Rebelde por una noche

14. Demid

Volvimos a la ciudad en silencio. Yo estaba demasiado enojado e irritado para hablar, y Vlad, cansado, sólo cabeceaba. La odisea de sacar el coche terminó cuando, tras quitar la batería, la llevé a través de medio pueblo y ayudé a instalarla en un tractor viejísimo. Luego, esperé a que aquel trasto, tosco y achacoso como un viejo, finalmente arrancara con un rugido tan grande que, de estar mi pobre coche más cerca, seguro que habría salido del lodo por el susto. No sé cómo ese cacharro consiguió sacar mi coche del barro. La apariencia del coche después de eso no era mucho mejor que la del tractor, pero la estética era lo de menos en ese momento.

Nos esperaba la segunda etapa de las aventuras. Una mala idea me llevó a preguntarle a Tétere sobre Lada. Él estuvo callado unos diez minutos, tratando de recordar, y luego dijo que no conocía a ninguna Lada, pero que conocía a una tal Liuda. Como si no tuviera suficientes aventuras, nos fuimos con Tétere para ver a esa Liuda-Lada. Debo admitir que, cuando abrió la puerta una señora mal vestida y nos preguntó cuánto aguardiente queríamos, supe que ahí no encontraríamos a Lada. Es más, comencé a desear no encontrarla.

Al fin, devolviendo la batería al tractor para que pudiera irse a casa, me despedí de Tétere, Dmitrivka y mis esperanzas, y nos dirigimos a la ciudad. Antes de quedarse dormido del todo, Vlad me prometió que revisaría todos los datos y registros del pueblo para encontrar alguna pista sobre Lada.

– ¡Bro, encontraremos tu cuadro! – dijo mientras se acomodaba y se dormía con la conciencia tranquila.

¡Qué suerte la suya! La vida de Vlad cambió significativamente cuando conoció a su Marie. Además de Marie, vinieron sus dos sobrinos gemelos, Érik y Érika, sumamente traviesos. Los niños tenían una madre, pero pasaban más tiempo con Marie. La ex de Vlad, Margot, era la única que le causaba problemas, ya que no pudo calmarse con su novio, ni siquiera después de haber tenido un hijo con él. De vez en cuando, ella aparecía en la vida de Vlad, montando escenas, a veces algo bebida, o, más bien, muy bebida. Pensé en ella porque su nombre había aparecido varias veces en la pantalla del teléfono de Vlad, que estaba en modo silencioso en el panel del coche. Que llamase, no quería despertar a mi amigo.

Pero... me arrepentiría de no haberlo despertado. Mientras ignoraba las llamadas de mi padre, ya podía imaginar cuán enojado estaría él.

Mi relación con mi padre, lamentablemente, nunca había sido sin nubarrones. Nosotros éramos más competidores que padre e hijo, tratando de demostrar quién era mejor. No sé por qué ocurrió así. Competíamos en carrera profesional, en éxito, e incluso en la atención de mujeres. Después del divorcio con mi madre, él estuvo siempre solo, pero, siendo imponente y exitoso, no le faltaba atención femenina. Sin embargo, seguía compitiendo conmigo. Y muchas veces, debo decir, ganaba. Es terrible imaginar lo que sucederá si no regreso el cuadro a tiempo. Pero lo peor de esta situación es el deterioro total de nuestra relación.

Cuando llegamos a la ciudad, Margot había llamado a Vlad por séptima vez. Sí, las conté y pensé que quizá era algo serio. Incluso, mi padre solo había llamado tres veces, y él también sabe cómo molestarte hasta desde debajo de la tierra. Entonces, decidí despertar a Vlad.

– ¡Tengo un problema y no respondes! – chilló el altavoz, despertando a mi amigo somnoliento.

– Estuve ocupado. ¿Qué pasó? – preguntó Vlad, sin mucho entusiasmo.

– ¡Esto no es una conversación telefónica! ¿Dónde estás? ¡Voy para allá!

– No es necesario que vengas, Margot. No estoy en casa, acabo de llegar a la ciudad. – intentó detener el torrente de gritos de ella.

– ¿No en casa? ¿Dónde entonces? – insistía ella.

– ¡Por asuntos! – respondió Vlad, ya bastante enojado.

– Eh, cálmate... – le dije suavemente, tirándole del brazo.

– ¿Quién es ese? ¿El Conde? ¿Estás con él, verdad? – ¡qué oído tenía! Como el de un murciélago.

– ¡No! Margot, tienes a tu hombre, deja que él resuelva tus problemas. ¡No me llames! – hacía mucho que no veía a Vlad tan furioso.

– ¿Qué te pasa? – le pregunté extrañado cuando colgó el teléfono.

– Ya tuve una pelea con Marie esta mañana por su culpa. Por eso vine temprano a verte. – finalmente confesó mi amigo. – Margot me tiene harto. Bebe, deja al niño con su madre y me hace llamadas.

– Sí... Tienes que hablar con ella y hacerle entender que realmente no tienes nada que ver con ella ni con sus problemas.

– Claro, como si fuese tan fácil hablar con ella y que lo entienda al instante. – suspiró Vlad.

– No te quejes. ¡Yo creo en ti! – le sonreí a mi amigo, dejándolo en nuestra estación. Yo me dirigí a casa, necesitaba ducharme, cambiarme y armarme de valor para hablar con mi padre...

Sin embargo, mis planes no se cumplirían. ¿Cómo no vi a Margot, con su costumbre de vestirse con ropa colorida y brillante, sentada en la banca frente a mi casa? Y cuando la vi, ya era tarde, venía corriendo hacia mí, abrazándome con una falsa alegría en el rostro y un aroma a licor barato que derribaba...




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