Reclamada l Trilogía reclamada, libro 1

10. Grace

Nos reunimos con los muchachos en el camino que llevaba hacia las cabañas. La nuestra era una enorme cabaña hecha a base de troncos. Su ubicación era bastante privada y aislada del resto de las demás. Adentro todo era acogedor y espacioso, el comedor y la sala con la chimenea de gas era una misma habitación compartida y había un llamativo candelabro con cuernos de alces. También había un balcón grande con barandas delgadas de madera que daba vista a las montañas donde se iba a esquiar.

A pesar de la madera, la cocina empotrada con sus acabados de granito y mármol, la piscina, la tina de hidromasaje y la enorme pantalla plana que colgaba de la pared en la sala le daban lujo al ambiente.

—¿Tenemos una habitación para cada quien, verdad? —preguntó Mason—. No quiero tener que enrollarme en la cama con Luke, es una molestia tener que aguantarme sus ronquidos.

Luke rodó los ojos y se echó de espaldas sobre uno de los sillones de cuero individual, tomó el control de la televisión y la encendió.

—Ya párale a tus lloros, por lo menos yo no lleno la habitación de gases tóxicos. Necesitas ir a un médico, Mason.

Mason iba a contestar, pero Nic intervino.

—Hay cuatro habitaciones, Dany dormirá con Grace.

—¡Ven Grace, veamos nuestra habitación! —Dany me sujetó del antebrazo, me jaló en dirección contraria a la sala, por lo que Nic soltó mi mano.

Era un acogedor y espacioso dormitorio con gabinetes de pino, lámpara de mesa y ropa de cama colorida. Había dos camas individuales, Dany se tiró sobre una de ellas.

—Supongo que yo dormiré junto a la ventana, así si se abre por la noche no tendrás frío. De cualquier forma la calefacción es excelente, me encargaré de que siempre esté encendida.

Me senté sobre la cama cercana a la puerta.

—Gracias, Dany.

Ella se sentó para quedar frente a mí.

—¿Qué quieres hacer? —me preguntó animadamente.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

Cruzó sus pies sobre la cama y me observó con veracidad.

—¿Qué es?

—Bueno…tengo algunas dudas—todas ellas tenían qué ver con Nic, por lo que sentía una enorme vergüenza de preguntar—. ¿Vienen a menudo a este lugar? Parecía que el señor de la recepción los conocía bien.

—Nos mudamos a Telluride desde Luxemburgo…hace algunos años—contestó Dany, pero su mirada era evasiva—. Teníamos…quizá…éramos pequeños, no lo recuerdo bien. El señor Dante es un buen amigo que ayudó a nuestra familia a instalarse.

No parecía segura de lo que decía.

—Son una familia numerosa.

—Bueno, sí—ella sonrió evasivamente.

—Donde viven le llaman reserva Iron Fang, ¿por qué?

Lo había leído del letrero que había en la entrada de la reserva.

—Ah… es que, ¿te diste cuenta de que somos un poco exclusivos? No somos americanos, nuestras costumbres son diferentes pero tampoco nos gusta incomodar a nadie, por lo que decidimos alejarnos. Verás, todas las demás familias en la reserva son también de Luxemburgo, con los años fueron llegando más, así que decidimos llamarla así, es solo un nombre.

—Para ser sólo un nombre es bastante peculiar.

Ella se rió entre dientes.

—Sí, no somos una familia normal.

De eso me había dado cuenta.

—¿Tú también hablas italiano? —inquirí.

Por alguna razón dudaba de que el señor Dante y Nic estuvieran hablando simplemente de la familia.

—Ah, no—contestó—. Eso es sólo de Nic. Él estudió una carrera de idiomas, además de otras.

Vaya.

—¿Qué otras carreras estudió?

—Bueno, es aficionado a la mecánica, ¿pero qué hombre no lo es? —Dany rodó los ojos—. Al mismo tiempo estudió informática y después contaduría. Papá quiere que ahora estudie administración de empresa.

Parpadeé perpleja. Él había logrado estudiar todo lo que había querido, seguro era la persona que deseaba ser. Tenía una bonita familia unida, una casa hermosa, un perro leal y era tan locamente guapo que me descolocaba. Alguna vez creí que debía haber un límite para que alguien tuviera tantas cosas buenas en su vida, parece que no existía tal límite. 

—¿Te sucede algo? —preguntó Dany, observándome con preocupación—. ¿Te sientes mal?

Negué rápidamente.

—No, no es eso… estoy bien.

Por la puerta se asomó Luke.

—Chicas, iremos a esquiar, ¿vienen?

Dany se levantó de un ágil salto de la cama.

—¡Por supuesto! Vamos Grace.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La estación de esquí era enorme, había más gente de la que vi por el camino o encontré en el hotel, imaginé que sólo eran visitantes circunstanciales. A lo lejos se podían admirar las pistas con sus diferentes pistas clasificadas por la dificultad y el nivel que tenían los esquiadores. Pero hacía quizá el triple de frío que en Telluride, no me era posible controlar mis temblores y escalofríos.

Y como era de costumbre ellos no andaban abrigados lo que era lógicamente saludable. Esta vez estaban solo un poco más abrigados, aunque no tanto como yo. Era suficiente para ellos una ligera camiseta de algodón con una chaqueta gruesa, no usaban guantes o gorros, ni bufandas.

—Creo que lo mejor será usar la telesilla por Grace—sugirió Dany.

—¿Es enserio? La telesilla es para principiantes—bufó Mason—. Quiero darle una paliza a Luke, ya verán que no solo soy más rápido que ustedes en cuatro patas.

Los ojos de Dany y Luke se abrieron como platos.

—Él está muy dañado de la cabeza—Luke me sonrió y simultáneamente empujó tan fuerte a Mason que éste cayó sobre la nieve—. ¿Saben qué? Yo subiré con Mason al telesquí, ustedes pueden acompañarla.

—Yo iré con ustedes—dijo Dany—. La telesilla solo tiene espacio para dos personas.

¿Era preciso que tuviera que sentarme siempre con Nic?

—Yo iré a la pista verde con Grace—avisó Nic.




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