Realities | Draco Malfoy

Capítulo 26

𝕽| 𝒄. ₀₂₆
—𝓒.𝓑─

—Camila Bellerose, Camila Bellerose... Gismey necesita que despierte.

Mis ojos se fueron abriendo lentamente a medida que el toque delicado pero desesperado de la elfina se hacía cada vez más intenso.

¿Qué estaba sucediendo?

La fugaz idea que tuve, pensando que algo malo sucedió con mis padres me obligó a reaccionar.

—¿Gismey? —balbuceé llevando mis manos hacia mis ojos y restregándolos con fuerza, la imagen de la elfina se fue haciendo clara al instante. Sus ojos saltones deslumbraban a pesar de la oscuridad de mi habitación, mientras que finas lágrimas caían por su rostro que parecía una pasa.

—Gismey lamenta tener que despertar a la señorita... pero los señores Archibald están en el vestíbulo y los anfitriones temporales no se encuentran en la residencia aún... la señora Alva solicita verla con urgencia —anunció la elfina con dificultad, debido a que se encontraba aterrada y temblorosa.

¿Y esos quiénes eran?

—¿Alva? —repetí confundida con el ceño fruncido.

Estaba bastante segura de que mis padres no esperaban visitas, mucho menos los Malfoy, por lo que seguí mirándola con confusión.

—Tu abuela —oí que Draco respondía a mi lado con la voz soñolienta.

Di vuelta hacia él, y noté como se sentaba torpemente sobre la cama, llevando la cabeza hacia atrás y suspirando. Mis ojos divagaron sin descaro alguno su apariencia matutina, recordando nunca haberlo hecho antes con detenimiento. Su mirada parecía perderse con facilidad ante cualquier detalle que sus ojos percibieran, y notables bolsitas bajo ellas lo hacían ver cansado, probablemente porque se acostó tarde.

—¿Mi abuela? —inquirí regresando en mí.

Nunca había oído hablar de mis abuelos, y ni siquiera me había detenido a pensar en ellos en algún punto de mi estadía con mis padres. No lo encontraba relevante y hasta entonces, probablemente hubiera pensado que estaban muertos.

—Gismey tiene que irse —dijo la elfina, y sin más, desapareció con el chasquido de sus dedos, dejándome llena de preguntas.

Mis abuelos se hallaban en casa. ¿Cómo se supone que debería actuar? ¿Son como las típicas familias antiguas sangre pura?

No permití que mi mente se hiciera más preguntas, por lo que sequé mis manos contra mi regazo y solté un bufido.

—¿Eso es malo? —pregunté volteando a ver a Draco, quien parecía ya haber despertado por completo.

—Sólo no vistas como muggle.

Dicho esto, se levantó de la cama y salió de mi habitación sin permitirme responder algo.

¿Que no vista como muggle? ¿Qué quería decir con eso?

No vestía como muggle, eso lo tengo seguro, ¿o sí?

Caminé hacia el cuarto de baño con pasos lentos y pesados, mi ánimo escaso. La necesidad de una ducha rápida se apoderó de mí, anhelando tiempo para no "vestir como muggle". Me sentí profundamente ofendida por la etiqueta que había colocado en mi estilo.

Después de registrar mi armario durante minutos interminables, un vestido nacarado con una capa de tul capturó mi atención por completo. Lo vestí con una alegría renovada. Mientras abrochaba unos botines, la puerta de mi habitación se abrió, acompañada de pasos que se dirigían hacia mi armario. Al terminar con mi calzado, me incorporé del sillón y vi a Draco entrar con total naturalidad al lugar.

—¿Estoy bien así? —pregunté apresuradamente mientras me dirigía hacia el tocador en busca de los accesorios perfectos.

—Tus abuelos están tomando desayuno. Esperan verte pronto —respondió Draco, ignorando por completo mi pregunta.

Sus evasiones comenzaban a incomodarme, y aunque había alguna razón, la inquietante idea de que algo les hubiera sucedido a mis padres seguía creciendo.

—¿Éste o éste? —pregunté, mostrando dos gargantillas diferentes.

—La plateada —respondió sin titubear.

Opté por aplicar un poco de maquillaje en mi rostro y, para finalizar, rocié un suave perfume antes de dirigirme hacia el desayuno con mis abuelos.

Giré hacia Draco con una radiante sonrisa, exhibiendo mi atuendo con gracia. El rubio soltó un bufido y extendió su brazo hacia mí, invitándome a tomarlo.

—¿Y a este qué le pasa? —reproché tomando su brazo con menos entusiasmo que antes.

A pesar de mi interrogante, Draco optó por mantener el silencio. Salimos de mi habitación, y mientras avanzábamos, mis mejillas aún ardían por mi actitud infantil. Entre pasos, los pensamientos sobre mis abuelos se entrelazaban con una extraña sensación de no conocerlos por completo.

Una inquietud creciente me invadía, como si presintiera que algo saldría mal. El recuerdo de olvidar algo me sumió en culpa y angustia. A pesar del caos, me aferré al brazo de Draco, buscando consuelo. En medio de todo, pude captar sus palabras susurradas, añadiendo un toque de misterio a la situación.

—Te ves preciosa.

La puerta del comedor se abrió de par en par mientras mi mirada se alzaba con lentitud, revelando a dos señores de no tan avanzada edad disfrutando de un desayuno tranquilo. Mi sorpresa fue instantánea al notar el sorprendente parecido de mi abuela con mi madre; irradiaba elegancia y seguridad con cada movimiento, sus facciones tan hermosas como las de Josephine.

Aunque parecía que podía confiar en ellos, me sentí intimidada cuando la mujer levantó la mirada del desayuno, posando sus ojos en mí y estudiándome de pies a cabeza.

—Buenos días —saludé al instante, atrayendo así la atención de mi abuelo, quien al igual que su esposa, me observó con una mirada reacia, con el aspecto de alguien que detecta algo desagradable.

C'est identique à elle —dijo de inmediato la mujer, que ahora compartía la misma expresión que su esposo.

Lamentando mi falta de conocimiento en francés, dirigí una mirada instintiva a Draco, quien me hizo una señal para mantener la calma, indicándome que esperara a ver qué más dirían mis abuelos. Su expresión tranquila me llevó a cuestionar su verdadera identidad, ya que su seguridad y postura sugerían que no era la persona que yo creía.



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En el texto hay: draco malfoy, dracomalfoy, realidaddeseada

Editado: 31.08.2024

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