𝕽| 𝒄. ₀₂₅
—𝓒.𝓑─
Mantener silencio durante la mañana no resultó una tarea difícil. Aún me costaba dirigirle la mirada o articular palabras desde la noche anterior. Nuestros padres parecieron percibir nuestra pequeña protesta durante el desayuno; papá soltó un fuerte suspiro y dejó su cubierto sobre la mesa.
—¿Ahora qué? —protestó, clavando su mirada en mí en busca de respuestas.
Internamente sonreí, aunque por fuera mantuve la imagen de mártir, fingiendo un puchero y mirándolo como cachorro. No era pura actuación; gran parte era una expresión natural. La situación con Draco se volvía más confusa que nunca, pero al trabajar juntos por una causa mayor, quedaba en segundo plano.
Volviendo al desayuno, mi padre aún esperaba alguna respuesta en mi mirada.
Estuve a punto de expresar mi agradecimiento, pero fui interrumpida por las palabras certeras de Narcissa.
—Nuestros hijos tuvieron la agradable idea de practicar magia fuera de la escuela, adelantándose a los TIMOS para no ser una carga pesada para ellos.
La sorpresa se reflejó en las miradas de Draco y la mía. Cissy nos había cubierto, desviando la atención y evitando cualquier regaño. Lucius intercambió una mirada cómplice con mis padres, pero la defensa de Cissy continuó.
—Sé lo que piensan; es por eso que les dije que tú, Nathaniel, tienes un amigo fabricante de varitas, y que tal vez podrías ayudarlos. No estoy del todo de acuerdo, especialmente porque involucraron a sus amigos que vinieron ayer. Es una situación que debe manejarse con cuidado.
La tensión en la habitación era palpable cuando mi padre me lanzó una mirada severa, y mi madre lucía un poco disgustada. Lucius, por su parte, disimulaba mejor sus emociones, aunque de vez en cuando, dejaba entrever cierto acuerdo con la idea de practicar magia antes de los TIMOS.
—¿Y cómo piensan adelantarse? —inquirió Lucius, mostrando su interés. Narcissa estaba a punto de hablar por nosotros, pero mamá la silenció de inmediato.
—Bueno, pensaba que tal vez mamá podría enseñarnos algo... —respondió Draco, levantando lentamente la mirada hacia Lucius. El hombre sonrió de lado y se acercó a mi padre, intercambiando palabras que apenas pudimos oír.
Entonces nuestras madres se unieron a ellos después de lanzar un encantamiento para que no pudiéramos oír su conversación.
—¿Crees que acepten? —le susurré a Draco con temor en los ojos.
Draco asintió con determinación, aunque no pude evitar notar una chispa de preocupación en sus ojos. Parecía consciente de la responsabilidad que acababa de aceptar, pero su voluntad de ayudar a nuestros amigos prevaleció.
—Será una experiencia valiosa para ambos, aprender enseñando —comentó Lucius con un tono reflexivo.
Mientras la conversación continuaba, pude sentir una mezcla de emociones dentro de mí. Por un lado, la gratitud por la ayuda de nuestros padres y la oportunidad de adelantar el estudio de Defensa Contra las Artes Oscuras; por otro, la incertidumbre y el nerviosismo ante la responsabilidad que Draco y yo asumíamos.
—Camila, estoy seguro de que podrás manejarlo con éxito —me animó mi padre, notando mi expresión pensativa.
—Sí, lo sé. Será un reto interesante, y tengo a Draco a mi lado —respondí con una sonrisa, buscando apoyo en su mirada.
Draco me devolvió la sonrisa, y su presencia cercana me brindó un reconfortante sentido de unidad. Sin embargo, en lo más profundo de mi ser, aún flotaba la sombra de las complejidades no resueltas entre nosotros.
—Sobre las varitas...
—Tu padre y yo tenemos algunos asuntos pendientes en Francia, así que no será molestia pasar a visitar a un viejo amigo —repuso mamá, peinando mi cabello con los dedos y con una peculiar sonrisa en el rostro.
—¿Qué hay de mis amigos?
—Los Nott, Parkinson y Zabini están cordialmente invitados cuando gusten; pero necesitaremos sus varitas antes de la noche, para evitar problemas.
Dicho esto, el desayuno continuó con total tranquilidad. Al acabar, Draco mando una lechuza a nuestros amigos para darles luz verde; antes del almuerzo sus varitas llegaron en perfecto estado.
El plan iba tan bien que por momento creí que aún soñaba.
A la hora del té, Draco me invitó a pasarla en el jardín junto a él, y con la esperanza de mantener la celebración de nuestro avance, acepté.
—¿O tienes algo pendiente? —Bajó la mirada hacia sus pies, y el entusiasmo que antes había en sus ojos, se vieron opacos por una falsa tristeza.
—Para nada —respondí en un tono juguetón, entrelazando nuestros brazos y caminando hacia el exterior de la casa.
Draco esbozó una sonrisa y asintió con la cabeza, guiándome aún por los pasillos.
—Me alegro de que tengas la tarde libre —comentó fuera de la mansión, tomándose su tiempo con cada paso que dábamos.
—Normalmente estoy libre —musité.
El sol del atardecer pintaba el cielo con tonos cálidos mientras Draco y yo nos acomodábamos en el jardín. La elegante arquitectura del lugar se fusionaba con la naturaleza exuberante que la rodeaba.
—Todo marcha mejor de lo esperado, ¿verdad? —mencioné, intentando disipar cualquier atisbo de tensión.
Draco asintió, pero sus ojos expresaban algo más profundo. No pude evitar preguntar.
—¿Qué pasa, Draco? Parece que hay algo en tu mente.
—Es solo que... siento que hemos estado tan enfocados en el plan y en ayudar a nuestros amigos que apenas hemos tenido tiempo para nosotros.
La mención de "nosotros" resonó en el aire, recordándonos la complejidad de nuestra relación. Aun así, decidí abordar el tema.
—Draco, sobre lo que pasó en Brujas... —comencé, pero él me interrumpió con su mirada intensa.
—Camila, no quiero arruinar este momento con discusiones. Hoy deberíamos celebrar nuestros logros.
Acepté su respuesta, pero la sombra del pasado seguía acechando. El aroma de las flores y el suave murmullo del viento no eran suficientes para disipar la tensión no resuelta entre nosotros.