Reclamada l Trilogía reclamada, libro 1

2. Grace

Ahron llevó mi maleta mientras que Nic pudo solo con todas esas bolsas de compras aparentemente pesadas. En silencio seguí a los dos hombres hasta el porche de la casa. Ahron abrió la puerta y cuando entramos casi entro en pánico, no usaban calefacción, moriría de frío por la noche. Desde que tengo memoria he evitado climas tan crudamente fríos como estos simplemente porque no era capaz de soportarlos. En cualquier momento sangraría por la nariz y no sería mi culpa. ¿Qué clase de personas vivían aquí?

—¿Helen? —llamó Ahron.

Las risas desaparecieron. Entonces una mujer se asomó bajo el marco descubierto de una espaciosa entrada sin cortinas ni puertas. Esa mujer era simplemente hermosa, cuando Ahron se acercó para darle un beso en los labios vi que eran del mismo tamaño.

Luego ella se giró hacia mí y sonrió con emoción.

—Grace, es emocionante tenerte aquí—dijo Helen, con la voz casi tan simpática como la de mi tío, pero muy femenina—. Eres tan hermosa.

Aquí la gente mentía sobre mi tamaño y belleza física, cualquiera se acostumbraría al lugar.

Yuupii, canturreé sarcásticamente en mi mente.

Helen y su mirada azulada no se comparaban a la mirada que sentía taladrar en mi espalda. Pero era una mujer preciosa de rostro ovalado, y rubio cabello liso hasta los hombros. Vestía de forma muy sencilla también, sólo unos pantalones color crema y una camisa de tiros a juego con sus ojos.

Se acercó para abrazarme sin avisar.

—Bienvenida, Grace—me dijo—. Esta ahora también será tu casa.

Cuando se alejó de mí quedé un poco atolondrada, la mujer estaba calientita, en el buen sentido. Por poco la atraigo de nuevo hacia mí.

—Sí…este…cariño, Grace no es muy aficionada a las conversaciones—le dijo Ahron.

Helen sonrió divertidamente.

—No importará, quiero que se sienta cómoda. ¿Compraste todo lo que te pedí? —inquirió Helen, moviendo un poquito la nariz, como si olisquear el ambiente le fuera a decir exactamente si Ahron se olvidó de comprar algo. Por lo que me sorprendí cuando dijo: —. Perfecto, gracias amor.

—¿Quiénes están en la cocina? —preguntó Ahron.

Sé que debía ignorarlo, pero la mirada de Nic estaba pudiendo conmigo, luché contra las ganas de girar solo un poco mi rostro.

—Sólo son Regina y Carolina—Helen hizo unos ademanes despreocupados con sus manos y me miró—. Te llevaré a tu habitación. Mientras tanto tú y Nic pueden ayudarme llevando las compras a la cocina para que Regina y Carolina las usen.

—Te veo al rato, cariño—Ahron se acercó para darme un beso sobre la cien, se sintió extraño, pero no me aparté.

Helen tomó mi maleta y recostó su mano de la parte baja de mi espalda, guiándome hacia donde estaban las escaleras que te acercaban al segundo piso.

Helen también pudo con mi pesada maleta por sí sola, ¿es que era yo tan debilucha en realidad? ¿O qué es lo que los habitantes de esta zona comían para parecer súper humanos? Abrió una de las últimas habitaciones, la puerta era blanca, con un letrero que decía «Grace» colgando de ella. Realmente esperaban ansiosos a mi llegada.

—Bien, esta es tu habitación de ahora en adelante, ¿es de tu agrado?

Indiscutiblemente tuve que asentir. Era un hermoso cuarto con paredes color azul cielo, tenía una sencilla cama Queen al estilo escandinavo con cajones en la parte inferior. Mesitas hacia ambos lados de la cama con lámparas de cabeza ovalada. De frente a la cama había también una cómoda de madera blanca con todo tipo de cosméticos. Atrás de la puerta colgaba un espejo largo que me permitía verme por completo. La ventana estaba del otro lado de la cama, junto a ella estaba un pequeño sofá largo. Inmaculadas cortinas blancas cubrían la ventana.

—Está impresionante—susurré.

—¿En serio? ¡Sabía que te encantaría! —exclamó Helen aliviadamente.

Me giré hacia ella perplejamente, ni siquiera yo pude escucharme bien, y ella me había escuchado perfectamente.

Dejó mi maleta al pie de la cama, luego se alejó hasta la puerta.

—Estaré abajo, tengo que terminar de hacer la comida para esta noche—avisó antes de salir—. Si tienes hambre y quieres almorzar algo pásate por la cocina, te prepararé un sándwich.

Antes de salir se volvió hacia mí.

—Por cierto, hermosos ojos.

¿Cómo es que les parecían hermosos mis ojos? Toda mi vida había sido una especie de fenómeno en la escuela por eso y luego también en la universidad.

Me dejé caer sobre la cama de espaldas, el colchón era cómodo y suave, la habitación olía agradable y todo lo que había ocurrido hasta ahora no fue tan extraño e incómodo como pensé que sería durante todo el viaje a Telluride.

Bueno, no todo había sido encanto. Dominic Schmit y su mirada asesina me estaban preocupando, ¿será que le caí mal? ¿Acaso mi obstinado silencio le molestó? ¿O fue mi tamaño el que hizo pensar que no encajaría? Porque todos aquí eran enormes.

Dejé de pensar en probabilidades innecesarias y comencé a desempacar. Casi toda mi ropa era nueva, la de invierno, gracias a Ahron quien mandó dinero para eso, así como para el pasaje hasta aquí y mis botas de campaña. Pero yo no tenía ropa con buena pinta para una reunión familiar de acción de gracias, siempre fuimos mis padres, mis abuelos y yo.

Finalmente encontré algo que podría funcionar, lo dejé a un lado de la cama y decidí que podía aguantar hambre hasta la noche. No quería salir, si me encontraba de nuevo con Nic sería demasiado para mi pobre y debilucho corazón.

Pasé el resto de la mañana leyendo mi libro y escuchando música, hasta que me quedé dormida.

 

 

 

 

 

 

Un húmedo y espeso lametón me despertó. Abrí mis ojos lentamente, esperando que no fuera lo que finalmente vi frente a mis ojos. Un enorme lobo siberiano gris y blanco se encontraba frente a mí, con una heterocromía en los ojos de colores azul y marrón, por lo que me sorprendió por un momento, nunca antes había visto una persona o animal con la misma anomalía.




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