Receta para conquistar al chef

Capítulo 6: Sushi vegetariano

La jornada terminó y Rebeca volvió a casa. Lo bueno de tener un restaurante en casa, era que solo tenía que dar unos cuantos pasos para llegar después de un largo día. Dejó su bolso sobre la mesa del recibidor y este se inclinó un poco, dejando caer el CD que Orlando le había dado.

Su garganta pareció desplomarse hasta su estómago.

Lo sujetó entre sus manos, notando que había un número de teléfono escrito en él. Era un CD nuevo, así que posiblemente Orlando aún poseía el original, temiendo que ella pudiera reaccionar de forma impulsiva después de verlo.

Pero…

¿Reaccionar a qué?

—¡Llegaste!

Rebeca ocultó el CD en su bolso.

Cindy bajó las escaleras, emocionada. Corrió hasta su madre para abrazarla y le sonrió. La presencia de su hija fue suficiente para infundirle calma. Acarició su cabello y se perdió en sus ojos.

Eran idénticos a los de él, pero le causaban diferentes sensaciones cuando los veía. Su hija le infundía amor y calidez, mientras que en los ojos de Orlando solo había frialdad.

—¿Qué hiciste mientras no estaba?

—Preparé sushi vegetariano. Estaba practicando para hacerles unos a Micael.

—Pero qué amiga tan devota, ¿eh? —inquirió divertida. Su hija se sonrojó—. Bien, probemos ese sushi. Por cierto, ¿Micael tiene una consola? Me gustaría leer un CD y sé que esas cosas las hacen.

—Tiene uno, pero tendrás que esperar a que vuelva. Está en la boda de su madre.

—Cierto, la boda de Ana. Rouse también debe estar ahí, no creo que pueda ir a casa por la consola… —comentó, meditabunda.

—Pero tienes la llave del departamento del tío Black.

—Sí, pero no voy a entrar y llevarme la consola de Micael. La última vez que alguien se metió a su casa, casi le disparan al pobre anciano.

—El señor Emmanuel estaba tratando de robarles —los defendió Cindy—, ¿sabías que fue espía?

—Algo así me comentaron —dijo, sonriente. Siempre le emocionaba escuchar a Cindy.

Su hija había nacido con un porcentaje considerable de sordera. No fue hasta hace unos tres años que finalmente consiguieron una fundación que le ayudó con la burocracia y una parte del financiamiento para la cirugía de un implante coclear; un aparato que envía señales eléctricas al cerebro para que éste las interpretara como sonidos. Hasta hace algunos años, Cindy solo se comunicaba con lenguaje de señas y ahora podía mantener una conversación amena con ella y reír sonoramente cuando escuchaba un chiste.

Bailar al ritmo de la música…Como siempre lo había soñado.

Ambas se dirigieron a la isla que se encontraba en medio de la cocina. Rebeca observó atentamente como Cindy preparaba los trozos de sushi y luego los dejaba frente a ella, con una salsa de mango y los palillos para sostenerlos. Ese día, más que nunca, detalló a su hija. Lo segura que se veía comparada con dos años atrás y lo feliz y radiante que se encontraba después de haber pasado por tantos desprecios y burlas solo por no ser como los demás. Ella ahora… se veía realmente feliz.

Y ese hombre había llegado para atentar con ello.

—Disfrútalos —los señaló, sonriente.

Salió de su estado meditabundo y se enderezó en el asiento. Los probó. El pepino cubierto con arroz glutinoso y algas deliciosas, explotó en su boca junto con la salsa de mango.

—¡Están deliciosos, Cindy!

—¿De verdad? —inquirió, emocionada. Sus ojos brillaron al ver a su madre asentir enérgicamente.

—Si Micael no se enamora con esto, entonces no sé cómo lo hará.

—¡Mamá! —Rebeca se carcajeó al verla tan sonrojada—. Mamá, tú…—entrelazo sus dedos, nerviosa—. ¿Cómo conociste a mi papá?

De pronto sintió náuseas.

Cindy jamás había mencionado el tema. Quizá porque siempre intuyó que era un tema delicado para Rebeca. Jamás hizo preguntas de esa índole, siempre las reservó para sí misma, siendo demasiado empática con su madre desde muy niña.

Rebeca sabía que tenían que sostener esa conversación en algún momento.

¿Por qué tuvo que coincidir con su llegada?

—¿Él nunca te contó la historia?

—Un poco, sí, pero tú nunca me la has contado.

—Bueno…, conocí a tu padre en el colegio. Me invitó a salir un par de veces, pero después perdimos contacto. Volví a verlo en las olimpiadas de Londres, su equipo había quedado en cuartos de final en las olimpiadas anteriores, pero en Londres no abrieron espacio para el béisbol por no ser tan popular, así que fue como espectador y allí nos encontramos. Después de ganar la medalla de oro en mi categoría, me invitó a salir. El resto es historia, bueno, no tanto —sonrió, nerviosa—. Ahora estás aquí —acarició su mejilla, sintiendo un nudo cada vez más enorme en la garganta—. ¿Has hablado con él últimamente?

—Un poco. Dice que, en cuanto termine la temporada en Estados Unidos, vendrá a Londres a verme y finalmente me pondrá su apellido. Dice que ya es hora de que la gente conozca a la hija del mejor jugador de la MLB —bromeó.

A Rebeca no le cayó en gracia.

—Cariño, ya habíamos hablado de eso. Tu padre y yo tomamos la decisión de no vincularte con él hasta que fueras mayor por su exagerada exhibición a los medios. No quiero que demasiada atención recaiga sobre ti. Además, tienes una hermana casi de tu edad. La gente comenzará a hacerse demasiadas preguntas. Otras no harán preguntas, solo serán muy crueles.

—Lo sé, lo sé, mamá —dijo, agachando la mirada. Su corazón se rompió.

—Solo intento protegerte, cariño. Él…, no dejará de ser tu padre.

Cindy se comió un trozo de sushi, desanimada.

Rebeca había cometido muchos errores en el pasado. Errores que sabía le pesarían cada vez más con los años. Pero mentirle a Cindy acerca de su padre, nunca lo consideró uno de ellos.

—¿Qué hay de tu primer amor? —inquirió Cindy de pronto, cambiando de tema—. ¿También fue papa?

—No.

Cindy alzó sus cejas, impresionada—. ¡Pensé que si al haberse conocido en el colegio!




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