Rebelión: La ciudad de los caídos

Mi destino es morir

Mikael caminó furioso hacia mí —¿Quién demonios eres? — gritó, haciendo que diera un paso hacia atrás.

— ¡Tranquilízate! — Set se levantó de golpe—Mikael tienes que escucharnos, no puedes conjeturar antes de saberlo todo, solo tranquilízate— dijo tomándome del brazo para llevarme hacia atrás suyo. Khaler caminó quedando a su lado.

—¡Basta! — me abrí paso entre los dos — No necesito que me defiendan— caminé hacía Mikael —Mikael le ruego que me escuche— tomé aire —Sí, soy Gabrielle Novak hija de Aren Novak e Ignis Salamander— mordí mi labio con nerviosismo —He sido desterrada por los sobrevivientes de mi raza por asesinar a mi pueblo, antes que lo pregunte si..., asesiné también a mi madre y a mi familia completa como a cientos de personas más, con tan solo 108 años mi padre y el primogénito de Caio me obligaron a hacerlo— tragué saliva ante el nudo que se formó en mi garganta.

Mikael retrocedió dándome la espalda. Recargó sus manos en la barra mientras negaba despacio.

— He estado vagando por Antrum completamente sola desde que era una niña, hasta que conocí a Lev el traficante que tiene el control de zona dos— mi voz se quebró.

—¿Qué edad tenías cuando le conociste? — musitó sin siquiera voltear.

— Tenía 217 años— mis manos comenzaron a temblar mucho más — Él prometió que me daría un hogar— me sentí ridícula —Hasta que comenzó a chantajearme que de alguna forma tenía que agradecerle todo lo que estaba dándome. Él comenzó a usarme para asesinar a personas solo por su estúpida ambición. Cada vez que me negaba..., é-él me golpeaba hasta casi dejarme muerta, cuando lo hacía y no tenía más fuerzas para tan siquiera ponerme de pie, ponía polvo de IT7 en mi nariz haciéndome inhalarlo para estar lista y satisfacer sus deseos de muerte— Mikael dio un puñetazo en la barra rompiendo un pedazo de esta. El rostro de Set se encontraba desencajado en furia y el de Khaler se había ensombrecido en aparente rabia — para los 219 años él había hecho lo que quiso conmigo— musité con adolorida dignidad.

—¿Él te…—

—Por favor no lo diga— le interrumpí viéndole con vergüenza. Khaler llevó sus manos hasta su cabello peinándole hacia atrás con arrebato —Ese mismo año el límite de mi temor rebasó todo y decidí escapar— las facciones de Set y Mikael eran completamente indescifrables.

—Maldito imbécil— Mikael musitó con furor.

—Cuando decidí huir, casi fui atrapada. Justo cuando estaba por entrar al bosque para correr hacía zona uno, logró alcanzarme clavando una daga en mi espalda. Él desgarró mi piel— tragué saliva sonoramente, tomé valor y me puse de espaldas desabrochando mi abrigo. Lo deslicé por mis brazos. Aparté mi cabello dejando mi espalda desnuda ante la mirada de los tres dejándolos ver la enorme cicatriz que surcaba desde mi hombro derecho hasta mi cadera izquierda —Sigo aun sin entender como pude sobrevivir a esto, solo sé que corrí y en algún punto del bosque me desmayé. Cuando desperté mi ropa estaba empapada de sangre, pero la herida ya no dolía más, supuse que ya había cicatrizado, claro en su momento no sabía porque mis heridas se curaban rápido, pero agradecía que fuera así— suspiré poniéndome nuevamente el abrigo para voltear a verles.

Un silencio incomodo se había formado en el ambiente, los tres no podían apartar su mirada de mí, llevé mis ojos hacia las manos de Mikael observando cómo estas tenían un tenue temblor.

— Si me lo permites usare tu lavado— dije y este solo asintió atontado.

Caminé hacía los lavados que tenía el bar. Entre por una puerta negra la cual estaba señalizada para las damas, al entrar no pude ocultar lo sorprendida que me encontraba al ver lo lujoso que era para ser unos simples lavados. Sacudí mi cabeza despabilándome. abrí la llave del lavamanos para dejar caer el agua y lavar mis manos, una de ellas se encontraba sucia con sangre seca después de haber golpeado repetidas veces aquella banca del parque. Frente a mí se encontraba un gran espejo que iba de un extremo de la habitación hacia el otro.

—Vamos sonríe te vez genial— dije para mí misma como consuelo mientras veía mi reflejo en el espejo —Oh por Dios a quien quiero engañar luzco fatal— suspiré. Incliné mi rostro en el lavado y con mis manos tomé agua mojando mi rostro — Desearía un baño con agua caliente— chasqueé la lengua.

Mis ojos nuevamente se perdieron en mi reflejo, inspeccioné cada facción de mi rostro perdiendo mi vista en mi cuello. Desabroché mi abrigo y me lo quité quedando únicamente en sostén. Me di la vuelta para poder ver mi espalda —Das asco— dije tocando el comienzo de la cicatriz.

— Claro que no lo das— me cubrí torpemente tapando mis pechos al escuchar una voz masculina en la entrada.

—Khaler— abrí los ojos avergonzada al verle recostado en la puerta con los brazos cruzados. Mi vergüenza aumentó mucho más cuando él se acercó.

—¿Quién te ha dicho esa estupidez? — preguntó.

—¿Acaso estas ciego? — pregunté con enojo —¡Solo mírame! — bajé la mirada —No soy como las chicas lindas que viste hoy, tengo esa cicatriz asquerosa en mi espalda, mi maldita vida es un desastre ¡Yo soy un desastre! — negué con decepción.

— La que está ciega eres tu— él respondió quitándole importancia —Eres una criatura hermosa, la creación más perfecta que nunca vi— ¿él acababa de decir eso? —Cuando vivía en Coellum estaba rodeado de diosas que se suponen son las más hermosas de los mundos, pero tú no puedes compararte a nada que pise esta tierra, eres tan inocente que no te das cuenta de todos los hombres que atrapas en tu camino— susurró con una sonrisa de medio lado, este me rodeó para observar mi espalda, apartó mi cabello y recorrió con sus dedos la cicatriz de punta a punta — Eres perfecta tal y como eres— dijo besando mi hombro provocando que una corriente fría recorriera mi vientre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.