𝕽| 𝒄. ₀₀₇
—𝓒.𝓑─
Todos se levantaron tarde el 26 de diciembre. La sala común de Slytherin se encontraba más silenciosa de lo que había estado últimamente, y muchos bostezos salpicaban las desganadas conversaciones.
Draco y yo fuimos los únicos que logramos levantarnos una hora antes de que la sala común se vaya llenando poco a poco. Ambos habíamos pasado una velada increíble, y en algún punto de la noche caímos rendidos ante el agotamiento. Pasamos un buen rato junto a Blaise y Pansy desayunando en la sala común, pero había llegado el momento de pensar en los deberes que no habíamos hecho durante la primera semana de vacaciones. Una vez pasado el día de Navidad, todo el mundo se sentía desinflado. Papá y mamá escribieron, y un pequeño sentimiento me invadió junto a ello.
Querida Camila,
Esperamos que el baile de navidad haya cumplido con tus expectativas. Algunas fotos llegaron y debo admitir luciste impecable en cada momento. Recuerda que puedes escribirnos cuando sea que desees, nosotros esperaremos tu lechuza con mucha ansia.
Buen día,
te amamos.
-Papá y mamá.
PD: Encontré esta foto con tu padre, cursaba su último curso en Hogwarts, curiosamente fue sacada durante estas épocas del año. Me hizo mucha ilusión dártela.
Adjunta a la carta, la foto cayó del lado contrario en mis pies, en la cual, se encontraba escrito en la esquina superior "N&J 1972", al voltearla, me encontré con la imagen de una joven pareja. Supuse que se trataba de mis padres.
Ambos lucían bastante felices en aquella foto, y probablemente me hubiera dejado llevar por lo detalles de ésta, pero cuando noté que mi curiosidad sobrepasó los límites al notar un cierto parecido entre esas personas y yo, la dejé a un lado.
Mi verdadera madre está en casa, probablemente perdiendo la cabeza porque estoy en otro universo, jugando ser alguien quien no era yo.
Al menos aquí tengo un padre presente.
Jamás conocí a mi padre biológico; desde que tengo memoria, siempre hemos sido Lorraine y yo. Nunca me atreví a preguntar por él, probablemente por el simple hecho de que mamá no lo ha mencionado durante catorce años o siquiera conservaba fotos de él, eso respondía mis preguntas sin hacerlas. Tampoco es que lo necesite, el amor de mi madre es tan grande que podría llenar cada grieta en mí, aunque, muy en el fondo, siempre tuve curiosidad acerca de mi padre.
¿Seré adoptada?
• • •
Así llegó el primer día del segundo trimestre, y fui a clase con la habitual carga de libros, pergaminos y plumas, junto con la preocupación en el estómago por el enigma del cambio de universos. Hasta ese momento, no había reflexionado demasiado al respecto, pero cada vez que lo hacía, los ataques de ansiedad se desencadenaban sin piedad. Tal vez era por la inminencia de un importante examen que decidiría si aprobaba matemáticas. Pero aquí estaba, a punto de aprender a controlar mi magia, un concepto que en mi universo ni siquiera existía. Mi madre estaría furiosa si se enterara.
Todavía había una gruesa capa de nieve alrededor del colegio, y las ventanas del invernadero estaban cubiertas de un vaho tan espeso que no se podía ver nada por ellas en la clase de Herbología. Con aquel tiempo nadie tenía muchas ganas de que llegara la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, aunque, como dijo Theo, los escregutos seguramente los harían entrar en calor, ya fuera por tener que cazarlos o porque arrojarían fuego con la suficiente intensidad para prender la cabaña de Hagrid.
Mientras caminaba hacia la clase, una incómoda sensación me invadió por completo. Era como un vacío en mi pecho, y por más que intentaba recordar lo que había olvidado, parecía inalcanzable. Las lagunas mentales comenzaron a aumentar mi frustración, creando una sensación abrumadora.
—Esto estará muy bueno —oí a Draco hablar con Pansy, mientras que esta reía tontamente, observando un recorte de periódico que Draco sostenía entre sus manos.
—Yo jamás... creí que... ese... ese... —Pansy no logró formular bien la oración, ya que otra carcajada se escapó de su boca.
Fruncí el ceño y avancé unos pasos con algo de prisa. No veía a Harry, Ron y Hermione desde el baile.
Sin embargo, al llegar a la cabaña de nuestro amigo encontré ante la puerta a una bruja anciana de pelo gris muy corto y barbilla prominente.
—Dense prisa, vamos, ya hace cinco minutos que sonó la campana —nos gritó al verlos acercarnos a través de la nieve.
—¿Quién es usted? —le preguntó Harry mirándola fijamente—. ¿Dónde está Hagrid?
—Soy la profesora Grubbly-Plank —dijo con entusiasmo—, la sustituta temporal de su profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas.
—¿Dónde está Hagrid? —repetí yo, acercándome a Harry, el cual me saludó con un movimiento de cabeza.
—Está indispuesto —respondió lacónicamente la mujer.
Llegó una risa apenas audible que me sacó de mis pensamientos al instante.
Al voltear, estaba llegando Draco Malfoy y el resto de los de compañeros de mi casa que dejé atrás. Todos parecían contentos, y ninguno se sorprendía de ver a la profesora Grubbly-Plank. Definitivamente me perdí de algo. Tal vez no los oí o no me contaron.
—Por aquí, por favor —les dijo ésta, y se encaminó a grandes pasos hacia el potrero en que tiritaban los enormes caballos de Beauxbatons.
La seguí junto a Theo, volviendo la vista atrás, a la cabaña de Hagrid. Habían corrido todas las cortinas. ¿Estaba allí Hagrid, solo y enfermo?.
—Si te importa tanto tu amigo, creo que deberías verificar más tarde si él se encuentra bien —me dijo Theo durante el camino.
—¿A que te refieres? —pregunté, bastante confundida por su comentario.
—¡Eh, Malfoy!
Draco volteó casi al instante en cuanto Theo lo llamó, para luego venir trotando con una amplia sonrisa.
—¿Sí? —contestó.