Reclamada l Trilogía reclamada, libro 1

7. Grace

Apolo y yo caminamos un rato más por la zona hasta que el sol se posicionó en lo más alto del cielo. La camioneta de Ahron entró y condujo hasta el final del camino. Ya era hora de volver. Jalé un poco la correa de Apolo e intenté llevarlo en dirección contraria al parque, pero el enorme lobo se resistía. 

—Vamos Apolo, Dany ya debe haber…—jalé con más fuerza, pero era más que obvia la razón por la que no hacía favores que me superaran en tamaño—. Por favor Apolo, Dany, ¿la recuerdas? Tenemos que volver a casa ya.

Apolo ladró, y juraría que fue una respuesta negativa. Este enorme lobo era más fuerte que yo, podría arrastrarme hacia un acantilado y nadie se daría cuenta de que morí, esa no era una buena forma de perecer, apenas tengo 21.

—¿Y si te digo que Nic estará allá? —debía intentarlo.

Apolo levantó sus orejas frenéticamente y giró su cabeza hacia mí, me miró fijamente, como si estuviera sopesando si mentía o no. Rayos, debía dejar de darle sentido a las reacciones de los animales. Sin embargo, él debía reconocer por lo menos el nombre de su dueño.

—S-sí… te trajo… ¿filetes?

De un salto Apolo se giró hacia mí, y no duró mucho antes de que comenzara a correr, arrastrándome por toda la acera resbaladiza. No sé cómo es que no me caí antes de que se detuviera frente a una hermosa casa de dos pisos.

Apolo corrió hasta la puerta y comenzó a rasgarla con las patas.

—Oye, por favor no hagas eso—intenté jalar su correa pero no funcionaba—. Se enojarán con nosotros. Bueno, en realidad se enojarán conmigo, porque tú eres una mascota que no piensa en lo que está haciendo.

Apolo no me prestaba atención, seguía rasgando la puerta como si de eso dependiera su vida.

—¡No me hagas esto, creí que éramos amigos!

Insistí en seguir jalando de la correa aunque parecía ridículo intentarlo con mi tamaño. Bajé un escalón, posicioné mi pie sobre el contrahuella de la escalera para sujetar mi peso en contra de Apolo y tiré de su correa lo más fuerte que pude.

A causa de mis guantes la cuerda resbaló de mis manos, no conté cuantos escalones había, pero seguro eran más de cuatro, los suficientes como para causarme un considerable moretón en la espalda cuando cayera.

Un par de brazos me sujetaron desde atrás cuando estuve segura de que me estrellaría contra el pavimento de la acera. Me alzó en el aire y luego me dejó con cuidado sobre el piso. No supe cómo, pero reconocí la calidez de la persona que estaba detrás de mí, la piel se me puso de gallina y sentí una corriente puramente eléctrica que me sobresaltó por el repentino placer que tuve.

—Tómalo con cuidado, pequeña liebre.

Giré sobre mi hombro pero sólo vi parte de su musculoso torso, era obvia la buena forma en la que estaba puesto que la camisa de algodón gris se ajustaba donde era necesario. Me obligué a levantar mi cabeza para encontrarme con sus ojos, él enarcó una ceja.

—¿Te he lastimado?

Giré tontamente sobre mis pies y tomé mis distancias.

—No…—tragué saliva compulsivamente.

Nic miró sobre mi hombro.

—¡Hey, cachorro, deja de golpear mi puerta! —exclamó.

Apolo corrió con gran emoción hacia su dueño, Nic se inclinó para recibirlo con los brazos abiertos. Apolo lamió toda su cara, montó sus patas delanteras sobre los hombros de Nic y continuó con su trabajo de babas. Entonces lo vi sonreír, y me quedé embobada de aquella risa vibrante que iluminó su rostro alegremente. No pude evitar mirarlo maravillada y sorprendida, fue una cara completamente diferente a la que tenía usualmente.

Nic levantó su rostro y me miró.

—Disculpa—se colocó de pie y volvió a repasarme en altura, incluso tapó el sol—. No paso tanto tiempo con Apolo como debería, últimamente es Dany la que lo cuida. Pero gracias por ofrecerte.

No me había ofrecido, y definitivamente lo pensaría unas mil veces antes de aceptar hacerlo una segunda vez. Incliné mi rostro.

—No fue nada.

Se mantuvo en silencio durante un momento.

—Es obvio que te fue difícil tratar con Apolo—dijo—. Así que quiero compensártelo.

Levanté mi rostro enseguida.

—Te invitaré a comer.

Abrí mis ojos con angustia, no quería entrar con él, ¿y a su casa?

—N-no, no tienes que compensarme por nada, yo acepté y…

Nic levantó una mano para interrumpirme.

—Yo insisto—se acercó, me dio la vuelta y comenzó a conducirme hacia la puerta de su casa—. Te juro que soy un excelente chef.

No dudaba que fuera bueno en muchas cosas, sin embargo no lo era para aceptar un no como respuesta, que era lo que yo necesitaba. Nic metió una llave que sacó del bolsillo de su pantalón en la cerradura de la puerta, cuando la abrió me empujó suavemente hacia el interior. Apolo corrió como loco por toda la casa, saltó sobre los muebles y las mesas. La sala, el comedor y la cocina eran parte de un mismo salón. La casa era de techos altos y paredes blancas con ventanas corredizas. Los muebles eran de cuero negro, había una Tv de pantalla plana negra que colgaba por encima de la chimenea.

La mesa de su comedor era para seis personas. La cocina era hermosa, tenía un diseño en “L” y mesones de granito con gaveteros y estantes en negro. También había un mesón isla con banquitos de madera. Lo mantenía todo muy limpio y ordenado.

—¡Hey, cálmate amigo! —gruñó Nic.

Escuché el ruido seco de la pesada puerta cerrarse y a continuación Nic se acercó hacia Apolo y le hizo señas para que se bajara de los muebles. Pero Apolo no parecía muy interesado en obedecer, con la lengua por fuera le hizo burlas a su dueño mientras saltaba de acá para allá. Realmente debía pasar poco tiempo con él si cada vez que se encontraban se ponía así.

Nic resopló frustradamente, hasta que se lanzó para tomar la correa de Apolo y detenerlo.

—Vaya, ¿qué has comido amigo? —Nic giró su rostro hacia mí—. ¿Tú le diste algo de comer?




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