𝕽| 𝒄. ₀₅₂
—𝓓.𝓜—
El último día del año jamás se había sentido tan horrible como hoy.
Ahora mismo, detestaba hasta el hecho de considerarlo maldito, porque se supone que hoy debería ser más que perfecto en todos los sentidos. Pero mi salud indicaba lo contrario.
No terminaba de comprender qué comí para terminar así. Siempre soy cuidadoso con lo que ingiero, ¿por qué justo hoy tenia que enfermarme? Y por supuesto, para un mago eso debería ser una ridiculez, pero, no era impedimento para el gran Draco Malfoy.
Ya que sí, a pesar de que mi madre intentó con diversas pociones, hechizos y remedios mágicos, ni uno hizo efecto. Tampoco es que fuera tan ignorante para automedicarme, pues el diagnóstico que el amigo de papá en San Mungo realizó, indicaba que me encontraba perfectamente bien. Entonces la pregunta era: ¿qué carajos estaba mal conmigo?
—Corazón, ¿todo bien? —preguntó mamá desde el otro lado del baño, dando un suave golpe contra la puerta. Cuando me había mentalizado una respuesta lo suficientemente buena como para que regrese a sus actividades de jardinería, un alboroto proveniente de mi habitación volvió a dejarme con la mente vacía, pero alerta.
—Déjamelo a mí, Cissy.
—¡HE CANCELADO TODOS MIS PLANES POR TI! ¡SAL DE ESE BAÑO AHORA MISMO, DRACO MALFOY! —bramó Pansy, golpeando la puerta con desesperación, para luego, soltar una risita bastante fingida—. Disculpa, es que a veces es necesario hablarle en ese tono.
Lo siguiente que dijo mamá no logré oírlo, pues noté que no sólo se encontraba Pansy, si no también Theo y Blaise esperando por mí. Cuando oí los tacones de mi madre alejarse, me armé de valor y limpié las comisuras de mi boca, levantándome del suelo inmediatamente.
¿A qué se debe todo esto?
—¡DRACO...!
—¡Bien, ya salí! —repliqué con amargura, cerrando la puerta atrás de mí.
Los tres se veían preocupados, pero Pansy y Theo rompieron el patrón cuando empezaron a reír con diversión, dejando sólo a Blaise con el ceño fruncido y con una mirada bastante confundida —y perdida— en el rostro.
—¿A ti qué te pasa? —Me crucé de brazos, recostándome sobre la pared.
—Es que no desayuné —musitó dirigiendo la mirada hacia Pansy—. Me sacó de la cama hace menos de quince minutos.
—No es mi culpa que duermas hasta el mediodía —se defendió ella, ciertamente enojada. Rodó los ojos y aclaró su garganta, haciendo un ademán con la cabeza hacia mí.
—¿Qué hacen aquí? —pregunté rápidamente, tomando impulso y haciéndome camino hasta mi cama, en donde Theo, con mucho descaro, se lanzó antes de que yo pudiera poner un pie dentro.
—¡No lo sé! ¿Tal vez por qué es el Baile de los Bellerose...?
—¡Carajo, no lo olvidé! —la interrumpí con cansancio—. Pero, ¿cómo se supone que lo haré si no dejo de sentirme mal? Ni siquiera sé lo que ingerí para estar así.
Pansy y Theo se miraron con una sonrisa socarrona en el rostro que no me trajo buenas vibras. Nuevamente rodé los ojos con amargura, soltando un bufido al quitarme las pantuflas con ayuda de mis pies.
Todo esto era estúpido, realmente estúpido. No comprendía cómo es que el día perfecto terminó siendo... ellos.
—Yo sí —contestó Theo luego de un rato, llevando dirigiéndose a mí luego de consultar mentalmente con Pansy—. Estás nervioso —aclaró alzándose de hombros con simpleza, sacándose los guantes y guardándolos en su bolsillo.
Alcé las cejas, sorprendido, y reí ante su idea, descartándola de inmediato. Me pegué contra el cabezal de mi cama y tomé un libro que dejé en la mesa de noche con intenciones de continuar leyendo sobre la vida de algún alquimista famoso. Pretender que no estaban aquí hasta que se aburrieran y se fueran no se veía como una mala idea.
—Sabes que puedes hablar con nosotros, tenemos más experiencia y es normal estar nervioso...
—¡¿Cómo se te ocurre que yo podría estar nervioso?! —exclamé, cerrando el libro y tirándola en su pecho—. ¡Soy Draco Malfoy! ¡Y no estoy nervioso!
—¡Y yo soy Theodore Nott, reconociendo que sí lo estás!
—¡Que no estoy...!
—¡Por supuesto que lo estás! —me cortó Blaise—. Tienes miedo de que Camila diga no —insistió, tirando del brazo de Pansy para que se echara a su lado, pero la pelinegra lanzó un manotazo en su brazo y se concentró en mí al dejar de examinar el libro que tiré.
—No estoy nervioso. —aseguré con seriedad. Pero ni uno pareció creerme.
—A ver, tienes esa sensación de vacío en el estómago, tus manos sudan —dirigió su mirada a mis manos, sonriendo con suficiencia al ver como las secaba en mis pantalones—, y probablemente no pudiste dormir durante porque no dejabas de pensar en Camila.
—¿Y si tiene un ataque de ansiedad? —dudó Blaise, recostándose sobre sus codos.
—¡Que no!
—¿Entonces qué? —hablaron los tres al unísono, ya cansados de mi insistencia.
—Bueno. Tal vez tengo miedo... ¡Pero es que, ¿si dice que no?! —me apresuré en decir antes de que volvieran a interrumpirme.
—¿Por qué diría que no? Llevan casi un año gustándose —terció Blaise, haciendo una mueca ante el tirón que ahora Pansy ejerció en él.
Hubo un silencio prologando, que causó que diversas preguntas salieran al aire. Conocía tan bien a Pansy que mi mano viajó hacia un cojín y me cubrí con él antes de que cualquiera pudiera decir o hacer algo. No entendía cuál era su fijación con golpearme el brazo. Bueno, a todos.
—¡Porque este pedazo de hombre reconoce que las cosas fueron muy lejos con Camila! Tienes miedo de que ella diga no porque tal vez cree que ya son novios. ¡Eres un imbécil, Draco Malfoy!
Y tal como lo supuse, golpeó mi brazo repetidas veces, tanto que no se supe en qué momento el cojín salió volando, dejándome sin alguna protección.
—¿A qué te refieres con que fueron muy lejos? —inquirió Blaise mientras trataba de alejar Pansy.
La pelinegra jadeó, ofendida, y se zafó de su agarre, levantándose de mi regazo ante su pregunta—. ¿Es que acaso no sabes?