Rechazada por mi alpha

CAPITULO 30

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**El Encuentro en la Sombra**

El claro se extendía ante ellos, envuelto en un silencio casi sagrado, como si el mismo bosque contuviera la respiración, consciente de la importancia de lo que estaba por acontecer. La brisa suave movía las hojas de los árboles, creando un murmullo misterioso, como si la naturaleza misma intentara advertirles o, quizás, ofrecerles su bendición. María, Aaron y Ulrik avanzaron con cautela, conscientes del peso de la historia que llevaban en sus corazones; el tamborileo de estos latidos resonaba en sus oídos, una mezcla de temor y una esperanza tenue pero palpable.

Al llegar al centro del claro, las figuras de la otra manada ya esperaban. Eran imponentes, con pelajes lustrosos que brillaban bajo la luz plateada de la luna, creando un halo que parecía envuelto en misticismo. María sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero se obligó a mantener la cabeza en alto. Había llegado hasta allí no solo como miembro de su manada, sino como una voz de cambio y entendimiento.

Ulrik tomó la delantera, su porte autoritario e imponente imponiendo un respeto casi palpable entre las dos manadas. Con cada paso que daba, el silencio se tornaba más denso, la tensión flotando en el aire como un hilo tenso que podía romperse con cualquier palabra mal dicha. A medida que se acercaban, los líderes de la otra manada se fueron materializando en toda su robustez: un macho de cuello musculoso y ojos penetrantes, quien se presentó como Kael; un espécimen que desprendía una mezcla de fuerza y desafío. A su lado, Lira, una hembra ágil y astuta, mostraba una mirada que podía atravesar el alma.

—Vengo en paz por el bien de nuestras manadas —comenzó Ulrik, su voz resonando firme pero mesurada en la tensión del ambiente—. La expansión de su territorio ha sembrado incertidumbre entre nosotros, y deseamos encontrar un camino que nos lleve hacia la paz.

Kael lo examinó con desdén, su mirada desafiante como una tormenta apenas contenida.

—¿Y por qué deberíamos negociar? Nosotros también tenemos necesidades, nuestros recursos son limitados. ¿Acaso no somos enemigos en esta lucha diaria por la supervivencia?

El corazón de María empezó a latir con más fuerza. Era crucial que su voz se escuchara en ese momento decisivo, que el mensaje de caminos alternativos resonara claramente.

—Porque la lucha no solo nos destruye a los que luchamos, sino también a aquellos que deben vivir con las consecuencias de esa guerra —dijo, su voz cobrando una resonancia inusitada, más poderosa de lo que jamás hubiera imaginado—. Venimos a honrar nuestras diferencias, no a aniquilarlas. Si luchamos, todos saldremos con heridas que nunca sanarán.

Kael la observó en silencio, sus ojos profundos entrecerrados mientras parecía valorar sus palabras, como si en su interior una tormenta comenzara a calmarse. Lira, por su parte, parecía interesada en el fervor de la joven que se erguía desafiante.

—Tienes valor —dijo Lira, con un tono que buscaba desmitificar la tensión inherente a la situación—. Pero el valor solo no es suficiente. Necesitamos una solución que beneficie a ambas manadas.

María sintió el aliento del viento frío acariciar su cuello, un recordatorio de la importancia del momento que estaban viviendo. Tenía que ser astuta, equilibrando la lógica con la empatía.

—Podemos establecer zonas de caza y recolección que sean respetadas por ambas manadas. Si colaboramos, no solo evitaremos conflictos; incluso podríamos prosperar juntos. No somos enemigos; somos partes de un mismo ecosistema y, al final del día, todos aspiramos a lo mismo: sobrevivir.

Un murmullo comenzó a circular entre las dos manadas, como un eco de la lucha interna que cada miembro sentía en su interior, entre el instinto de preservarse y la posibilidad de forjar un camino diferente.

Finalmente, Kael rompió el silencio, su voz resonando poderosa en la noche como un trueno de decisión.

—Tu propuesta es interesante, pero requerimos garantías. No podemos aceptar palabras vacías. El miedo y la desconfianza han sido nuestros compañeros durante demasiado tiempo.

María sintió que el corazón se le encogía. Si fallaba ahora, podría perder más que solo un acuerdo; podría perder la posibilidad de un futuro más pacífico.

—Estamos dispuestos a enviar representantes a su manada, para trabajar juntos en establecer límites y normativas claras. La confianza debe construirse, no imponerse; no necesitamos más confrontaciones, sino un diálogo en lugar de guerra.

Los murmullos se intensificaron a su alrededor, con cada mirada entrecruzada cargada de expectativas. Aaron, a su lado, la miraba con un brillo de orgullo, sus ojos reflejando fuego y determinación. Ulrik mantenía la calma, aunque su cuerpo estaba tenso, listo para cualquier eventualidad en el desenlace de esta interacción crucial.

Lira se acercó a Kael, y susurraron entre ellos, como dos sombras consultando entre las sombras. El aire estaba cargado de incertidumbre, y el tiempo parecía alargarse en un espectro de ansiedad. Finalmente, Kael se volvió hacia ellos, su rostro iluminado por la luz de la luna, como si estuviera tomando una decisión que podría cambiar el rumbo de ambas manadas.

—Aceptaremos la propuesta, pero debes saber, María, que toda promesa debe ser defendida. Si alguna de las partes traiciona, no habrá vuelta atrás, y entonces será una lucha sin fin.

María asintió, sintiendo una mezcla vibrante de alivio y una nueva sensación de responsabilidad.

—Lo prometo. Haremos todo lo que esté en nuestras manos para garantizar que nuestros pactos sean respetados. La paz es un compromiso que debemos abrazar, no una casualidad que surge por accidente.

El intercambio de miradas entre las dos manadas marcó el inicio de una disolución de la tensión que había prevalecido hasta entonces. La desconfianza seguía latente, como una sombra vigilante, pero también había un atisbo de esperanza, una chispa que podría encender un fuego de cooperación y crecimiento.




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