𝕽| 𝒄. ₀₄₈
—𝓒.𝓑─
Esa tarde, después de la visita de Dumbledore, me dieron el alta médica. Para mi sorpresa, no había nadie esperándome fuera de la enfermería. Internamente, agradecí eso, ya que tenía mucho que explicar y necesitaba pensar en una excusa lo suficientemente buena para ocultar lo que había sucedido.
¿Cómo podría resumir todo esto, como "mi magia es diferente, peligrosa y estuve luchando contra mi lado oscuro," sin sonar como una completa lunática?
Ni siquiera yo podía procesarlo completamente. Solo quería un día normal.
Solo quería ser normal.
Pensar que no habría nadie en el castillo fue una completa tontería. Era viernes por la tarde, por supuesto que los alumnos estarían merodeando por los pasillos. Las miradas que me lanzaban oscilaban entre hacerme sentir incómoda y mal. Ni siquiera mencionaron la sensibilidad a las emociones que estaba experimentando; Dumbledore no había dicho nada al respecto, pero no era tan torpe como para no darme cuenta por mí misma.
Sin importar lo que suceda, necesito mantener la calma; de lo contrario, dudo poder afrontar la situación.
Y qué suerte la mía. Me encuentro luchando desesperadamente para no perder la cordura. ¿Qué estaba pensando Dumbledore al revelarme todo esto con tanta serenidad? ¿Acaso no comprende la gravedad del asunto? Estamos hablando de magia oscura, ¿por qué no sienten temor? Me siento como una bomba de tiempo a punto de estallar.
No puedo evitar preguntarme qué habría sucedido si la situación no se hubiera controlado. Solo la idea de ello me provoca escalofríos horripilantes. No deseo causar daño a nadie.
¿Qué debo hacer para llevar una vida normal? Desearía que mis preocupaciones se redujeran a problemas triviales de adolescentes en lugar de tener el destino del mundo en mis manos.
Después de esta revelación, es imposible que pueda vivir en paz.
—¡Merlin! ¿Tienes idea de cuánto tiempo llevo aquí?
Un pequeño grito escapó de mis labios cuando Draco apareció repentinamente de un pasadizo que creí vacío.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, desconcertada. Sin embargo, Draco no respondió y en su lugar, se acercó a paso ligero.
Sin necesidad de palabras, rodeé su torso con mis brazos y dejé descansar mi cabeza en su pecho. En momentos como este, un abrazo siempre era bienvenido.
—Estabas asustándome mucho. ¿Estás bien? —susurró con preocupación mientras acariciaba mi cabello.
Suspiré y me aferré más a su abrazo. No sabía si necesitaba descansar, preocuparme por las clases que había perdido o inventar excusas para evitar malentendidos. Me sentía perdida en ese momento.
—¿Quieres descansar? Hablé con los profesores y fueron comprensivos, solo quieren que entregues tus tareas cuando regreses de las vacaciones —añadió con ternura, como si entendiera exactamente lo que estaba pensando. Sin muchas ganas de profundizar en el asunto, cerré los ojos y me refugié en su pecho—. Tranquila, Elle, puedes hablar conmigo cuando estés lista. Snape me dio alguna información, no te presionaré.
Aquello fue suficiente para romper la fugaz calma que había tenido. Snape hizo ¿qué?
—Oh, ¿de verdad? ¿Qué te dijo? —pregunté con interés, levantando la cabeza para mirarlo detenidamente. Su expresión era imperturbable, sin rastro de confusión como la mía. No parecía haber lugar para la tranquilidad al escuchar algo así.
—Peeves, ya sabes —frunció el ceño con fastidio—. No creí que te asustaras tan fácilmente. Aquella vez casi lo ahuyentas mientras patrullábamos, cuando te cantó villancicos desde la armadura —me recordó, soltando un leve bufido. La sonrisa que había aparecido en mi rostro se desvaneció casi al instante, dejando una extraña sensación en su lugar.
No podía recordar ese incidente, por más que tratara de buscar en mi memoria algún rastro de Peeves o la armadura que mencionaba Draco, no encontraba absolutamente nada.
—¿Estás bien? —lo oí decir.
Parpadeé rápidamente y asentí, volviendo a sonreírle, como si intentara mantener una fachada de normalidad mientras todo a mi alrededor se volvía cada vez más confuso e incierto. Draco frunció el ceño y suspiró, pasando uno de sus brazos por mis hombros mientras continuábamos caminando.
—Te juro que yo mismo espantaré a ese poltergeist por hacerte pasar un mal rato —advirtió, mostrándose más molesto de lo que, tal vez, yo debería estar.
No sabía cuánto tiempo tendría que lidiar con esta situación, y honestamente, tenía la impresión de que ni siquiera habíamos comenzado a comprender lo que esto realmente implicaba.
Y allá iba de nuevo, ese sentimiento de desesperación, esa sensación como si mi garganta se estrechara y me faltara el aire. Se suponía que tenía las respuestas en mí, como Dumbledore había dicho, pero entonces, ¿por qué seguía estancada en el mismo lugar? Sin respuestas, sin avances. Lo único que conseguía eran más preguntas que atormentaban mi mente.
—¿Sabes? Ya que mañana iremos a casa, estaba pensando en pasar unos días juntos. Sé de muy buena fuente que pasaremos el Año Nuevo juntos y...
—¿Cómo? ¿Mi papá volvió a escribirte? —lo interrumpí de inmediato, deteniéndonos en un pasillo. No sabía si Dumbledore o Snape habían hablado con mis padres, y no estaba segura de si era apropiado comunicarme con ellos antes de llegar a casa. Era obvio que le escribirían, dado que era algo importante.
Sin embargo, la respuesta de Draco logró tranquilizarme, disipando cualquier preocupación que comenzaba a formarse en mi mente—. No, adivina quiénes lo hicieron, bueno, quiénes —el entusiasmo en su voz creció, y una sonrisa volvió a aparecer en su rostro.
—¿Mis abuelos?
—¡No, Nikolai y Charles!
—¿Ah?
La expresión de Draco cambió drásticamente. Ahora parecía ofendido, muy ofendido, pero también confundido.
—Por favor, te fuiste dos años a Francia, no toda una década —chistó, aún pareciendo confundido por mis palabras. Ante mi falta de respuesta, relajó su rostro y rodó los ojos—. Claro, y yo me creo que no reconoces a tus tíos favoritos... Aunque te gustaba pasar más tiempo con Kendra —parecía como si por un momento dejara de hablar conmigo. Tenía ganas de vomitar todo lo poco que había ingerido en las últimas horas. Sentía que la impotencia, disfrazada de emociones confusas, nublaba mi mente.