Realities | Draco Malfoy

Capítulo 45

𝕽| 𝒄. ₀₄₅
—𝓒.𝓑─

—Como sabes, mi presencia no es bienvenida ante el ministerio, y me temo que si las cosas continúan así, no podré ayudarte lo suficiente.

—Sí, comprendo —me lamenté, acercando mi rostro al pensador momentáneamente— Acomodaré mis horarios.

Dumbledore asintió sonriendo levemente, mirando a la vasija de piedra y luego a mí, a lo que capté rápidamente el mensaje no textual y luego de un largo tiempo, finalmente metí mi cabeza en el pensadero.

La sensación de estar allí se sintió tan extraña luego de haber pasado un periodo sin experimentarla. La vista nublosa y la atmósfera llena de misterio fue diferente, pues ahora, cuando mi alrededor fue cobrando vida, me di con una sorpresa no muy esperada.

—¿Qué tan difícil podría ser contactarla? —inquirió Nathaniel, con nerviosismo evidente en su voz, mientras paseaba de un lado a otro por la lujosa oficina de Josephine.

La estancia contrastaba con el estilo pintoresco del resto de la mansión Bellerose. Aunque había algunos cuadros familiares y obras de arte, predominaban los colores neutros y una decoración minimalista que denotaba una profesionalidad implacable. Era un lugar de negocios, distante de la apariencia cálida que Camila esperaría de su madre.

—Sigo pensando en escribirle por aquel pergamino —respondió la mujer, levantándose del imponente escritorio y dirigiéndose hacia un librero que atrajo la atención de Camila, lleno de volúmenes encuadernados en cuero y pergaminos envejecidos.

—¿Qué tan efectivo es? —preguntó Nathaniel, mirando a Josephine con escepticismo, aunque su pregunta pasó desapercibida mientras ella estaba inmersa en sus pensamientos. Camila no pudo evitar reír ante la idea de que su padre era un espectador más de ese curioso episodio familiar—. Tal vez solo sea algo sin sentido, Jo.

Sin embargo, Josephine continuaba manipulando los libros en el librero, hasta que finalmente extrajo uno de tapa verde escarlata, que destacaba entre los demás con su llamativo diseño, a diferencia de las tapas simples y los nombres poco complejos de los volúmenes circundantes. Con una cierta determinación, tiró del libro y el propio librero comenzó a abrirse lentamente, revelando una zona oculta en la propiedad de los Bellerose que Camila jamás habría imaginado, aunque el suntuoso palacio en el que vivían parecía albergar innumerables secretos.

—O tal vez no.

Entraron al estrecho pasadizo, y en cuanto pusieron un pie en su interior, las antorchas a lo largo del pasillo se iluminaron, despidiendo una cálida luz que contrastaba con la apariencia lúgubre del lugar. Las paredes de piedra estaban cubiertas de musgo y las telarañas colgaban en las esquinas, añadiendo un toque de misterio al ambiente. Si permanecían en silencio, podían captar sonidos inquietantes que no eran propios de un lugar acogedor.

—¡Nadrey! —llamó Josephine con desesperación.

El elfo apareció en la entrada del pasadizo, avanzando con precaución debido a las pequeñas y poco seguras piedras que cubrían el suelo y podrían lastimar sus pies descalzos. La criatura examinó el lugar con atención y, con un simple movimiento de sus dedos, toda la suciedad y el deterioro desaparecieron como por arte de magia, transformando la apariencia del lugar por completo.

Nadrey se desvaneció una vez que su ama pareció satisfecha con el estado del lugar.

Josephine tomó la antorcha cercana, revelando más detalles a medida que avanzaba por el corredor. Al llegar al final, descubrió un antiguo cofre, aparentemente olvidado con el tiempo.

Colocando la antorcha en un soporte vacío, la mujer se aproximó al cofre con rapidez. Las iniciales "L.A" estaban grabadas en su cerradura. Murmuró algunas palabras en latín frente al cofre, mientras realizaba un enigmático movimiento con su varita. Como respuesta, el cofre se abrió lentamente, revelando su contenido: había libretas, pergaminos, prendas de vestir, libros y fotografías, todos dispuestos en un conjunto intrigante.

En una esquina del cofre descansaba una caja de rapé. Josephine la recogió con cuidado y cerró el cofre justo cuando Camila entrecerraba los ojos al observar una foto en particular.

Era Remus Lupin.

Los objetos en el cofre parecían haber sido guardados con premura, como si alguien hubiera estado rebuscando o como si su propietario hubiera intentado escapar rápidamente.

¿Pero quién querría escapar?

Camila se quedó mirando fijamente las iniciales grabadas en el cofre, "L.A", y su mente comenzó a trabajar a toda velocidad. Si aquel cofre pertenecía a la hermana de su madre, Lorraine Archibald, y según los rumores ella desapareció, eso podía implicar algo aún más oscuro detrás de la verdad. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Cómo podía ser que ese cofre estuviera en la residencia de los Bellerose? ¿Acaso todo lo que habían dicho sobre su familia era cierto?

Un pequeño escalofrío recorrió la espalda de la muchacha mientras su mente luchaba contra las ideas oscuras y macabras que comenzaron a tomar forma en su cabeza. Pero se negaba a aceptarlas. No podía ser posible.

En los recuerdos de su madre, jamás se refirió a Lorraine como alguien fallecida o en un estado crítico de salud. Todo era bastante claro: Lorraine había escapado.

Cuando salieron del pasadizo entre las paredes y regresaron a la oficina, Josephine le lanzó una mirada temerosa a su esposo, quien simplemente soltó un suspiro, manteniéndose en silencio.

—Todo sea por Camila —dijo la mujer, acercando lentamente su mano hacia la caja sobre el escritorio.

—Todo sea por Camila —repitió Nathaniel, con una solemnidad que transmitía un compromiso profundo y oscuro.

Justo cuando el contenido estaba por ser revelado, diversas motas nublaron el lugar, como si una sombra misteriosa se hubiera interponido en el camino del descubrimiento, dejando a Camila con una sensación de inquietud y ansiedad. El recuerdo se desvanecía, llevándose consigo las respuestas que tanto ansiaba.



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Editado: 31.08.2024

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