Rebelión: La ciudad de los caídos

El dios caído

— ¿Porque estás aquí? — pregunté — ¿Porque estas con los caídos? — le vi con aflicción— Ustedes no pueden caer ¿cierto? — Pregunté bajando la mirada — Los dioses no pueden caer— dije en un susurro más como una afirmación que una pregunta.

— Creo que todo comenzó hace cientos de años en el pasado— dijo al parecer tratando de recordar — Se me hace imposible saber en qué tiempo exactamente sucedió— entornó sus ojos.

— Solo dime lo que recuerdas— musité. Y él suspiró cansado, hasta que segundos que parecieron horas le hicieron hablar.

— Coellum es el lugar donde habitaban los dioses y sus legiones después que se llevara a cabo la división del planeta y de las razas debido a la rebelión— explicó viéndome fijamente — Se sabe que el territorio de los dioses es el más grande de todo el mundo a diferencia del de los humanos y los Agfin incluso que el de los caídos— dijo mientras tomaba asiento nuevamente a lo que yo imité su acción —Era un lugar realmente hermoso—masculló pensativo.

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Khaler era el segundo hijo directo de Echo y Caio el padre de todo. Había nacido siendo poseedor de numerosos e imaginables poderes por lo cual era motivo de envidia por parte de Acker su hermano mayor el cual prendía en ira al ver como el joven dios acaparaba toda la atención de su padre quien se pasaba los días completos ayudando al niño a desarrollar los diferentes poderes que poseía. Acker el cual fue concebido por Caio y Echo la diosa madre de la sabiduría cinco años antes que Khaler. El primogénito nació siendo un dios de rango menor los cuales solo eran acreedores de un solo poder. A la llegada de su pequeño hermano se dio cuenta que nada sería igual debido a que había nacido el siguiente padre de todo y no había sido el primogénito como la profecía lo dictaba, dejándolo así excluido de la línea sucesora al poder. A pesar de todo Acker era un chico poseedor de gran belleza con rasgos muy parecidos a su padre heredando de él su maravillosa inteligencia. Esté tenía la capacidad de controlar las acciones o el razonamiento de otra persona doblegándolo a su voluntad y ante todo era un experto en combate, pero la envida le estaba consumiendo

— Hermano espera— un pequeño Khaler gritó mientras corría tras él.

— ¿Qué mierda quieres? — Acker masculló con cara de fastidio.

— ¿Puedes enseñarme a combatir? — Khaler tomó su mano con emoción — Quiero ser como tú— dijo aún con mucha más emoción.

— Eres patético— susurro poniendo sus típicos ojos de asco —Nunca serás igual a mí—sonrió con altanería.

— Por favor, prometo hacerlo bien— masculló poniendo cara de lastima. Por la cabeza de Acker pasó la idea de que sería una buena oportunidad para enseñarle una lección sobre lo que era el dolor y que es lo que se sentía que una persona no fuera condescendiente por ser quien era. Estos caminaron hasta la arena de entrenamiento donde las legiones de los dioses practicaban, la cual para suerte de Acker se encontraba vacía.

— Bien atácame, te permito usar tus poderes—dijo.

Khaler corrió a toda velocidad hacia él, su ojo izquierdo se vio rodeado de una intensa luz dorada y justo cuando su puño estaba cerca del rostro de su hermano, Acker se inclinó hacia abajo con gran velocidad dando un golpe limpio en su abdomen haciéndole rodar por el polvo del campo. Aun así, Khaler se puso de pie rápidamente sosteniendo con fuerza su adolorido estómago.

— ¿Ahora lo ves? Jamás serás como yo, solo eres un bicho fácil de aplastar— Acker rio con sarna.

Khaler se volcó nuevamente hacia su hermano arrojando golpes que lograban ser esquivados por Acker sin mucho esfuerzo, pero este se confió demasiado, y en un descuido su mejilla fue golpeada con tanta fuerza que un corte cerca de su ojo dañó su pulcro rostro. El menor vio como Acker llevó sus dedos hasta su mejilla y como este abría sus ojos con enojo al ver como el Cair salía de esta. El corazón de Khaler comenzó a palpitar de una forma alocada al ver como los ojos de su hermano se volvieron totalmente negros, no había ni un espacio de ellos que no se tiñera de este color. En ese momento supo que nada bueno sucedería.

— Perdón no fue mi intención— masculló en un hilo de voz mientras retrocedía lentamente, ya que Acker comenzó a acercarse a él.

— Voy a matarte— le escuchó susurrar con rabia. Al acercarse a Khaler le tomó por el cuello levantando su cuerpo sin esfuerzo alguno. El menor solo se retorcía tratando de respirar mientras él apretaba su cuello cada vez más —¡Vas a morir! — gritó. Venas de color negro comenzaron a asomarse en su rostro. Tomó impulso lanzándole como si de una bola se tratase, repentinamente un fuerte rayo golpeó la arena. Alguien detuvo el cuerpo de Khaler antes que tocase el suelo al alzar su vista pudo ver el rostro de su padre, el cual le cargaba en sus brazos mientras se debatía entre la inconsciencia y la lucidez. El menor conectó su mirada con los ojos heterocromáticos del dios supremo el cual veía al frente y de ellos se desprendían corrientes de energía mientras veía con enojo a su primogénito.

—¿Qué demonios crees que haces? — gritó reprendiendo a su primogénito con tanta potencia que su voz hizo temblar la tierra. La apariencia de Acker volvió a la normalidad rápidamente —¿No te estoy hablando? ¡Contéstame! — le gritó nuevamente produciendo un temblor aún más fuerte.

— Solo entrenábamos padre— respondió con la mirada en el suelo.

— ¿Acaso quieres matarlo? Sabes muy bien que aún es débil a diferencia de ti, solo es un maldito niño— Caio increpó con ira.

— ¡No la tomes conmigo! — Acker gritó.

— ¡No te atrevas a hablarme así! — Caio elevó la vos provocando que Khaler diera un respingo entre sus brazos.

— ¡No lo soporto más! ¡Al demonio con todos ustedes! — Acker volvió a gritar con enojo mientras lagrimas se asomaban por sus ojos.

— ¿De qué va todo esto? — Caio preguntó sin poder creer la sublevación de su hijo.




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