—¡Ya te dije que haremos lo que nuestros padres digan Abela! ¿por qué no entiendes que ellos sólo buscan nuestro bienestar?
—Porque yo no soy una persona sumisa, a mí me gusta tener el control sobre mi vida sin que otras personas tengan que decidir por mí.
Me levanté de donde estaba sentada y miré al cielo, me he tragado las ganas de llorar todos estos meses por esta conversación.
Estaba cansada de tener que lidiar con Price y su máxima obediencia hacia todo lo que digan nuestros padres, ella no terminaba de entender que nos estaban cambiando por simples monedas de oro.
—Yo valgo mucho más que ese oro, no es rebeldía Price, eso ya lo sabes —caminé hacia ella y tomé su suave rostro entre mis manos—. Tú vales más que todo ese oro y joyas que te podrían dar, sé que piensas lo mismo que yo.
Mi hermana era tan diferente a mí, no se ha guardado nada y ha comenzado a llorar.
—Quiero estudiar música, cantar y cantar porque eso llena mi alma.
Respiré hondo, un viento llegaba hacia nosotras queriendo decir "calma, calma" a lo que sentíamos.
—Es hora de irnos ya, mamá hará un alboroto si no llegamos a tiempo para ayudar a papá.
Price asintió con la cabeza, sacó un pañuelo para secar las lágrimas que había derramado en la conversación.
Cuando llegamos, el puesto estaba cerrado y papá ya no estaba por lo que nos dirigimos a casa, donde mamá no hizo más que dar reclamos y gritos.
Papá había enfermado, su tos se escuchaba a casas de la nuestra y para colmo mamá con sus exigencias lo empeoraba más.
En la cena, la armonía no existía debido a que mamá y papá discutían seguido por nuestro futuro.
—Eres un tonto, porque mis hijas no irán a ser las sirvientas de un mocoso pretencioso y presumido. Ellas se casarán para ayudar a la familia con la fortuna que obtengan ¿no era eso lo que querías? ¿qué ha cambiado ahora? Por trabajar de sirvienta te conocí a ti y mi vida no es nada a como la soñé.
—No pensé que llegarías a ser una mujer tan codiciosa. Vivimos bien, no con los lujos que quieres echarte encima, pero tenemos lo necesario. Te iban a vender a una familia desconocida, que explotaba a la servidumbre ¿querías eso acaso?
—¡Pues hubiera preferido eso a que estar casada contigo! Me las hubiera arreglado para obtenerlo todo, pero no, maldito el día en que te conocí y me fui contigo.
Todas las noches, era lo mismo. Presenciábamos aquello, nos íbamos a dormir y en el silencio escuchaba el llanto de mi hermana, agradecía ser sólo yo quien la escuchase y la calmara en momentos así.
Cuando Price se tranquilizó, decidí que era momento de seguir en marcha con mi plan.
Agarré la capucha que ocultaba debajo de la cama y despacio salí de la casa. Probablemente a aquella hora todos dormían, así que el plan no podía fallar por nada.
Avancé hasta el puente, donde me reuniría con él. Cabe decir que podía parecer una mala decisión haber venido hasta aquí sola, en mitad de la noche con esta niebla espesa mientras el cielo anunciaba que pronto iba a llorar por algo malo que iba a pasar (o eso decía Price), pasara lo que pasara, no me iba a mover de aquí.
—Siento haberme tardado demasiado, ¿llevas esperando mucho tiempo —una voz a mi lado se hizo presente, no demostré nervios, tampoco miedo.
—Acabo de llegar, así que no te preocupes —descubrí mi rostro con lentitud—. Es hora de empezar con lo que acordamos, yo me las arreglaré después.
Su mudez se me hizo parecida a la de papá, me negaba a creer que a estas alturas llegase a pasar esto.
—¿No vas a decir nada?, no me vas a dejar con esta última parte. Sabes que haré todo lo posible por salvarla y te he ayudado basta...
—No es justo para ella Abela. No puedo obligarla a que me quiera... lo he pensado mejor —estaba por darse la vuelta y marcharse, no acepto su cobardía.
—¿Vas a renunciar al amor que sientes por mi hermana? —lo tomé del brazo, apretándolo con enojo y desesperación— ¿Tienes idea de lo que haces? ¡Si renuncias a ella la perderás para siempre!, eres igual a todos. Sólo márchate de una vez y déjanos tranquilas.
Me miró a los ojos, inhaló profundo en tanto parecía pensar su respuesta.
—Abela, es algo arriesgado porque podríamos morir los tres en el intento.
—Intentemos entonces, por mi hermana hago lo que sea —susurré lo último con pesadez, ¿en verdad estaba dispuesta a hacer lo que fuese por Price?, iba a probarlo—. Si tu silencio es un sí, nos vemos mañana a la misma hora. Buenas noches, profesor.
Me cubrí de nuevo, con prisa iba regresando a casa porque el cielo ya había soltado sus diminutas lágrimas, aunque no todo salió mal con el profesor.
Estaba por cruzar la pileta, pero sentí una mirada que recorría cada paso que daba. Me molestaba pensar que el profesor me estaba espiando, él sabe que puedo llegar segura a casa sin ayuda de nadie.
Estando cerca ya, una figura misteriosa me hizo tropezar, al igual que yo iba con una capucha encima. Era una persona alta, no me percaté que vestía, pero una brillante daga en su cintura era notoria. No me dio tiempo a reclamar, reaccioné rápido y en medio de la gran lluvia empecé a correr porque estaba segura de que esa figura me venía siguiendo desde que hablé con el profesor.
Escuchaba los pasos, venía por mí, pero no le daría el gusto de atraparme sin haber intentado escapar antes.
Me dirigí hacia el bosque, era de conocimiento que me perdería y no podría regresar a casa hasta que el sol saliera y la lluvia parara.
No estaba midiendo nada, sólo era yo sobreviviendo.
Intenté subirme a un árbol, pero fue inútil, la lluvia y ahora los rayos no me dejaban pensar con tanta claridad.
—¡Ah!
Un grito salió de lo más profundo de mi ser cuando me di cuenta de que había caído a un hoyo, mi respiración era tan agitada que pensaba que podía oírse opacando la tormenta.
Durante unos segundos no pude moverme, gotas caían encima de mí esperando a que salga de esa "profundidad" para reponerme.