Capítulo 34

𝕽| 𝒄. ₀₃₄
—𝓒.𝓑─

A la mañana siguiente, mi solitaria habitación ocupó todo mi campo de vista, y eso me hizo considerar la idea de pedir compartir habitación nuevamente.
Terminé de ponerme la falda y alisé mi túnica antes de salir, colgando la mochila en uno de mis hombros. Como era habitual, Draco ya estaba listo en la sala común, ojeando un libro con desinterés. Cuando me acerqué, Theo y Blaise llegaron antes que yo y se sentaron a su lado.

—Buenos días —canturreé, sentándome en un sillón orejón y observando la chimenea ya prendida.

—¿Las muchachas? —preguntó Theo, volteando a ver la entrada que dirigía a las habitaciones de las niñas. Tenía la impresión de que su verdadera pregunta era dónde carajos estaba Daphne.

—No tengo idea —respondí, jugando con mis dedos. Solté un bostezo y al abrir los ojos, Theo aun me miraba, nada satisfecho con mi respuesta—. ¿Qué? Yo no comparto habitación con ellas, duermo sola —aclaré cruzándome de brazos.

Draco bajó el libro que fingía leer y Blaise dejó caer un jarrón de la sorpresa, mientras que Theo me miró confundido.

—Será mejor que arregles eso, idiota, no necesito que Snape me culpe —musitó Draco hacia Blaise, quien reparó el jarrón con un simple hechizo.

Ahora todos me miraban en busca de una explicación.

—Sólo me la dieron y ya —dije cansinamente. Solté un suspiro y me levanté, justo cuando Daphne, una desconsolada Millicent Bulstrode era abrazada por Pansy, salían de la entrada que daba con las habitaciones.

—Tranquila, no te perdiste de nada —le susurró Pansy, cuando la muchacha volvió a sonarse la nariz y salió de la sala común bastante desanimada—. ¿Qué están esperando? Muero de hambre —nos dijo, señalando la puerta con la cabeza.

Automáticamente todos nos pusimos de pie y comenzamos a caminar hacia la entrada de la sala común. Como era costumbre, cada uno avanzaba en pareja.

Draco volvió a tomar el libro que 'leía' y permaneció así todo el camino. Noté que Daphne tomaba tímidamente la mano de Theo, y este le correspondía. Pansy y yo nos miramos a la vez, sonriendo de oreja a oreja ante tal logro, ya que esos dos avanzaban lentamente. Cuando entramos al Gran Comedor, Draco guardó el libro que traía en la mano y me miró como si fuera la primera vez que lo hiciera.

—¿Puedes dormir por las noches? —me preguntó con una chispa traviesa en su mirada, recordándome esos veranos en los que dormíamos juntos y nuestros problemas de insomnio desaparecían.

Naturalmente di un brinco y fui directo a tapar su boca con ambas manos, negando frenéticamente.

—¿No? —repuso, apartando mis manos con suavidad.

—No, no es eso... es solo que... No quiero hablar de eso aquí —murmuré, sintiendo cómo mis mejillas se encendían.

Él asintió comprensivo y tomó mi muñeca mientras caminábamos hacia nuestra mesa, pues algunos estudiantes nos miraban curiosos.

—¡Eh, Malfoy! —un muchacho fornido y alto se sentó frente a nosotros, recibiendo algunos saludos de los estudiantes—. Me nombraron capitán del equipo de quidditch. Necesitamos nuevos golpeadores y un cazador. Las pruebas serán el sábado a las nueve, así que...

—De acuerdo, sí, estaremos ahí —respondió Draco animadamente. El muchacho le lanzó una mirada peculiar a Pansy, quien rodó los ojos y se metió una cucharada generosa de avena en la boca—. Espero que seas una buena cazadora —confesó Draco luego de un rato. Parpadeé un par de veces y traté de procesar su insinuación.

—¿De verdad lo crees? —cuestioné, sirviéndome un poco más de avena distraídamente.

—No lo creo, lo eres —me corrigió, ocasionando que otra sonrisa se formara en mi rostro. La chispa entre nosotros seguía viva, y aunque algunos no lo entendieran, Draco y yo compartíamos un lazo especial, uno que iba más allá de las apariencias y los prejuicios. Y eso, sin duda, hacía que nuestra relación fuera más entretenida que nunca.

El desayuno pasó lleno de charlas y risas entre nosotros, disfrutando de la poca paz que se llevaba en un buen inicio de clases; aunque ni siquiera habíamos asistido a una. Cuando la campana estaba por sonar, el profesor Snape por la mesa, repartiendo nuestros horarios rápidamente.

—Aritmancia, clase doble de Pociones, Historia de la magia y otra sesión doble de Defensa Contra las Artes Oscuras... —Draco leyó mi horario en voz alta, empujándome el suyo con curiosidad, pues, ambos compartíamos todas nuestras clases.

—Me arrepiento de haber tomado Adivinación, la profesora está chiflada —Pansy se quejó, soltando su horario sobre la mesa y golpeándola con los puños. Solté una débil risa ante la exagerada reacción de Pansy. Mi mirada fue divagando por las mesas, hasta que me detuve en unas cabelleras pelirrojas que noté al otro extremo del comedor. La sonrisa se me borró del rostro y una extraña sensación me removió el estómago.

—Oigan, los veo luego —musité, tomando mis cosas rápidamente y levantándome de la mesa. Draco frunció el ceño, pero no dijo nada cuando notó mi cambio de humor repentino. "Te veo en clase", fue lo último que llegué a oír de su parte antes de integrarme a un ambiente completamente diferente al anterior.

—¡¿Ah, no?! —exclamó George con sorpresa—. ¿Quién ha dicho eso?

—Lo digo yo —contestó Hermione—. Y Ron.

—A mí no me metas —se apresuró a apuntar Ron. Hermione le lanzó una mirada fulminante y los gemelos rieron por lo bajo. Todos sonrieron y saludaron alegremente cuando me acerqué, dejando caer mi mochila al lado de George.

—Hey —saludó él, dejando un beso en mi mejilla y luego volviendo a la conversación. Desde el otro lado de la mesa, pude notar cómo Draco emprendía camino hacia afuera del comedor a largos pasos. Solté un suspiro y fingí mi mejor cara, pretendiendo un interés genuino en su conversación o discusión.

—No tardarás en cambiar de actitud, Hermione —vaticinó Fred mientras untaba un buñuelo con mantequilla—. Vas a empezar quinto, y dentro de poco vendrás a suplicar que te vendamos un Surtido Saltaclases.