Libro primero
Edrian
CAPITULO I
El objetivo.
¿Alguna vez te has preguntado cómo es el infierno? Yo nunca he sentido la necesidad. Este, este es mi infierno personal.
Hace más de tres mil años ambas partes, el cielo y el infierno, firmaron un pacto sagrado. Ningún bando se cruzaría con el otro, la cacería de almas se limitaría al territorio que les correspondía respectivamente. Era una forma de mantener la paz dentro del caos. Por cientos de siglos el pacto se respetó, ahora una guerra interna se ha desatado en el infierno. El príncipe de las tinieblas ha caído y varios se disputan ahora el trono y el sello más importante de todos, el del pacto, ha sido roto, se ha derramado la sangre de un ángel y ahora la última de las batallas tendrá lugar en la tierra.
La rebelión entre los bandos ha comenzado, y la raza humana no parece darse cuenta, de que sus propias almas dependen del resultado. Es un tiempo en el que ángeles y demonios caminan entre ustedes como iguales y yo soy el único capaz de detenerlos.
Mi nombre es Edrian y soy un caído, un ángel expulsado del mismísimo cielo, no tomo bandos en este asunto, no soy uno de ellos y tampoco uno de ustedes; soy un exterminador y mi misión es eliminar a tantos como pueda. He visto más de lo que cualquier alma puede y a aquellos que pecaron y cruzaron la delicada línea que divide el bien del mal, solo puedo decirles, que rueguen porque yo llegue a ellos antes y los acabe, pues he visto lo que la oscuridad oculta.
***
De noche otra vez, no sé cuantas noches he visto y he vivido, si es que lo que hago se puede considerar vivir. Soy un inmortal. Para mí todos los días son iguales y las noches son las mismas. Esconderse entre los enemigos es la mejor estrategia; ningún humano, ni tú, ni nadie es capaz de distinguirnos, podemos ser tan normales como tu vecino o tu mejor amigo; pero es de lo que somos capaces lo que nos diferencia, y esa es la razón por la cual me convertí en un exterminador.
Después de que el pacto fue roto, la tierra se transformó en el punto cero de toda la guerra, una vez en ella, ambos bandos quedan solos, las comunicaciones dentro y fuera de la tierra no existen. Es una maniobra para que ninguno de los clanes se pueda comunicar; lo que no saben es que yo los puedo escuchar a ambos.
Lo bueno de ser y no ser uno de ellos es que conozco cada uno de sus secretos y poseo muchos de sus poderes. Por ser un caído sé como es el cielo y como trabajan los ángeles; no son iguales a como los pintan, a decir verdad. Al caer, solo tienes una opción, un solo lugar al que recurrir; o estás con los "buenos" o estás con los "malos". He probado cada extremo y aprendido cuanto he podido de ambos. La única regla que tienen en común los dos es el "Libre albedrío" y yo tomé mi decisión hace mucho tiempo atrás. No pertenezco a ningún lugar, la tierra es mi hogar, pero no soy uno de ustedes, más he vivido lo suficiente en ella como para saber que vale la pena luchar.
Hay un nuevo objetivo en la mira; pero lo más curioso de todo es que por algún motivo los dos bandos lo quieren. He pasado toda la noche prestando atención a lo que sucede entre los ángeles y los demonios, pero parece que se han percatado de que sus pensamientos pueden ser escuchados por mí, o quizás es solo una medida preventiva, lo único de lo que estoy seguro es de que ninguno quiere pensar mucho en ese objetivo, no quieren que llame la atención, lo quieren mantener alejado de mi.
Solo me quedaba una opción, seguir a los líderes. "Sigue al pastor, nunca al rebaño", las ovejas son siempre el señuelo. Tan orgullosos, nunca cambian. Gabriel y Azahel, dos caras de la misma moneda, mis antiguos hermanos. Qué fina y sutil es la línea que separa el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto. Hasta lo más puro puede ser corrupto.
Pasé días escuchando los pensamientos de ambos sin encontrar nada, nada más que paredes y muros levantados únicamente para mantenerme alejado. Inteligentes, al menos algo habían aprendido en todo este tiempo, tenían más cosas en común de la que imaginaban, ninguno se confiaba de mí.
Los rayos de la luna se proyectaban a través de la ventana de mi apartamento, en el último piso de una de las torres más caras de la ciudad. Sí, podía darme ciertos lujos, esa es una de las ventajas de vivir eternamente; no tener que preocuparse por el dinero; nos mezclamos entre los humanos pero casi siempre desde las altas esferas, qué mejor forma de influir en el mundo que a través de todos aquellos personajes que los demás querrían imitar, empresarios, líderes políticos y religiosos, actores, cantantes, modelos...incluso dominábamos las esferas más bajas, trabajamos en lo que muchos denominarían, los "bajos fondos". Aunque ese ámbito lo controlaban aun más los demonios, esparcían el mal a través de las mentes más débiles.
De repente algo extraño pasó. Fue una especie de estallido, un dolor insoportable; miles de incesantes sonidos iban y venían como si alguien les subiera y bajara volumen. Quería gritar de desesperación, pero era incapaz de conseguir la fuerza; y de pronto...encontré lo que estaba buscando, lo que llevaba días tratando de descubrir.
-Es ella...
-Sí...