𝕽| 𝒄. ₀₃₈
—𝓒.𝓑─
Desde que había comenzado el curso, nunca había estado tan contenta como aquel fin de semana, fue como desconectarme de la realidad... aunque mi paz se vio amenazada finalizando la semana.
Blaise pasó gran parte del domingo poniéndose al día los deberes — deberes que yo le presté y me encargaba de corregir por si había algo que nos delate; aunque no era una tarea precisamente divertida. Como volvía a hacer un soleado día de otoño, sacamos las cosas fuera y nos tumbamos a la sombra de una gran haya, junto al borde del lago, en lugar de quedarnos trabajando en las mesas de la sala común. Harry, Ron y Hermione también estaban cerca del lugar; Ron y Harry hacían deberes y Hermione tejía.
—¿Realmente sales con Weasley? —Blaise preguntó mojando su pluma en la tinta, tardándose unos segundos a la espera de mi respuesta.
Puse los ojos en blanco y resoplé cansada, con intenciones de quitarle mi tarea e irme, pero no lo hice.
—¿Cuál es el problema? —Abracé mis rodillas contra mi pecho y me obligué a ver el lago.
—No me malinterpretes, es sólo que todos pensamos que Draco y tú tenían algo... ya sabes —sonrió de lado, dándome una fugaz mirada y luego volviendo a la pila de pergaminos—. Pensé que saldrían en este curso luego de todo el tiempo que pasaron en verano y en los bailes. En fin, espero que te vaya bien con Weasley, lamento haber entendido mal.
¿Acaso todos sabían sobre nosotros? Nunca me detuve a pensar en eso, si al igual que las otras dos parejas de nuestro grupo, Draco y yo éramos considerada como una; aunque no éramos del tipo de parejas que se demostraba afecto en público constantemente, en realidad peleábamos todo el tiempo y rara vez nos poníamos de acuerdo.
Que ironía pensar en nosotros como una pareja cuando nunca lo fuimos. No fuimos nada.
Y así fue mi ánimo se vio decaído nuevamente el lunes por la mañana. Con pocas horas de sueño de por medio y la panza vacía, me obligaba a pretender una falsa sonrisa durante el desayuno.
Empezaba a creer que este malestar sería para siempre.
Daphne y Pansy bajaban de los dormitorios delante de mí, hablando sobre cosas triviales y volteando a preguntarme cualquier cosa por
momentos hasta que llegamos al otro extremo de la iluminada sala común y no se fijaron en un nuevo elemento que ya había atraído la atención de un pequeño grupo de estudiantes.
En el tablón de anuncios de Slytherin habían colgado un enorme letrero, tan grande que tapaba casi todos los demás carteles: la lista de libros de hechizos de segunda mano que estaban a la venta, los habituales recordatorios de Argus Filch sobre las normas del colegio, el horario de entrenamiento del equipo de quidditch, las ofertas de intercambio de cromos de ranas de chocolate, las fechas de las excursiones a Hogsmeade y las listas de objetos perdidos y encontrados. El nuevo letrero estaba escrito con grandes letras negras, y al final había un sello oficial junto a una pulcra firma cargada de florituras.
POR ORDEN DE LA SUMA INQUISIDORA DE HOGWARTS
De ahora en adelante quedan disueltas todas las organizaciones y sociedades, y todos los equipos, grupos y clubes.
Se considerará organización, sociedad, equipo, grupo o club cualquier reunión asidua de tres o más estudiantes.
Para volver a formar cualquier organización, sociedad, equipo, grupo o club será necesario un permiso de la Suma Inquisidora (profesora Umbridge).
No podrá existir ninguna organización ni sociedad, ni ningún equipo, grupo ni club de estudiantes sin el conocimiento y la aprobación de la Suma Inquisidora.
Todo alumno que haya formado una organización o sociedad, o un equipo, grupo o club, o bien haya pertenecido a alguna entidad de este tipo, que no haya sido aprobada por la Suma Inquisidora, será expulsado del colegio.
Esta medida está en conformidad con el Decreto de Enseñanza n.o 24.
Firmado:
Dolores Jane Umbridge, Suma Inquisidora.
—¿Significa esto que van a cerrar el Club de Gobstones?
Su voz resonó a mi lado, haciendo que brincara hacia atrás y me aferrara a la
correa de mi mochila con una expresión digna de ser fotografiada.
Tenía emociones encontradas, y el preocuparme si descubrieron el encuentro en Cabeza de Puerco se vio desplazado por lo que Draco ocasionaba en mí.
—No creo que haya problemas con el Club de Gobstones —respondió Blaise acercándose a nosotros—. Buenos días. Camila, me preguntaba si podrías acompañarme a desayunar, hay algo que quiero preguntarte —agregó sonriente.
Miré a Pansy, luego a Draco, la pelinegra no objetó nada, simplemente besó la mejilla de Blaise y se fue hacia la salida seguida de Daphne y Theo, Draco sonrió de lado y le lanzó una mirada peculiar a Blaise antes de seguir al resto.
Últimamente nuestro grupo estaba lleno de momentos así, pero la repentina cercanía de Draco me impresionó, casi dejándome sin palabras gran parte del camino hacia el Gran Comedor. Llevaba días sin hablarme.
—¿Qué sucede? —le pregunté a Blaise luego de un rato.
—Ah... —dijo casi en un grito distraídamente—. Sí, mira, tenía una duda sobre la tarea de Herbología...
Y se la pasó un buen rato repitiendo la misma pregunta y cuestionando mis respuestas.
En cuanto entramos en el Gran Comedor comprendí que el letrero de la profesora Umbridge no había aparecido únicamente en la mazmorra de Slytherin. En el comedor se percibía un rumor de una intensidad peculiar y una agitación mayor que la habitual: los alumnos iban y venían por sus mesas, comentando unos con otros lo que habían leído. Harry, Ron y Hermione se encontraban sentados rodeados de Neville, Dean, Fred, George y Ginny.
¿Debería ir con ellos?
Mi mirada chocó momentáneamente con la de Hermione, quien asintió, calmando algunas dudas cuando también formuló con los labios un «hablamos luego»