Realities | Draco Malfoy

Capítulo 65

𝕽| 𝒄. ₀₆₅
—𝓒.𝓑─

Era una fría y oscura noche de verano, un escenario inusual pero tristemente familiar en aquel rincón de Inglaterra. Sentía que el clima se mofaba de mí, como si estuviera conspirando en complicidad con mis sentimientos vacíos y sombríos. Me preguntaba si tenía el poder suficiente para influir en eso; a estas alturas, nada me sorprendería.

No hace mucho el ciclo escolar en Hogwarts había culminado, y dio paso a las vacaciones de verano, que en comparación con las anteriores, no habían sido nada divertidas. Ni siquiera el sol se atrevía a salir.

Los días se estiraban hasta la eternidad y el dolor parecía no tener fin.

El verano se vestía de invierno, congelado y frío.

—Buenas noches —escuché a Narcissa entrar al salón con una voz apagada y vacía. Tomó asiento frente a mí y retomó el libro que parecía haber estado leyendo anteriormente sobre plantas mágicas.

—Buenas noches —la saludé, con un semblante igualmente sombrío.

En ese momento, me sentía perdida en la mansión Malfoy. El lugar, que solía cargar un ambiente lúgubre y misterioso, ahora parecía desprovisto de sentido. Estaba vacío y apagado, incluso el terror que antes emanaba era añorado por sus propios elfos domésticos.

—¿Has descubierto algo nuevo? —intenté entablar una conversación con ella, consciente de que esta situación también era difícil para Narcissa. Su esposo estaba encarcelado y su hijo se había convertido en un fantasma en su propia habitación.

Mi madre venía a visitarla constantemente, ofreciéndole su apoyo incondicional como a una gran amiga. Yo, por mi parte, acudía durante las tardes o las mañanas, aunque aquella noche fue la excepción. Rara vez pasaba tiempo con Narcissa, pero horas antes había recibido su invitación a cenar. No podía rechazarla, no cuando todos mis pensamientos se centraban en ver a Draco en los breves momentos en los que se aventuraba fuera de su habitación.

Creíble o no, no había visto a Draco desde que regresamos de Hogwarts. Los primeros días pareció haber un acuerdo silencioso entre nosotros, como si necesitáramos un tiempo aparte. Pero a medida que esos días se extendieron y se convirtieron en semanas, supe que algo no estaba bien. El vacío que se había instalado entre nosotros se volvió cada vez más abrumador. No podía evitar preguntarme qué estaba pasando por la mente de Draco, qué demonios estaba ocurriendo en su habitación mientras yo intentaba desesperadamente mantener la calma en la mía.
La incertidumbre me carcomía por dentro. Me preguntaba si él también sentía ese dolor punzante en el pecho, si se encontraba atrapado en un torbellino de pensamientos y emociones como yo. Pero no podía acercarme a él, no podía romper esa barrera invisible que nos separaba. Era como si nuestros mundos se hubieran alejado, y me sentía impotente para cambiarlo.

Pasaba las noches en vela, con la mirada fija en el techo, tratando de descifrar qué estaba pasando. Las lágrimas se deslizaban silenciosamente por mis mejillas mientras me repetía una y otra vez que esto no era lo que imaginé para nosotros. El miedo a perderlo se apoderaba de mí, alimentando el nudo en mi estómago. Intentaba aferrarme a los recuerdos felices que compartimos, a esos momentos en los que éramos inseparables, pero se volvían cada vez más difusos. ¿Dónde se habían ido esas risas contagiosas, esas miradas llenas de complicidad? ¿Dónde estaba el amor que nos unía?

El tiempo se desvanecía lentamente, y aunque buscaba desesperadamente una manera de volver a conectar con él, me sentía atrapada en un laberinto de silencio y distancia. ¿Acaso ya no éramos capaces de encontrar el camino de regreso? Mi corazón anhelaba respuestas, anhelaba recuperar lo que habíamos perdido, pero temía que fuera demasiado tarde.

En medio de la oscuridad y la incertidumbre, solo podía aferrarme a la esperanza de que algún día encontraríamos la manera de sanar nuestras heridas y reconstruir lo que se había desmoronado entre nosotros. Pero por ahora, el peso del tiempo y la ausencia nos consumían, dejándonos atrapados en un limbo emocional del que no sabía cómo escapar.

—Nada interesante, tal vez deje la jardinería por un tiempo —musitó Narcissa cerrando su libro con tristeza—. Era una actividad que solía disfrutar haciendo con Lucius, y ahora que él no está... —tragó un sollozo, secando rápidamente sus lágrimas—. Me siento ridícula, ¿sabes? Mi hijo sufre en la soledad de su habitación mientras yo me rehúso a animarlo porque estoy lidiando con mi propio dolor. He sido tan egoísta últimamente, lo siento.

—Cissy, no hay nada de qué disculparte —me acerqué a ella, arrodillándome y tomando su mano—. Ambos están sufriendo, y bueno, Draco... apenas ha salido de su habitación —a medida que completaba la frase, mi voz se desvanecía, inundándome de un sentimiento al que me había acostumbrado desde hace mucho tiempo.

Aunque lo odiara, ese dolor en el pecho se había convertido en algo con lo que sentía que viviría por siempre.

—¿Por qué no intentas llevarle la comida? No creo que te la rechace, no a ti —sugirió ella, intentando impulsar nuestro tan anhelado encuentro, aunque no estaba segura de cómo reaccionaría.

Draco apenas comía; su falta de apetito iba de la mano con la costumbre de encerrarse en su habitación durante todo el día o pasar las noches en la biblioteca.

La idea sonaba tentadora, pero no había intentado llevarle comida antes, pues creía que no me abriría la puerta.

—Hay un elfo listo para entregarte la comida de Draco, ¿qué dices?

Aunque con dudas y temores, acepté, encontrándome finalmente con el viejo elfo de los Malfoy, quien servía exclusivamente a Draco. El elfo mencionó que normalmente cenaba bastante, pues solía leer durante toda la noche, algo que ya sospechaba. Sin embargo, me intrigaba saber qué era lo que lo mantenía en ese estado.

Minutos después, me encontré frente a su habitación, sintiendo un torbellino de emociones. ¿Y si me ignoraba? ¿Si me echaba de su habitación?



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En el texto hay: draco malfoy, dracomalfoy, realidaddeseada

Editado: 31.08.2024

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