y que en cualquier momento bajaría, con ese pensamiento de pesar mis lágrimas no paraban de salir, empapando mis rojas mejillas y cayendo desconsoladamente sobre aquella tierra gris.
En mi intento por parar de llorar cerré mis ojos, en ese instante me di cuenta qué una roca obstaculizaba mi camino y caí de bruces sobre unas ramas secas, las cuales cubrían el límite de un pequeño barranco.
Yo caía sobre aquella áspera tierra, intentando aferrarme sin lograrlo mientras mis piernas y brazos se herían al rozar con las pequeñas piedrecillas que se encontraban ahí. Mi mente daba vueltas, aunque mi cuerpo no lo hacía, éste fatigado sólo resbalaba por el brusco desnivel, mientras las mallas que cubrían mis piernas comenzaron a rasgarse y dejarme más adolorida de lo que ya estaba.
Cuando llegué al fondo del barranco, el vestido que llevaba puesto estaba igual de rasgado que las mallas, mis manos laceradas con pequeños cortes y mi cabello lleno de tierra. Al alzar la vista noté que a unos centímetros estaba dispuesta una especie de trampa, la cual era de metal, tenía un tipo de cuchillas que parecían dientes, así como un ganchillo o soporte, que la mantenía abierta; por alguna razón se encontraba en una ubicación demasiado extraña, evitando que mi cabeza se impactara en la misma.
Mi mente se debatía entre la idea de seguir corriendo o tomar ese metal para detener a la criatura que, seguramente, me estaba buscando. Aunque ya no se escuchaba cerca, yo seguía con el corazón desbocado y el temor inundando mi mente, así que me levanté temblando y continúe corriendo sin mirar atrás.
Entre la desesperación de huir no me percaté de que las ramas de los árboles cercanos al barranco se quejaban al ser aplastadas por la criatura que me perseguía. Mientras que mis pasos continuaron hasta unos troncos quebrados que cerraban el camino, con todas mis fuerzas trepé sobre ellos y me escondí detrás para tomar un respiro.
Mi cuerpo dolía y mis pulmones pedían que reposara unos instantes, recargué mi espalda en los troncos y estiré mis piernas, dejando mis manos detrás de mí para que mi espalda descansara. Entonces mis dedos tocaron algo frío y metálico, comencé a rozarle hasta que sentí su filo, volteé hacia le objeto y vi que era un cuchillo.
Editado: 02.10.2020