Rebelión

Capítulo V Infernum

CAPÍTULO V

Infernum



 

Habría reconocido aquel lugar en cualquier momento; no era la primera vez que caminaba por aquellas tierras. Lilith me había transportado a donde deseaba, estaba de vuelta en el infierno.

No sabría detallar con palabras cómo es aquel sitio, no existe un adjetivo lo suficientemente horrible para describirlo. Aquel había sido mi perdición durante lo que parecieron siglos, aunque no recuerdo exactamente cuánto tiempo fue; lo habría dado todo en ese entonces por no volver a pisarlo, pero ahora me encontraba de frente a aquel interminable laberinto otra vez.

Millones de metros bajo tierra se edificaban, imponente e indestructible, toda una civilización, la de los caídos; frente a mí se extendía un largo pasillo llameante que me conduciría más abajo aún, apenas estaba en la antesala, en una especie de purgatorio demoniaco donde te recibían. Las paredes que me rodeaban eran grandes rocas, rojas por el fuego y el calor que emanaba del suelo; se podía apreciar fácilmente el fuerte olor a azufre en la atmosfera y escuchar los desdichados gritos de aquellos con peor suerte que la mía. El solo estar de vuelta en ilusión me hacía temblar; para alguien que no le teme a nada, incluso el infierno lo puede asustar, en especial cuando comienzas a contar, y recordar, tus pecados.

-Hogar dulce hogar – Saludó Lilith melancólica inspirando profundamente. No estábamos realmente en el infierno, ni ella ni ningún demonio en la tierra podría bajar a él mientras durara la guerra, era solo un recuerdo, una especie de ilusión, pero una demasiado vívida.

-¿Dónde está Elena? – Pregunté enseguida, quería salir de aquel lugar cuanto antes.

-Sabes muy bien cómo funciona esto, Edrian – Me refutó enojada – No puedo decirte dónde está porque no lo sé, debemos buscarla primero.

Olvidándose momentáneamente de su enojo torció el rostro y me miró a los ojos con una mueca burlona que no pasé por alto.

-Mmmm... ¿Lo sientes? – Se deleitó.

No necesitaba explicación a aquella pregunta, sabía exactamente a lo que se refería, mi alma comenzaba a quebrarse ante todas aquellas sensaciones. Aquel lugar me aterrorizaba más allá del miedo común; un lugar donde todos tus pecados te acechaban hasta convertirte en aquello que temes, en el monstruo escondido dentro de ti. 

-¿Comenzamos? – Invitó.

-Después de ti – Dije haciendo espacio para que liderara el camino, manteniéndola lo suficientemente cerca de mí en caso de traición, cosa bastante posible.

Aparté la mirada de ella, caminó unos pasos delante de mí consiente del filo de la daga en su espalda, si intentaba algo sería su fin, atravesaría su espectro con ella y la acabaría, jamás podría regresar otra vez. Ese era el pequeño detalle que más me aterraba, en la tierra habría sido diferente, de haberla atravesado con ella, su cuerpo humano habría muerto pero su espíritu habría vuelto al infierno intacto, claro que estando en él, como en este caso, aquello significaba el fin; no habría vuelta atrás para la muerte en aquel lugar. Comencé a andar rápidamente por el pasillo; a partir de esa dirección comenzarían a abrirse ante nosotros las distintas vías, todas con un lugar de llegada en común, la última de las etapas del infierno, el valle de las almas, el lugar donde al final todas las almas yacían, y donde probablemente encontraría a Elena.

Caminamos por lo que parecieron horas hasta que las paredes que nos rodeaban comenzaron a abrirse poco a poco, ensanchándose y presentando la primera de las etapas. Cada vez que avanzabas te internabas más en el abismo y si no recordabas tu norte, tu misión; la culpa y tus pecados te consumirían hasta que ya no hubiese vuelta atrás, la puerta se cerraría a tu espalda y no te darías cuenta; ese era el verdadero infierno, el que uno mismo creaba, en el que el hombre se ahogaba. No tenía ningún deseo de recordar mis pecados.

El camino pronto llegó a un terreno llano y desolado donde la tierra se agrietaba con el peso de nosotros y grandes bocanadas de vapor salían de ella rodeándonos. Estábamos en el desierto de arena caliente, ya podía sentir el calor sofocante asfixiándome a medida que avanzaba; esa era parte de las características del infierno, ir debilitándote poco a poco, destruyendo tus defensas hasta que fuese muy tarde.

-Después de ti – Susurró Lilith a mi lado con una media sonrisa en el rostro, vigilando cada uno de mis movimientos; más le valía que no fuera una trampa o acabaría con su vida en ese mismo instante, no habría infierno al cual regresar para ella, pues a pesar de que aún estábamos en la tierra y solo nuestro subconsciente estaba aquí abajo, cuando un ángel o demonio muere en el infierno deja de existir para siempre.

A cada paso el calor era más apremiante, parecía absorber todo el oxígeno de la atmosfera y hacerte sentir el fuego de adentro a fuera; la caminata era un calvario pero no estaba dispuesto a demostrar la más mínima señal de debilidad, debía esconder mis emociones y mantenerme centrado en mi objetivo. Era su imagen la que me ayudaba a mantenerme en una sola pieza, en este mundo ya no existía Ana, era Elena la que abarcaba toda mi concentración, su alma, mi salvación. Necesitaba acabar de una vez por todas con todo eso.

Elena había sido el centro de mi existencia durante siglos, la única imagen lo suficientemente fuerte como para llenarme del odio y de las ganas de venganza necesaria para cumplir con mi misión, castigar a aquellos que se pasaron al otro bando y a los que la asesinaron. Siempre había sido fácil equivocarse, tomar la decisión errada, pero podías levantarte y enmendar tu error; ellos habían elegido seguir errando, seguir pecando y hundiéndose en la oscuridad hasta volverse parte de ella, ya no podían llamarse a sí mismos ángeles o arcángeles, solo eran monstruos disfrazados.




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