Un día antes
Sebastián:
Si me hubieran comentado, que sería el dueño de toda la fortuna Harrison, les hubiera dicho que están locos, que ese puesto sería de mi hermano mayor. Pero ahora lo dirijo yo. Soy el último sobreviviente de la familia Harrison, todos mis familiares están muertos.
Es una larga historia, y para que me entiendan, mejor se las debo de contar, pero es muy pronto para contárselas.
Estoy en mi departamento. Este lugar es demasiado grande para mí solo. Por eso lo comparto con Jack, el chico es moreno, su cabello es rizado le llega hasta los hombros y el color de su cabello es negro, ojos marrones, su cuerpo está bien trabajado, su pasión es ser bombero, eso dice, pero para mí solo es un pasatiempo, Jack ha tenido más de veinte empleos siempre los llama su pasión.
A cambio yo, soy distinto, mi cabello está cortado en un tupé (es un estilo de corte), el color de mi cabello es negro, el color de mis ojos es gris, antes eran azul intenso, pero fueron cambiando, mi cuerpo está bien trabajado, gracias a las horas que paso en el gimnasio, llevo un traje color gris.
Estoy en la cocina preparándome un café, mi cocina es de color plateado, con su refrigeradora grande y a la par su estufa de seis hornillas y un horno. Además tiene en las paredes sus muebles dónde se guarda los platos, y una ventana trasparente de vidrio, junto con su lavamanos de color plateado con blanco.
― ¿Qué hacés?― me exaltó y me volteó para ver a Jack, le hago una mala cara ― ¿qué? No me mires así ―entra a la cocina y se sienta.
―Estoy haciendo café, y de qué manera te estoy viendo.― me hago el loco y me siento.
―Como si quisieras matarme― se levanta y abre la nevera.
―Sí realmente quisiera matarte ya lo habría hecho y sin ensuciarme las manos. ―digo, él solo traga saliva, él lo sabe, que puedo cumplir esa promesa y lo maquiavélico que soy, tomó un sorbo de mi café.
Él ya no dice nada y así pasamos el desayuno.
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Estoy en la oficina, revisando los documentos para expandir la empresa Harrison. Mi oficina es la más principal de todas, mi escritorio es color café de madera fina. Además sus paredes de color gris con rayas negras, detrás de mi silla hay una gran vista dónde sus vidrios son trasparentes, en la esquina hay una mesita con un florero en la mesa, dónde se coloca las bebidas, y el piso es de color gris también de madera fina, y por último un gran cuadro pegado en la pared, de un gran paisaje.
Oigo el teléfono sonar, lo pasó por alto, suena otra vez, esta vez sí contestó de mala gana.
― ¡Qué!― respondo con enojo.
―Así es cómo le hablas a las personas. ―escucho la voz de Adelaida Ross.
―No.― respondo más calmado―solo que me agarraste en un mal momento― me masajeó la frente.
― Está bien, no te voy a regañar ―se escuchá un sonido, es cómo si está cocinando y ella nunca cocina. ―te llamaba para decirte que te incluí en mi testamento.
Espera mi reacción, pero no le digo nada, y espero que continúe.
―¿No vas a decir algo?―pregunta, la verdad no le tengo nada que decir, pero le pregunto.
―y ¿cómo me incluiste?―no me interesa el testamento, porqué sé lo que viene en el dichoso papel y solo son bienes y eso para qué, yo tengo más bienes que los Ross.
Se escuchan las carcajadas de Adelaida.
―Eso lo vas a averiguar el día que me muera.― sonrió, como es que esa vieja me saca una sonrisa.
―Yo creo que primero me muero yo, antes qué tú.― dejó de sonreír y ella apaga su risa, al decir estas palabras ella cambió de estado.
―Tienes razón. ― su voz suena neutral ―solo te lo quería comentar. Por si algún día te llama el licenciado y no te agarré desprevenido, ya que para eso te llamé, ya no hay que platicar, adiós.
Así cuelga la llamada y me deja con un mal presentimiento.
Toda la tarde pasé igual que todas, revisando papeles, contratos, documentos, juntas, etc.
Ya es de noche y eso me aterra.
Estoy viendo la ciudad de Londres por los vidrios.
Las noches son para mí las peores, y el motivo es que mis familiares murieron de noche, mirar la luna me recuerda lo sucedido, las llamás, la casa consumiéndose por el fuego, yo el único sobreviviente, como me intenté suicidar y otros hechos.
― ¿Qué haces? ―estaba tan concentrado, qué ni me di cuenta de que Jack está a la par mía.―Ya es de noche, ¿no crees que ya es hora de ir al departamento? Y tal vez tomarnos algo.
Solo lo miro y vuelvo a mirar la ciudad.
― ¡No!― le respondo, antes que me haga preguntas ― Y ¿qué hora es?
―Tarde.―mira su reloj― la una de la mañana ¿no crees que es mejor que vayamos a dormir? Mañana va a ser un día largo, más largo que hoy.
―Es muy temprano.― me alejo del cristal, voy directo a dónde está una botella de Borbón, y me sirvo un vaso.
Escucho el teléfono sonar y contesto sin pensarlo dos veces.
― ¡Hola!
― ¿Joven Harrison?― Habla una voz femenina, se escuchá que está alterada y llorando
―Sí.
Sollozando aún más fuerte me estoy alterando.
En mi cabeza no para de pensar en las peores cosas.
―Le… quiero…― me desespera que no terminé la oración, pero dejo que hable entre cortado ―la señora… ―sigue llorando más fuerte, ya me estoy preocupando al extremo.
―Puede dejar de llorar y decirme para qué me llamó.―la interrumpo de mala gana.
La voz femenina se calma.
―La señora Adelaida está en el hospital por un ataque en el corazón.― me quedé en shock, se escucha demasiada interferencia.
―Ya voy para Wilkos―digo estás palabras y cuelgo.
Recopiló lo que me dijo la voz femenina, ahí me doy cuenta de que no sé el estado de Adelaida ¿en qué hospital está? Y otras cosas más, pero ahora ya es muy tarde, ya colgué.
Comienzo a recoger mis cosas para irme al departamento, desde ahí arreglaré el viaje a Wilkos.
― ¿Qué pasa?― ignoro la pregunta de Jack y claro sigo ordenando los archivos. ―Sebastián ― lo volteo a ver, él parece entender mi cara de no querer hablar las cosa y solo me hace una señal con la mano despidiéndose y sale de la oficina.