𝕽| 𝒄. ₀₃₆
—𝓒.𝓑─
La primera semana del curso pareció interminable. Había imaginado que las cosas serían más fáciles al principio, ya que los primeros días no presentaron un desafío académico significativo, pero me equivoqué. En cada clase nos asignaban tareas, y a pesar de que avanzaba rápidamente en mis trabajos, mi cuerpo empezaba a pedir más horas de sueño y descanso durante mis momentos libres. Finalmente, creí que tendría un día tranquilo cuando una niña de primer año irrumpió en la mesa de Gryffindor durante el desayuno, entregándome una carta apresuradamente.
Estimada Camila Bellerose,
Espero que esta carta te encuentre bien. Permíteme expresar mi satisfacción al saber que has decidido regresar a Hogwarts para otro año escolar. Aunque debo admitir que en algún momento tuve mis dudas debido a los acontecimientos del año pasado.
Me complace invitarte a mi oficina hoy, después del desayuno, para discutir algunos asuntos importantes. Te pido que mantengas la discreción en relación a esta reunión, ya que es necesario tratar temas delicados. Confío en tu comprensión y en tu habilidad para manejar la situación con la prudencia que te caracteriza.
Aprecio sinceramente tu presencia y tu contribución a la comunidad de Hogwarts. Tu valentía y perseverancia son admirables, y estoy seguro de que juntos podemos lograr mucho.
Espero con ansias nuestro encuentro y aprovecho la oportunidad para enviarte mis mejores deseos para el nuevo año escolar.
Atentamente,
Albus Dumbledore
PD: ¡Amo el pie de limón!
Apenas terminé de leer la carta, la devolví a su sobre y la guardé en mi bolsillo. Observé a George y Fred charlar animadamente con uno de sus amigos, Lee Jordan, sin saber cómo cancelar los planes que teníamos.
Durante esta semana, pasé tiempo con George, y en cada ocasión, intenté hablarle sobre mis sentimientos y confesar que no había sido completamente sincera con él, pero me resultó imposible. Cada momento parecía menos oportuno que el anterior. El día anterior me invitó a ver la práctica de Quidditch de Gryffindor, y su entusiasmo me hizo incapaz de confesarme.
—¿Ocurre algo? —me preguntó al notar mi mirada sobre él. Rápidamente asentí, y él dejó de prestar atención a sus otros dos amigos, esperando a que le dijera qué sucedía, lo cual me hizo sentir fatal.
—No quiero arruinar la diversión... —su sonrisa se desvaneció de inmediato—. El profesor Dumbledore me llamó de inmediato. Hay algunos problemas con mi traslado. No sé cuánto tiempo llevará.
George apretó la mandíbula y finalmente asintió con una expresión resignada, dejándome ir con un sentimiento terrible. Las cosas parecían empeorar constantemente, y para complicarlo, Draco se volvía cada vez más distante. No necesitaba ser una observadora perspicaz para notar su ausencia en algunas comidas o la forma en que se retiraba sigilosamente del comedor cuando nadie prestaba atención.
Mientras me dirigía hacia la oficina de Dumbledore, noté que mis manos sudaban y que mis pasos se volvían torpes. Cada reunión con el profesor era una tormenta en mi mente. Estaba segura de que lo que me iba a decir solo aumentaría mis dudas. Al recitar la contraseña frente a la gárgola (que era "Pie de limón"), casi tropecé en las escaleras debido a mi distracción. Cuando llegué frente a su puerta, no fue necesario tocarla, ya que se abrió de inmediato en cuanto alcé la mano.
—Camila, qué agradable sorpresa —saludó, como si no hubiera escrito una carta esta mañana para coordinar esta reunión. Curiosamente, el pergamino desapareció de mi bolsillo, dejando solo una especie de ceniza en su lugar.
—Opino lo mismo —respondí con cortesía mientras me acercaba tímidamente a su escritorio.
—Vayamos al grano, no quiero tomar mucho de tu tiempo... Me llegó información de que has tenido una conversación con Remus Lupin —hizo una pausa, y asentí con firmeza al recordar cada palabra de Remus.
—¿Por qué mi madre mentiría sobre algo así? —lo interrumpí en voz baja, sintiéndome completamente devastada ante la dura realidad de que estaba viviendo una vil mentira.
—La verdad. Es algo tan terrible y precioso a la vez, por lo tanto, debe ser manejado con delicadeza.
Otra de sus respuestas que no conseguía entender del todo.
—No me gustaría que guardes rencor hacia tu madre, así que debo confesarte que fui yo quien le pidió que ocultara la existencia de Lorraine. Bueno, fue un acuerdo grupal. Espero que no te enojes conmigo por ello —Su mirada me recordó a la de un niño cuando está a punto de ser castigado, rogando que no lo hagan.
—Para nada —contesté, esbozando una leve sonrisa. Pero ¿por qué Dumbledore habría pedido algo así?
—Llegará el momento en que puedas hacer todas las preguntas que necesitas a tu madre. Por ahora, puedo decirte que esta petición fue para protegerte —parecía anticipar mis pensamientos mientras se levantaba y caminaba hacia el otro extremo de su oficina. Habló antes de que pudiera formular más preguntas en mi mente—. Te enfrentas a algo muy peligroso, Camila, y aunque desees respuestas de inmediato, temo que no puedo proporcionártelas. Sería arriesgado y podría tener consecuencias terribles. Es por eso que te estoy preparando, con la autorización de tus padres, para cuando llegue el momento adecuado.
—¿Qué podría ser lo peor que podría suceder?
—¿Prefieres una pequeña mentira o la verdad?
—La verdad.
—Tu mente y tu magia colapsarían. Nos matarías a todos si no se controla, y me temo que no hay persona viva que pueda controlar tus poderes, excepto tú misma.
Me volví hacia Dumbledore, quien se tomó la molestia de traer el pensadero hacia mí y estaba vertiendo un recuerdo serpenteante en él. Me ofreció una suave sonrisa, y al no obtener respuesta de mi parte, dijo: —Date prisa, el entrenamiento ya debería haber comenzado, y apuesto a que estás ansiosa por ver a George Weasley.