Reclamada l Trilogía reclamada, libro 1

4. Grace

Dany fue muy considerada y sincera al advertirme sobre lo que normalmente hacen los hombres, pero tampoco es que fuera una tonta, no caería por bobadas masculinas. Sí, era una miedosa pero esa era mi principal arma, saldría huyendo tan pronto mis sentidos me advirtiesen que debía correr.

Me sentía fuera de lugar, así que no me moví de las escaleras, me dediqué a observar de acá para allá la forma tan peculiar que tenía cada uno de moverse. Eran enormes, incluso las mujeres me doblaban en tamaño, pero aun así se movían con una gracia que llegaba a la extrañeza. Los niños corrían y los que parecían adolescentes se la pasaban comiendo. Esta no sólo era una fiesta para los Schmit, también habían otras familias de la reserva.

Más tarde debía agradecerle a Ahron por poner la calefacción, ya no tenía que usar la mitad de mi ropa para mantenerme en calor. Hubiera sido frustrante tener que pasar por otra humillación, ya era suficiente con tener que ocultar mis ojos constantemente.

Estábamos a pocos días de diciembre, por lo que los adornos navideños estaban por todos lados. Desde el hermoso y enorme arbolito que intentaba establecer su tamaño sobre el de los demás, hasta los centros y adornos de mesas como las esferas, velas y piñas secas. En algunas puertas y sobre marcos había coronas con lazos rojos, esferas de colores colgaban de todos lados y las luces iluminaban cálidamente el ambiente familiar.

Navidad.

—Pagaría cien dólares por un pensamiento tuyo.

Giré mi cabeza, la levanté y entonces por poco entré en pánico. Dominic estaba a mi lado, su colonia de hombre era dulce, pero había en su aroma algo diferente, era como a humedad, tierra fresca, como el olor de la madera de pinos mezclada con la nieve. Su cabello estaba mojado, y sus ojos tan helados como siempre, esta vez tenía una expresión diferente, sólo que no pude interpretar si estaba fingiendo.

—¿Qué piensas? —inquirió.

Inconscientemente un pequeño sentimiento de desconcierto me hizo mover sólo un poco hacia atrás, me tropecé con uno de los escalones y estuve a punto de caer, pero Nic me sujetó a buena hora y me acercó lo suficientemente a él como para que mi corazón de colibrí latiera de forma alarmante. No lo había alucinado, Nic era realmente caliente. En el buen sentido, eh.

—Cuidado, pequeña liebre—me advirtió, y sentí el suave apretón de su mano alrededor de mi cintura. Me miró a los ojos con tal fijación que por un momento confundí con admiración—. ¿No hablarás? ¿O tendré que sacarte las palabras de la boca? Una por una…

Me tragué un jadeo de puro pánico.

—S-sólo pensaba que…mis pensamientos no valen tanto—me forcé a contestar.

Entonces Nic me soltó cuidadosamente.

—Si no valen tanto, entonces puedes decirme alguna cosa que pienses en este momento. Me gustan las cosas gratis.

¿Qué está insinuado? ¿Qué soy una chica fácil y gratis? No, debía dejar mis pensamientos feministas a un lado, nunca los usaba, demasiado cobarde para expresarlos en voz alta. Incliné mi rostro, ¿qué podría decirle? ¿Qué me asustada su mirada?

—Aunque sea dime una cosa que debería saber de ti—añadió.

Levanté mi rostro guiada por un repentino impulso que me hizo sentir en confianza con él, pero no podía comprender la razón del por qué él querría saber algo sobre mí. Este debería ser el momento en que mis sentidos tenían que hacer sonar la alarma en mi cabeza de que debía salir corriendo, y en su lugar fui demasiado sincera con él.

—Tú… ¿te caigo mal?

Debía ser franca porque necesitaba saber si debía evitarlo durante el tiempo que me quedara aquí o si por el contario tendría que dejar sus enigmáticas expresiones conmigo. Su leve ceño fruncido no le quitó atractivo a su rostro.

—¿Que si me caes mal? —en ese momento miró hacia la cocina, luego volvió su atención a mí—. ¿Quieres acompañarme a otro lugar?

No quería, pero me tomó de la mano y subió las escaleras conmigo. Este chico tampoco aceptaba un no por respuesta, porque ni siquiera me dejó articular mi negación, aunque a estas alturas de mi vida debía ser realista conmigo mismo, ¿podría haberme resistido? Obvio no. Me pregunté si habría alguna mujer en la historia que se le opuso.

Nos detuvimos a mitad del pasillo.

—¿Por qué me traes aquí? —pregunté en voz muy baja, probablemente no me habría escuchado si esta gente no fuera súper humana. 

—¿Crees que te odio?

—Verás…odiar quizá es un palabra muy fuerte, nos acabamos de conocer—jugueteé con mis manos y las miré fijamente como una excusa para no tener que verlo a él—, pero yo creo…creo que estás molesto conmigo, ¿es así?

—¿Por qué debería estar molesto contigo?

Había tanta perplejidad en su mirada que me avergoncé. Es decir, no es como si yo fuera muy importante o sobresaliente para alguien como él y que además acababa de conocer.

—¡C-cielos, tienes razón, q-qué vergüenza! —balbuceé tontamente—. Por un momento yo…

Definitivamente este era el momento de escapar, lo rodeé y comencé a huir como debí hacerlo desde que se me acercó. Pero una enorme mano me arrastró de nuevo y me estampó firmemente contra la pared. Cerré mis ojos y me mordí el labio inferior a espera de recibir un… espera, ¿qué quería hacerme?

Primero consideré abrir un ojo, y cuando lo hice me encontré con su decidida mirada justo frente a mi rostro. Cielos, ahora era cuando recordaba que tanto calor también te mareaba y te hacía sangrar por la nariz.

Ahora que lo veía más de cerca noté lo verdaderamente hermosos que eran sus ojos, eran hipnotizantes, y su collar, era más grande de lo que creí cuando lo vi por primera vez. Por un momento me sentí como uno de esos animales indefensos que se dejaban hipnotizar por los brillantes ojos de su cazador instantes antes de morir horriblemente.

—No tienes por qué irte—atajó, con sus manos rodeándome a cada lado de la pared. Así es obvio que no iría a ningún lado—. Y no te odio, todo lo contrario.




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