Rebelión: La ciudad de los caídos

¿Que planeas hacer?

—¡Oh por dios! ¿Qué carajo acaba de suceder? ¡Gabrielle que acabas de hacer! — restregué mi rostro con frustración.

Al salir de su casa mis sentidos estaban totalmente nublados, pero ¿por qué me debería de importar lo que sucediese en el mundo de los dioses? ¡esos malditos engreídos deberían de importarme un carajo! Mis píes anduvieron sin dirección alguna, pero cuando mi mente se enfrió me di cuenta que estaba en medio de la nada ¿y lo peor de esto? Iba en ropa interior cubierta solo con la sudadera de Khaler. Había dejado mi ropa en su baño y para arruinarlo todo, aun no amanecía, pero al menos agradecía que la lluvia ya hubiese cesado.

Me senté recostando mi espalda en un árbol ocultando mi rostro entre mis manos pensando una y otra vez la grotesca mala suerte que siempre me acompañaba. ¡Esto es sorprendente y ridículo! Pasé mi niñez creyendo que tan solo era una historia para asustar niños. Solía pensar ¿cómo algo así podía existir? pero ahora veo que estaba totalmente equivocada.

— ¿Cómo puede ser verdad? — susurré alzando mi mano izquierda donde una flama flotó sobre mi palma hasta que esta tomó forma de un pequeño lobo. Suspiré con cansancio mientras veía como este escapaba de mi mano y corría por el suelo disolviéndose en el aire.

Repentinamente voces que se acercaban hacía mí me hicieron regresar a la realidad. Me levanté del suelo con rapidez poniéndome la capucha de la sudadera yendo hacía detrás del enorme árbol. Un bullicioso grupo de caídos pasó frente a mí, al verles alejarse dejé escapar un suspiro de alivio. Después de unos segundos que les había perdido de vista salí con cuidado dispuesta a irme de ahí.

— ¡Detente! — escuché una voz masculina a mis espaldas provocando que mi respiración se cortara. Me di la vuelta lentamente divisando la silueta de alguien parado a unos metros de mí, debido a que no había luz más que solo lo que la luna lograba iluminar entorné mis ojos tratando de ver mejor, dándome cuenta de que se trataba de un hombre de gran tamaño.

—Yo solo estoy de paso— dije tratando de sonar tranquila.

—No te lo estaba preguntando—.

—Ahora ya lo sabes— respondí con altanería.

—¡Chicos querrán ver esto! — gritó carcajeándose.

Escuché como el bullicio de hace un rato regresaba hasta que los tuve en mi campo de visión. Eran alrededor de cinco hombres y dos mujeres. Por su apariencia sabía perfectamente que venían de la zona dos de Amtrum por ende llegó a mí la conclusión de que me encontraba cerca del límite, esto, en definitiva, era realmente malo. Mi cavilación se vio interrumpida cuando uno de ellos se acercó, este traía un farol de luz colgando de su mano alumbrando así el lugar.

—Vaya, pero ¿que tenemos aquí? — preguntó para después silbar como un pervertido mientras veía mis piernas.

— ¡No te acerques! — grité al ver como ponía el farol en el suelo. Pero en un veloz movimiento se abalanzó hacía mi provocando que ambos cayéramos al húmedo suelo — ¡No! — grité sintiendo como el apestoso hombre deslizaba una de sus manos desde mi pierna hasta uno de mis pechos levantando la sudadera en el acto.

Espesas lágrimas salieron de mis ojos justo en el momento en que esté rompió de un solo tirón la sudadera dejándome totalmente expuesta a él y a los demás, los cuales solo reían con diversión. Por mi mente divagaron los recuerdos del traficante tocando mi cuerpo y así cientos de recuerdos más causando que mi juicio se fracturara. Un grito se escapó de mi garganta haciendo eco por el bosque. El hombre que se encontraba sobré mi fue prendido en llamas, su cuerpo comenzó a quemarse y sus alaridos se debían de escuchar desde muy lejos. En mis fosas nasales se aglomeró el olor de su carne quemándose, pero no me importó, la razón ya había abandonado a mi mente, solo estaba tirada en el suelo con nula dignidad sin siquiera poderme mover.

Repentinamente las voces de los restantes se convirtieron en gritos y alaridos ¿era yo la culpable? ¿estaba sucediendo otra vez? Dirigí mi mirada hacía ellos y vi como un hombre los asesinaba, no podía ver su rostro debido a que su cabeza estaba cubierta por el gorro de la sudadera, solo podía verle moverse con agilidad cortando cabezas, atravesando cuerpos con sus manos y muchas atrocidades más. Sentí como mi mejilla se humedecía. Llevé mis ojos hasta el suelo viendo como la sangre de todos esos desdichados estaba corriendo hacia mí, prácticamente estaba sobre un enorme charco de sangre acumulada.

De pronto un ensordecedor silencio se hizo presente. Alcé mi rostro observando el cielo ¿acaso este al fin seria mi final? Nunca lo imaginé así, mi cuerpo quedaría aquí en medio de la nada cubierto de sangre que ni siquiera era mía. Una lagrima rodó por mis ojos tal vez por miedo o tal vez ¿estaba feliz? Al fin todo esto terminaría. Una difusa silueta apareció en mi campo de visión hasta que vi con claridad el rostro de Khaler el cual estaba cubierto con manchas de sangre. Inconscientemente una sonrisa se dibujó en mis labios ¿acaso él era la muerte que venía por mí? Nunca habría imaginado que la muerte sería tan bella. Su boca se movía diciendo algo, pero no lograba escucharlo. Alzó su mano estrellándola contra mi mejilla provocando que todo regresara a la normalidad. Cerré los ojos con fuerza al escuchar un estrepitoso zumbido el cual provocó dolor en mi oído hasta que pude escucharlo.

— ¡Gabrielle! — lo escuche gritar. Abrí los ojos con rapidez — ¡Mierda! — vi como apretaba sus dientes. Y fue ahí donde la realidad me vomitó encima provocando que me sentara con rapidez golpeando mi frente fuertemente con la suya. Me arrastré hacía atrás negando frenéticamente, una y otra vez con la mirada perdida tratando de cubrir mi cuerpo —Gabrielle, tranquilízate..., ¡mírame! — me ordenó acercándose a mí y yo obedecí —Estas bien, todo va a estar bien— trató de tranquilizarme —Todo terminó— susurró.

—Khaler— pronuncié en un hilo de voz. Me abalancé hacía él abrazándolo sintiendo como su cuerpo se tensaba. Tomó mis hombros con sus manos alejándome. Quitó su sudadera y me la dio, fue ahí donde me di cuenta que tan solo estaba vestida con mi ropa interior se la quité rápidamente de sus manos y me la puse de forma veloz.




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