—Mis ojos los abro de a poco, hay escaza luz y dos voces que no son las de mis padres me hacen caer en cuenta que no estoy en casa.
Bosque… chico extraño… portales… flores que brillan… piedras.
Me levanto de un salto, la figura alta del profesor viene hacia mí extendiéndome un vaso de agua. Observo todo el cuarto, el minúsculo rayo de luz que entra por la ventana me hace saber que dormí fuera.
—No te preocupes por tus padres —me dice con una sonrisa—. Recogí a Price temprano diciendo que las necesitaba para las clases de música, mentí que estábamos preparando una sorpresa para la boda del príncipe y que tú emoción te hizo venir más antes.
He mirado un punto fijo, específicamente mis piernas. Temía que si mis padres se enterasen de la mentira ya no pudiera llevar a cabo el plan.
—Hoy te llevarás a Price —tomo un respiro—, hoy se acaba el plan.
El profesor me observa, abre la boca para decir algo, pero no dice nada. No quiero excusas.
—El rey ha muerto Abela, ya no hay tiempo.
Mis ojos brillan ante la posibilidad, él está equivocado, tiempo hay todavía.
—Empieza a preparar tus cosas, yo me ocuparé de Price. Tenemos la última oportunidad, todo está en usted profesor.
En silencio nuestras miradas se han conectado, me molestaba leer su rostro y que este gritara “no quiero hacerlo” mientras el mío le decía “hazlo ahora”.
—Ya has despertado querida hermana —la sonrisa de Price iluminaba todo este lugar, parece que estuvo esperando afuera.
—Price es hora de irnos ya, necesito decirte algo importante que te involucra a ti. Eres mi prioridad y necesito que me escuches —me levanto de manera rápida, mi cuerpo dolía.
—No puedes ir a casa en este estado —toca a penas mis moretones—, mamá y papá podrían castigarnos.
Pienso muy bien lo que estoy por decir, ella podría negarse si le digo que traiga todas sus cosas para que se vaya lejos de aquí y no regrese nunca.
—Querida Price —sonrío débilmente—, ahora que el Rey murió los preparativos comenzarán… debemos… —miro al profesor en busca de ayuda— debemos traer todas nuestras cosas. Vamos a quedarnos en el castillo y comenzaremos a ayudar a las sirvientas.
—A-Abela ya sabe de esto, lamentablemente no podrán cantar en honor al Rey debido a que saben el protocolo que conlleva y que yo no estoy capacitado para dar clases al pueblo… por pocos días estarán en el palacio.
Price nos miraba a los dos, esperábamos que se haya creído nuestra pequeña mentira y así poder cumplir nuestro objetivo.
—Iré por las cosas en este momento —un alivio invadió mi cuerpo, el primer paso marchaba bien—… ¿mamá y papá no saben de esto verdad? —se ha girado hacia nosotros.
—¡No! —gritamos el profesor y yo, recobramos la compostura— es decir, mamá y papá no saben aun porque… hmm… no hubo tiempo de que el profesor se los diga. Ya sabes que nuestra madre no querrá aceptar que trabajemos con las sirvientas, pero debemos hacerlo porque nos darán un buen pago.
—Price esto podría ayudar bastante a su familia, en lo económico no les va tan bien y este dinero les beneficia a todos.
Price vuelve a pensarlo, no le gusta desobedecer a las órdenes de mamá, pero tampoco me gusta que me desobedezca a mí. Juego con mis manos para calmar la angustia de que ella no quiera recoger las cosas.
—Quédate aquí Abela —me dice con su dulce voz—, iré por las cosas y no tienes que preocuparte, no le diré nada a mamá y trataré de salir con cautela.
Abrazo a mi hermana, me da satisfacción de que todo lo que he pensado esté por cumplirse.
Nadie va a poder vencerme.
***
—¿Está todo listo? —pregunto por sexta vez al profesor, él rueda los ojos—, el plan tiene que ir perfecto y por ti no me meteré en problemas.
—Eso lo tendría que decir yo —me susurra.
El carruaje estaba listo, el equipaje listo y el destino también. Era la última vez que vería a Price, no quería hacer esto, pero me han obligado.
—Es hora de irnos —Price se acerca a darme un abrazo—, prometo hacer lo mejor para no ocasionar problemas en el castillo, de todas formas, mamá se pondrá feliz cuando vea el dinero.
No puedo devolver la felicidad que me transmite, le estoy mintiendo a una de las personas que más amo en mi vida, por quien daría todo sólo para que tuviera su felicidad asegurada.
No deseaba mentirte Price, espero que puedas perdonarme.
—Listo, llegó la hora —el profesor llega hasta donde estamos, el tiempo se está acabando y el temor de que alguien nos pueda ver me invade hasta los huesos.
Price sube al carruaje, el profesor ya está montado preparado para llevársela. Sé que mi hermana comprenderá que todo lo que he hecho es por su bien.
—¿Por qué no subes Abela?
—Ya lo hago, sólo que siento nostalgia porque estaré encerrada en el castillo por mucho tiempo —lágrimas amenazan con salir de mis ojos, me trago el dolor que siento, es la hora de soltar.
—Price… el profesor Raphael cuidará bien de ti, él te ama bastante y… yo… lo hago por tu bien.
El carruaje partió más pronto de lo que pensé, yo corrí en dirección opuesta alejándome. Los gritos de mi hermana me hacían tener cierto sentimiento de culpabilidad.
Me tapé los oídos hasta que pude calmarme, llorar no podía, cuando miré atrás ya estaban muy lejos.
Un halcón volaba por encima de mí, era una señal de que tenía que seguir teniendo fuerza para avanzar hacia el próximo paso, huir de aquí.