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—𝓓.𝓜─
Cuando las festividades llegaron a su fin y el Expreso de Hogwarts golpeó mi puerta con entusiasmo, no pude estar más feliz de regresar a la escuela. Por primera vez.
¿La razón? Oficialmente, Camila y yo somos novios.
Aunque no habían pasado más de dos días, las horas posteriores a la hermosa velada que pasé con ella me atormentaron apenas pusimos en pie en la fiesta de nuevo. Nikolai finalmente habló conmigo, y tras una charla bastante larga, me dio una especie de bendición. Como era de esperarse, también nos regañaron, y no sólo por una demostración bastante afectuosa frente a todos, sino por perdernos el brindis de medianoche y el conteo de las doce.
Sí, el tiempo se nos fue volando luego de las palabras dulces...
Hogwarts no tardó en ponerse al día de todo, pues era claro que las noticias irían volando en cuestión de horas, y el hecho de que diversas editoriales pelearon por tener fotos exclusivas del beso, incrementó todo aún más.
Resultaba que la unión de los dos miembros de las familias Sangre Pura más importantes de la historia, era todo un tema del que hablar entre personas del mismo círculo y criterio que nosotros.
—¿En qué tanto piensas? —La voz de Camila me sacó de mis pensamientos, arrastrándome a la realidad de forma abrupta. Nos encontrábamos regresando de un cansado patrullaje por los pasillos del castillo.
Sí, ser prefecto no es muy divertido a veces, mucho menos, cuando de regreso a clases hablamos. Por alguna razón, los alumnos venían con una dosis alta de desorden y rebeldía, por lo que era normal encontrar a unos cuantos en corredores desiertos o lugares que ni siquiera se podría considerar un escondite.
¿Por qué carajos alguien se metería en un cuartucho repleto de telarañas? Al principio, Camila y yo creímos que escondía algo, luego, ella sugirió qué tal vez unos matones lo molestaban... Resultaba que simplemente quería comer unos turrones sin que sus compañeros lo molestaran.
—¿Aún te duelen los muslos? —le pregunté a Camila, tras volver a perderme en mis pensamientos.
—Sí, creo que debería empezar a ejercitarme o algo así —musitó, suspirando aliviada cuando llegamos a los últimos escalones que nos llevaban a las mazmorras—. A veces agradezco tener la sala común aquí; no hay que subir tantos escalones... ¿te imaginas como la pasaran los de Ravenclaw o... Gryffindor?
—¿Acaso el quidditch no te ayuda? A mí me sirvió bastante para tener más físico —tercié, esperándola en un escalón más abajo mientras ella se recargaba sobre mis hombros por cada paso que daba—. Por eso y muchas cosas más, Slytherin es superior —agregué, respondiendo a su último comentario.
—Oh, ¿volveremos a tener esa charla? —repuso, tomando impulso y rodeándome para verme cara a cara. Alzó una ceja en la espera de mi respuesta.
—No, creo que luego de tres horas discutiéndolo ya te lo habré dejado bastante claro —aseveré con una sonrisita.
Camila rodó los ojos diversión y se paró erguida apenas terminó de estirarse, estando más dispuesta a continuar el camino hacia la sala común por su cuenta.
—Eso tenlo por seguro —musitó arrugando la nariz.
Rodeé sus hombros por inercia apenas la tuve a mi lado, atrayéndola hacia mi cuerpo. No pude evitar sonreír al ver su reacción; sus mejillas sonrosadas y su intento fallido por ocultarlo era simplemente precioso. Se veía como un pequeño ángel.
—Creo que Theo nos obligará a vigilar los pasillos del quinto piso —comenté, tratando de alivianar el ambiente para evitar hacerla sentir incómoda, si es que se sentía de tal forma.
—¿Retomaremos lo de las Bóvedas? —preguntó confundida.
Me quede casi pasmado al tener un pequeño recordatorio de la situación que la rodeaba; su repentina pérdida de memoria. Hice una mueca, sintiéndome frustrado al tener esas cosas pendientes en el fondo de mi cabeza.
¿Por qué no me habla sobre lo que le sucede?
Durante meses, todo lo que hice fue recoger las pequeñas cosas que se le escapaban. Pasé muchas noches sin dormir, especialmente cuando volvimos de las vacaciones de verano. Todo me llevó a que no sólo su familia estaba involucrada, sino que también la mía, Severus Snape y hasta el mismísimo Albus Dumbledore. ¿Acaso nuestros amigos también sabían? Eso me haría sentir realmente mal, para ser honesto.
Pensar en que todo el mundo me oculta algo es horrible.
—Me parece que sí, ellos se lo tomaron más enserio que nosotros —respondí finalmente—. Podemos dar un paso al lado, si gustas, no estoy tan entusiasmado como al principio —confesé, sintiéndome un poco mal. Lo que menos quería era abrumarla con todo lo que tenía encima, a pesar de que el tema de las Bóvedas me entusiasmaba demasiado.
Sí, estaba un poco enojado ante lo que me ocultaban, pero mi interés y cariño hacia ella era más grande que cualquier cosa. Luego de tiempo, ambos pudimos aclarar nuestros sentimientos y dimos un paso más en nuestra relación. Realmente no quería problemas y arruinar todo. Sólo quería hacerla feliz, no traerle más cosas por las que preocuparse.
—No, ¿qué es lo peor que podría pasar? —continuó, mostrando una sonrisa despreocupada—. De todas formas, me vendrá bien un poco de distracción antes de los TIMOS...
—Lo había olvidado por completo —solté, trazando dibujos sin sentidos en sus brazos descubiertos—. Supongo que es mejor, así no te veré colapsando a cada hora.
Ella abrió la boca, notándose ofendida por mi comentario, pero la silencié casi de inmediato con un beso. Camila sonrió y se volteó frente a la pared de piedra que nos separaba de la sala común, pronunciando la contraseña a la vez que me tomaba de la mano para ingresar.
Una escena a la que me encontraba ciertamente acostumbrado nos recibió; Pansy, Blaise, Theo y Daphne se encontraban frente a la chimenea, sentados alrededor de la pequeña mesa en donde solíamos reunirnos para investigaciones o simplemente pasar el rato.