Capítulo 42

𝕽| 𝒄. ₀₄₂
—𝓒.𝓑─

Tenía tantas cosas pasando por la mente, y estaba segura de que George igual. Podía sentir el martilleo de mi corazón contra mi pecho y mis manos sudar a medida que lo seguía al aula en un silencio que pedía a gritos una explicación.

Cuando llegué al salón, George se limitó a cerrar la puerta y avanzó hacia un pupitre, esperando que hablara con una mirada intensa. La tensión en la habitación era palpable, y cada segundo que pasaba sin decir nada era como miles de navajas atravesando mi conciencia. La culpa me consumía, y las palabras que había guardado durante tanto tiempo luchaban por salir de mi garganta.

—Lo siento mucho —susurré con la cabeza gacha.

No me atrevía a mirarlo a los ojos, ya fuera por miedo o pura vergüenza.

—¿Te disculpas por juntarte con esa gente desagradable o por permitir que ese idiota intentara besarte? —preguntó George, y el dolor punzante que había estado atascado en mi garganta pareció desaparecer, dejándome confundida y con una expresión perpleja en el rostro, algo que George claramente no apreció en absoluto.

—¿Me estás jodiendo? ¡Los vi!

—Él no tenía intención de besarme —aclaré de inmediato, frunciendo el ceño ante su mirada de enojo. Tuve la intención de responder con el mismo tono, pero cualquier sentimiento colérico se desvaneció fugazmente, dejando en su lugar ese sentimiento al que empezaba a acostumbrarme: culpa y dolor.

Durante tanto tiempo había ansiado el momento de abrir mi corazón y permitir que su pureza hablara con la verdad, prometiéndome en cada noche desolada aprovechar la oportunidad cuando se me presentara.

El momento había llegado, y yo no hice más que quedarme con una expresión patética frente a George. Había tanto que decir, pero las palabras que salían de mi boca eran escasas.

—Quiero confiar en ti, Camila, de verdad no sabes cuánto lo deseo y he tratado... —hizo una pausa, tomando una gran bocanada de aire— he tratado como no tienes idea. Pero verte cerca de él... No soy idiota, Camila.

La intensidad de su mirada me invadió sin ningún atisbo de respeto, como si estuviera escudriñando mi alma en busca de respuestas. Aquel verano seguía reviviendo en mi mente, creando un amargo contraste con la realidad presente. Pensar en los meses que pasé a su lado se había convertido en un tormento desgarrador, muy distinto a lo que aquel verano lleno de picardía, timidez y amor merecía.

Quizás Draco fue claro hace algunas noches y logró avanzar sin mí. Sería absurdo aferrarme a algo que había llegado a su fin hace tiempo, pero eso no me parecía razón suficiente para no darle el cierre que necesitaba.

La confusión se apoderaba de mí, y la frustración de no tener respuestas a pesar de haber recibido una bastante clara era abrumadora.

Draco ya no sentía nada por mí.

Todo resultaba extremadamente doloroso, y continuar pensando en ello solo me proporcionaba un amargo recordatorio de lo tonta que podía llegar a ser.

—George, yo...

—¿Sientes algo por él? ¿Actualmente, lo quieres?

Era irónico cómo tenía una respuesta firme y clara a esa pregunta, pero no era correcto decirlo.

—Es decir...

—No jugaré el papel de tonto y diré que no sabía sobre esto —sus palabras interrumpieron las mías abruptamente, y aunque mi perplejidad dominaba mis emociones, su confesión logró más que sorprenderme—. Tal vez Draco me lo dijo todo.

¿Draco hizo qué?

—¿Disculpa?

—Una parte de mí no quiso creerle cuando se acercó a decir que me dejaba en camino libre —continuó—, fue un poco extraño, ¿sabes? Aunque él renunció a ti tan fácilmente, quiero que sepas que yo no me rendiré sin antes haber luchado como lo mereces...

Sus palabras me tomaron por sorpresa y no supe cómo reaccionar.

El optimismo en el tono de George no lograba disipar la idea que se repetía sin cesar en mi cabeza: "Draco renunció a mí". Mi pecho se contraía de una manera dolorosa, y aunque pensaba que estaba acostumbrada a ese tipo de dolor, me equivocaba; esta experiencia era tan desgarradora que deseaba borrar su recuerdo para no tener que revivirla.

A pesar de estar rodeada de personas que me estimaban, me sentía increíblemente sola y desconsolada en ese momento.

—... entonces, ¿qué opinas?" —terminó de hablar. Se levantó del pupitre y se acercó a mí, sosteniendo mi rostro entre sus manos y dejando un tierno beso en mi frente—. Entiendo que tengan una historia, en serio lo entiendo. Aprecio mucho que Malfoy se haya acercado a mí para aclarar las cosas; fue bastante maduro —volvió a sostener mi rostro—, pero es hora de avanzar, Camila. Eso es parte del pasado, y lo que menos necesitamos es llevarlo al futuro.

De nuevo, tenía un torbellino de pensamientos en mi mente, algunos de los cuales no me llenaban de orgullo, pero no me culpaba por completo. La desesperación me invadía y cada minuto se convertía en una especie de sentencia.

No tenía ni la menor idea de qué hacer, especialmente cuando asentí mientras lo miraba a los ojos; me sentía atrapada para siempre.

Me sentí como un espectro durante todo el día. Evité las rutas familiares que solía recorrer en el pasado, explorando nuevos caminos mientras ordenaba mis pensamientos. Ni siquiera tenía el ánimo de ver a mis amigos, a ninguno de ellos, y no experimenté culpa al aislarme en mi habitación después de cada comida. Los eventos del día resultaron extraños y desconcertantes; no podía evitar pensar en absolutamente todo y tenía una opinión tan ambigua al respecto.

Deseaba sentir algo por él; anhelaba ese cosquilleo en el estómago cuando hablaba, cuando me miraba, esa sensación en el pecho al verlo en cualquier momento, esa que parecía acelerar mi corazón y me hacía sentir que me desmayaría en cualquier instante, pero luego me llenaba de una sensación exquisita, pacífica y serena. Era asombroso cómo alguien podía desencadenar una gama tan amplia de emociones, pero lamentable cuando todo iba en la dirección opuesta.