Fuerza. Poder. Inteligencia. Orgullo...Características que describían a los ángeles más importante y temidos del reino. Eran un grupo muy conocido. Todos ellos destacaban por su destreza en la lucha, y sobre todo por su frialdad a la hora de tener compasión.
Eran el orgullo del creador, e incluso entre ellos se encontraba la mano derecha de aquel, que había creado la vida y todo el universo.
La fama les presidía. Se les consideraba los mejores, pero lo que no sabían era que el orgullo y las ansías de poder podían hacer mella dentro de ese gran grupo.
Azrael solo era un ángel menor cuando entro en el “Grupo de los Grandes”, como se les conocía. A pesar de ser un rango aún menor, tenía unas grandes cualidades y sobre todo un gran orgullo.
Fue uno de los que presencio lo que el ansia de poder podía llegar hacer. Podía aún recordar las palabras de aquel, al que se le consideraba ejemplo de belleza y sabiduría, el portador de la luz, la estrella de la mañana: “escalaré los cielos; elevaré mi trono por encima de las estrellas de Dios; me sentaré en el monte de la divina asamblea, en el confín del septentrión escalaré las cimas de las nubes, seré semejante al Altísimo”
Aquellas palabras calaron en el interior de muchos en el grupo. La soberbia fue lo que caracterizó todo el proceso de rebeldía. Pretendían asemejarse a Dios y precisamente la soberbia era considerada como el más grave de los pecado.
Se rebelaron contra Dios, y el lucero del alba, la estrella matutina del reino se precipito hacia la tierra arrastrando consigo a su ejército de ángeles rebeldes.
Solo uno, el menor de todos fue perdonado. No se le consideró cómplice, pues no estaba entre el ejército. A pesar de su orgullo, había algo en la soberbia de sus superiores que no acababa de comprender. Él no ansiaba ese poder. Pero a pesar de ello, muchos otros se alejaron de él, no querían tener nada que ver con alguien que había sido parte de ese grupo denigrado. Acabó quedándose solo, solo su orgullo lo mantenía, y fue eso mismo lo que le procuró su ascensión.
La vida de Azrael siguió su curso, creándose enemigos envidiosos en su progreso. Había muchos que querían verlo caer.
Él lo sabía, y se reía de ellos, lo que no sabía es que después descubriría que había un castigo peor que ser expulsado del Reino de los Cielos.