Realidad Relativa

Capitulo Único

Capitulo Único

 

Había momentos en los que Christopher realmente deseaba lanzarse a un precipicio. O mejor, lanzar al párroco del colegio. No porque tuviera un problema contra la iglesia anglicana en general. Sino porque el sujeto parecía no tener mayor ocupación que estar persiguiéndolo todo el día en la escuela poniendo a prueba la paciencia del joven estudiante. Aunque no era como si pudiera culparlo del todo, el sujeto era joven, un padre recién salido del seminario; el típico veinteañero soñador e idealista que quería hacer la diferencia y cumplir su deber.

-Podemos arreglarlo fácilmente.

-Nah, dejadle en paz. Ya se dará por vencido...-Dijo en tono cortante mientras caminaba  rumbo a casa, a falta de una palabra mejor. Su hogar consistía en una vieja carreta de viaje; alejada del suelo  por unas rocas sobre las que se apoyaba, la lona tenía múltiples remiendos y parches, al menos la madera parecía estar en buen estado. Christopher subió los escalones de entrada y cruzo la puerta doble amarilla. Adentro era mucho más confortable de lo que pudiera parecer solo por ver el exterior. De todas formas no había tiempo para descansar o repasar todo su hogar. Dejo sus libros amarrados con una correa sobre la mesilla y se cambio de ropa antes de ir a trabajar. El uniforme de la escuela no era incomodo, pero mantenerlo limpio era un verdadero fastidio. Se lo cambio por unos pantalones de vestir oscuros, viejos pero bien conservados; botas de cuero sin lustre, una camisa de seda roja, dejando los puños sin abotonar, se ajusto los guantes de dril, y estuvo listo para salir.

La luz del crepúsculo apenas daba paso a la oscuridad de la noche mientras caminaba por las calles ajustándose la gabardina, vieja y raída, que solía usar a modo de capa. El aire fresco comenzaba a tornarse frio mientras la niebla empezaba a hacerse camino entre los callejones, aun así, aquello no era suficiente para bajar el ánimo de la zona roja. Aquella calle del bajo Londres donde abundaban los casinos, los puestos de azar ilegales, las prostitutas y toda clase de nidos para la moral distraída.

La luna asomo tenuemente entre las nubes cuando Christopher llego a su puesto de trabajo. Una casa de aspecto rancio, sobre cuya entrada colgaban un gran letrero purpura que rezaba en estilizadas letras doradas “Madame Jenkins”. La campanilla sobre la puerta anuncio su entrada, colgó su gabardina en el elegante pero viejo perchero y se fijo en la vieja iguana roja que le observaba desde el escritorio de recepción.

-Hola Vassago-Christopher se acerco y le rasco las escamas del cuello-¿Algo interesante que quieras comentar?

El reptil de color carmesí solo respondió sacando su lengua y volviendo a acomodarse sobre la madera negra para seguir durmiendo. El joven se encogió de hombros y tomo lugar en la silla tras la mesa, seguramente su jefa estaría afuera apostando sus ganancias de la noche anterior o en el piso de arriba pasando una resaca. Como fuera, esa no sería una noche de trabajo diferente. Saco una baraja y comenzó a revolver las cartas, con una maestría no inferior a la de cualquier estafador. Frente a él Vassago la iguana roja seguía dormitando con su pata colgando perezosamente del borde de la mesa. Apenas si se inmuto cuando la campañilla de entrada volvió a sonar anunciando al primer cliente de la noche: una mujer adulta, con demasiado maquillaje para cubrir sus arrugas, buscando una forma para seducir a ese joven apuesto que vivía en su misma calle.

La noche era joven y los clientes llegaban solo por ser la tienda esotérica más barata de la calle. Jovencitas de juerga, fugadas de sus padres que querían que les leyeran la fortuna en el tarot, viejos arruinados que querían hacer regresar a sus esposas, jugadores empedernidos buscando amuletos de buena suerte o números que les dejaran muchas ganancias.

-Use esto, y su hijo dejara de tener pesadillas-Le entrego el atrapa sueños a la mujer, esta le agradeció y entrego su respectivo pago-Pero que aburrimiento...-Se dijo una vez el lugar volvió a estar vacio. Hacía ya un par de horas que Jenkins había bajado y vaciado la caja registradora para irse de fiesta, aparte de eso no había ocurrido nada interesante en toda la noche-Oye, Vassie´, ¿quieres comer algo?

La iguana roja intento golpearle con la punta de su cola, odiaba que le llamaran así. Christopher sonrió malévolamente. Un rato después el reptil devoraba un corte de carne crudo y jugoso, por su parte el humano prefería la carne un poco mas cocida. Después de comer, el reptil volvía a dormitar sobre la mesa y el muchacho leía aburrido su propia fortuna en las cartas mientras bebía una taza de café.

-Mmm, el Ermitaño y... ¿El Amante?-Bajo la carta y miro harto a la iguana-Deja eso, ¿quieres?-Estaba seguro que escucharía una réplica, pero en lugar de eso escucho una molesta risa maliciosa venir de alguna parte-Ah, eras tú.

-Es que parecías tan aburrido-Se excuso la cabeza de leopardo disecada que colgaba de la pared. Christopher solo la miro aburrido un momento, ni siquiera parpadeo cuando la cabeza cercenada comenzó a moverse de su sitio. Era como ver a un leopardo cualquiera salir de la pared, al menos hasta que veías las enormes alas emplumadas que sobresalían de su espalda. El magnífico animal se sentó a mitad de la estancia con una sonrisa pintada en sus fauces-Pensé que podría tentarte un poco...-Hablo de nuevo.



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En el texto hay: demonios, rebelion, gore

Editado: 16.11.2018

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