Capitulo 34

El Retorno del Alfa Carmesí.

El regreso al territorio de la manada fue lento, cargado de pensamientos que bullían en la mente de Aylin como una tormenta contenida. Cada paso que daba, cada hoja que crujía bajo sus pies, parecía marcar el inicio de algo nuevo. Ya no era solo la pareja del Alfa. Era la Alfa Carmesí, heredera de un poder antiguo que durante siglos había sido silenciado por el miedo.

Ethan la esperaba en el límite del bosque. Su conexión con ella era tan fuerte que había sentido su regreso incluso antes de que los centinelas dieran aviso. Sus ojos se encontraron, y durante un largo instante no dijeron nada. No lo necesitaban. Él podía sentirlo en su esencia: algo había despertado en Aylin. Algo que ya no se podía ignorar.

Ella corrió hacia él, y él la atrapó entre sus brazos, como si soltarla pudiera significar perderla otra vez.

—Estás diferente —susurró Ethan, apartándose apenas lo suficiente para mirarla a los ojos—. Más fuerte. Más tú.

—Lo soy —respondió ella con una sonrisa serena—. Ya sé quién soy, Ethan. Ya sé por qué me rechazaste la primera vez. No era porque no me quisieras… era porque mi poder asustaba incluso a ti.

Él bajó la mirada un segundo, avergonzado. Pero Aylin lo tomó de la barbilla con ternura y lo obligó a mirarla.

—Y está bien. Yo también me temía a mí misma… hasta ahora.

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La manada se reunió esa noche en el claro central. Había murmullos, miradas curiosas, y cierta inquietud que recorría como un viento invisible cada rincón del bosque. Aylin caminó entre ellos con la cabeza en alto, el fuego de la marca en su pecho palpitando con cada paso.

Se detuvo frente al círculo de ancianos y frente a Ethan. Caleb asintió en silencio, dándole paso.

—Muchos de ustedes me conocieron como la humana que fue rechazada por el Alfa —comenzó Aylin, su voz clara y fuerte—. Otros me conocieron como la pareja destinada que desafió la costumbre. Hoy, les hablo no como pareja de Ethan… sino como Alfa Carmesí.

Un murmullo de sorpresa recorrió la multitud.

—Fui al Santuario del Origen. Me enfrenté a mi herencia. A mi sangre. Y descubrí que el poder que corre por mis venas no es una amenaza… sino una promesa. Estoy aquí para proteger esta manada. No con miedo. No con fuerza bruta. Sino con un equilibrio que solo puede nacer de la unión entre lo humano y lo sobrenatural.

Uno de los guerreros se adelantó.

—¿Y por qué deberíamos seguir a una Alfa que ni siquiera nació loba?

Aylin no respondió con palabras. Cerró los ojos y su aura se encendió con un resplandor carmesí. Su forma cambió sutilmente: no completamente lobo, ni completamente humana. Su piel se volvió luminosa, sus ojos brillaron como brasas azules, y una energía cálida y feroz se extendió por todo el claro.

El guerrero dio un paso atrás, temblando.

—Porque no soy solo humana —dijo Aylin finalmente—. Y porque soy más loba de lo que tú podrías comprender.

Ethan la miró, con orgullo en los ojos. Dio un paso adelante y alzó la voz.

—Desde este día, declaro a Aylin como mi igual ante esta manada. No como mi sombra, ni como mi pareja, sino como Alfa. Mi compañera. Y si alguien desea desafiar eso, puede enfrentarnos… a ambos.

Nadie se movió. Nadie habló.

Porque todos habían sentido lo mismo: algo en ella los había tocado profundamente, más allá del miedo o el respeto. Era instinto. Era destino.

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Esa noche, Aylin subió con Ethan a la cima de la colina donde la luna se alzaba llena y perfecta.

—¿Qué viene ahora? —preguntó él, abrazándola por la cintura.

—Prepararnos —dijo ella con una mirada decidida—. Porque lo que despertó conmigo… también ha despertado en otros. Y no todos querrán que el equilibrio se restablezca.

Ethan apretó su abrazo.

—Entonces que vengan. Esta vez no estás sola.

—Nunca lo estuve —susurró ella.

Y mientras la luna brillaba sobre ellos, el nuevo ciclo comenzaba.

La Alfa Carmesí había regresado.

Y el mundo… estaba a punto de cambiar.