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—𝓒.𝓑─
El domingo después de desayunar, me levanté con los ánimos por los suelos después de mi segunda siesta del día. Draco fue quien me escoltó hacia el Gran Comedor; claramente, no estaba emocionada por salir de la sala común.
—¿Es esto necesario? —repetí por tercera vez, mientras subíamos las escaleras.
—Por supuesto que lo es —contestó bastante indignado, manteniendo su determinación a pesar de mi resistencia.
Rodé los ojos y lo seguí casi a rastras por el corredor, el camino fue bastante silencioso, y agradecí que no preguntara el porqué de mi actitud. Aunque sinceramente, lo hubiera dejado ahí mismo si me interrogaba.
—No tengo ni la menor idea de lo que te sucede, pero tienes que comer si piensas quedarte encerrada por el resto del día —demandó Draco adentrándonos al Gran Comedor y tomándome del brazo para sentarme a la fuerza en la mesa de Slytherin.
—Planeaba quedarme toda la semana, de hecho —le aclaré alzándome de hombros y tomando una jarra con zumo de naranja, sirviéndolo torpemente en mi vaso. Mis ánimos seguían por los suelos, pero al menos, la compañía de Draco hacía la situación un poco más llevadera.
—¿Y se puede saber el por qué? —inquirió Draco. Las ganas de irme fueron contrarrestadas por la empatía que sentí ante su interés genuino.
—Es demasiado vergonzoso de contar —musité alzándome de hombros y picando una salchicha con el tenedor para darle un mordisco.
—Comprendo... cuando te sientas lista, no dudes que estaré aquí para oírte —repuso sonriente.
Me sorprendí ante su apoyo, sintiendo gratitud e inseguridad. ¿Draco hablaba en serio o solo se burlaba de mí? Apreciaba su amabilidad, pero se sentía extraño de alguna forma; me sentí mal por ello. La tensión entre nosotros parecía disminuir gradualmente, pero aún había un muro de incertidumbre que me impedía relajarme por completo.
—¿A qué se debe tanta amabilidad, Malfoy? —pregunté sin más rodeos, manteniendo mi vista sobre mi plato. Me sentía avergonzada al hacer esa pregunta, ¿por qué me sentía así ante una simple muestra de apoyo entre amigos? Tal vez solo quería recordarme que contaba con él, a pesar de todo, lo conocía de toda la vida, ¿cierto?
—Me preocupo por ti, Bellerose.
Su respuesta fue corta, pero precisa.
Se preocupaba por mí, Draco se preocupaba por mí.
—Gracias —dije finalmente en un susurro, regalándole una sonrisa tímida.
Era obvio que no me sentía segura de ello, pero joder, lo hermoso que se sintió oír eso... La tensión entre nosotros se desvanecía, y en ese momento, sentí una conexión más profunda con Draco de la que jamás habría imaginado.
•••
Lo que quedaba del día transcurrió bastante tranquilo, y para mi alegría, no me topé en ningún momento con algún Weasley cada vez que salía de las mazmorras por órdenes de Draco. Aún así, no fue excusa para que él continuara tocando la puerta de mi habitación de maneras muy descabelladas y arriesgadas. Resultaba que Draco le pagaba a niñas de nuestra casa para acercarse a la puerta de mi habitación cada hora. Apreciaba tanto su esfuerzo, pero cuando su interés interfería con mis horas de sueño, la fiera en mí se desataba.
—¡Sólo quiero caminar contigo! —espetó él cuando me planté en la entrada de la sala común con los brazos cruzados.
—¡Draco, es medianoche! —exclamé, soltando un bufido y restregando mis ojos con las manos.
Oí una pequeña risa proveniente de él, lo que me hizo soltar mi enojo en otro bufido. ¿Por qué actuaba así? Me era imposible resistirme a su ser.
—Lo lamento —dijo finalmente, acercándose a mí y rodeándome con sus brazos—. He notado que estás distinta, y no puedo evitar hacer esto por ti. ¿Me perdonas por ser un imbécil entrometido?
Busqué sus ojos desesperadamente, tratando de descifrar lo que no podía ver, buscando respuestas para calmar las voces que me decían que esto no era correcto. Quería encontrar algo que justificara estos sentimientos que estaban despertando en mí.
—Sí —fue lo único que logré decir, aún sumida en su mirada.
¿Por qué me sentía así?
Al día siguiente, para el desayuno, mi mal humor se había disipado, y para alivio de Draco, me levanté para seguir la rutina que solía seguir durante los días de semana.
—Pero qué sorpresa... Hoy no estás con los Gryffindor —exclamó Pansy, tomando asiento frente a mí después de unos minutos.
Levanté la mirada de mi plato y le sonreí ligeramente. Pansy intercambió miradas cómplices con Draco, asintiendo como si él acabara de darle alguna indicación. Luego, volvió su atención hacia mí y dijo:
—Veo que tenías hambre.
Observé mi plato de nuevo y noté que ya no quedaba rastro de comida; lo había devorado todo.
—Me pareció una buena elección hoy —me excusé, encogiéndome de hombros—. ¿Qué clase tenemos después? —pregunté, cambiando de tema.
—Historia de la Magia —respondió Theo con la boca llena de una mezcla de avena y tostadas.
—¡Eso es desagradable, Theo! —me quejé tapando mi rostro y soltando una pequeña risa.
Un chillido por parte de la mesa de Gryffindor captó mi atención por completo. Hermione salió corriendo del Gran Comedor, se veía realmente mal y adolorida. ¿Pero que fue lo que sucedió?
—Seguro que Potter rompió con ella —se burló Pansy soltando una risita y codeando a Blaise, señalando con la cabeza hacia Harry y Ron, los cuales leían el correo que llegó hace un momento.
A pesar de que mi orgullo podría ser un gran obstáculo en mi vida, no pude permitir que me detuviera de preguntar que había sucedido; y sin más, me levante de mi asiento y me dirigí hacia la mesa de Gryffindor, la cual se encontraba al otro lado del comedor. Ron y Harry aún se hallaban ocupados.
—¿Que sucedió? —pregunté sentándome en el asiento vacío que Hermione dejó.
Su mirada cargada de incógnitas cayó sobre mí al momento en que pisé su territorio; pero no pude permitirme hacer lo mismo que él.