𝕽| 𝒄. ₀₀₄
—𝓒.𝓑─
—Entonces... podemos ordenar pizza o preparar la lasagna que vi hace unos días...
—Cualquier cosa está bien.
Mi madre soltó un suspiro, a la vez que dejaba el teléfono sobre la isla de la cocina. Al alzar la mirada, dejé mi celular también sobre este y me crucé de brazos, a la espera de su regaño.
—¿Que sucede? —preguntó, acercándose un taburete y tomando asiento frente a mí. Sostuve mi rostro entre mis manos y bajé la mirada, evitándola por completo—. No puedo ayudarte si no me dices que sucede, Camila.
Y sin más, me dejé caer sobre la isla, soltando un largo bufido y pataleando sobre mi asiento.
—Se que es raro volver luego de tantos años, ¿acaso no extrañabas este lugar?
—Lo hago, pero se siente diferente —musité, aún con la mitad del cuerpo sobre la isla.
—Es nuestro hogar —insistió mamá, pasando una de sus manos por mis hombros y dando suaves caricias.
Luego de haber seguido en constantes mudanzas, mamá y yo decidimos volver a nuestro antigua casa, la cual terminó remodelarse hace algunas semanas; lo que implicó un nuevo cambio de escuela, por ende, nuevamente no pude conocer a alguien por quien valga la pena intentar ponerle un fin a este ciclo repetitivo.
—Te prometo que aquí estaremos mejor, ya no más mudanzas ¿está bien? —musitó en un tono lo suficientemente convincente como para lograr que alce la cabeza.
Algo dudosa, dirigí mi meñique hacia ella, y así, sellamos nuestra promesa.
—Ayudarte con esa lasagna no suena tan mal —confesé sonriente, su mirada se iluminó y rápidamente se agachó y sacó un recipiente en el cual se colocaría nuestra cena.
—Manos a la obra.
Las horas pasaron realmente rápidas, mamá y yo quemamos parte de la salsa de tomate, pero aún así, quedó deliciosa. No puedo quejarme de tener una madre así, es la mejor.
—Debo admitir que me aterraba quemar todo. No puedo creer que me dejaras cocinar todo casi sola —exclamé, tomando hasta el último trozo de carne molida que había en mi plato.
Entre juego y juego, empezaba a sentirme cansada. Juraba que al llegar a mi habitación caería rendida sobre mi cama, y eso, será muy satisfactorio: un merecido descanso.
—Algún día no estaré... tienes que aprender a cocinar o morirás de alguna enfermedad de tanto comer comida rápida —dijo mamá, alzándose de hombros y dejando su cubierto sobre la mesa. Con el entrecejo fruncido, imité su acción y me retuve de servirme otro trozo de lasagna.
Cada vez que temas así salían en una conversación, ella se ponía realmente extraña e incomoda. ¿A que se debía el cambio?
—El haber pasado un tiempo en cuarentena, me hizo notar que estás creciendo, y que tienes que aprender a valerte por ti misma. No siempre estaré ahí para cuidarte o velar por tu seguridad. Te he protegido como no tienes idea durante todo el tiempo que te tengo conmigo, ¿entiendes lo que te digo?
—Todo estará bien, Lorie, deja de decir esas cosas —Traté de aliviar el ambiente, soltando una pequeña risa nerviosa, la cual hizo que su mirada sea más intensa.
—Hablo enserio, Camila —repuso ella, tomando una manzana del frutero y jugando con esta—. Estás por cumplir dieciséis; nuevas responsabilidades empezarán a caer sobre ti. Ya no eres una niña.
Este tipo de charlas realmente me aterraba. Con el pasar de la pandemia, sentí mi vida ir de forma tan rápida como lenta. Podía jurar que ayer tenía trece años y ahora estoy a un año de sacar mi licencia de conducir, ¿no es eso extraño?
—Lo sé, mamá... y aprendo diariamente de ti —traté de animarla, tomando su mano bajo la mía y mostrándole una amplia sonrisa.
—Recuerda que estaré siempre que me necesites, ¿okay?
Acto seguido, ambas nos dirigimos a limpiar el desastre que causamos, para luego ir a ver una película a la sala de estar. A pesar de mi cansancio, pude aguantar dos horas más antes de volver a mi habitación hasta la mañana siguiente.
Tal y como pensé, al llegar a esta no me detuve hasta correr a mi cama y tirarme en ella.
Como adoraba hacerlo.
—Hey, Camila...
—Déjame dormir... —balbuceé dándome vuelta y tapándome con la almohada más cercana, un olor fuerte a canela llegó a mis narices, por lo que supuse que era mi madre—. Limpiar me agotó, y hoy no hay escuela, es lo único que pido —musité dándome la vuelta y quedándome boca abajo sobre la cama.
Juraba que acababa de cerrar los ojos, no puedo creer que mamá esté haciendo esto ahora mismo.
—¿Qué? Por supuesto que hoy sí hay escuela... El aula está completamente vacía y eres la única aquí, levántate ya.
—¿Mione?
Con bastante rapidez, me senté sobre la cosa sólida en donde me encontraba, sintiendo cómo lo que había creído fielmente que pudo ser mi almohada, cayó de golpe hacia atrás.
Esta no es mi habitación, y mucho menos esto mi cama. Recordaba perfectamente los sucesos de hace unos días, pero estaba segura de que no era más que un sueño.
¿Como es posible que esté aquí nuevamente?
Tiene que ser un sueño, intenté "volver" aquí días atrás, pero nada funcionó.
—Vámonos —insistió ella, tirando de mi brazo y sacándome a rastras del pupitre.
Mi torpeza no dudó en hacerse presente al no permitir que mi cuerpo reaccionara lo suficientemente rápido, ocasionando que me golpeara al salir.
Aquello dolió. Demasiado.
No cabía duda que esto real, pero entonces ¿cómo es que volví? Ahora tengo más dudas y realmente no entiendo cómo es que no he vuelto a saltar sobre Hermione.
No puedo creer que estoy en Hogwarts.
Por segunda vez.
—¿Que clase era? —pregunté finalmente, pasando mi mano tontamente por mi rostro y restregando mis ojos con fuerza.
Eso es, actúa normal o te descubrirán.
—Defensa Contra las Artes Oscuras. Moody salió apenas acabó la clase y no pudo verte en ese estado. Algunos fueron por la enfermera, dijeron que no te levantabas para nada; piensan que te desmayaste —me informó Hermione.