Reclamada l Trilogía reclamada, libro 1

15. Grace

La biblioteca tenía signos de haber sido restaurada porque permanecía todavía ese estilo antiguo en conjunto con las actualizaciones de la estructura. Olía a polvo y madera húmeda; era inevitable dado que el invierno era muy crudo en Telluride.

En silencio seguí a Maya hasta la sección de literatura romántica. No creí que habría una sección de dicho género en una biblioteca histórica como esta, pero me distraje lo suficiente en las sinopsis de los libros como para olvidar lo que estaba ocurriéndome actualmente. 

—Parece que te gusta leer—mencionó Maya, metiendo el libro que había revisado de vuelta en su lugar—. ¿Qué géneros te gusta leer?

Tomé un libro polvoriento, tenía pinta de ser una novela histórica.

—Me gusta el romance, las historias juveniles, la poesía, los vampiros… y algunas otras cosas, como libros sobre constelaciones y esas cosas.

—Eres más sencilla de lo que creí—se rió perpleja.

—¿Por qué?

—Parecías una de esas chicas súper únicas que sólo leen misterio y odian los clichés.

—¿Qué sentido tiene odiar el cliché si siempre está presente? —contesté en voz baja, metiendo el libro en su lugar—. El cliché más grande de la vida es la muerte, no tiene caso odiarlo si es inevitable.

—Oh vaya, hasta sentí escalofríos.

Me reí repentinamente avergonzada por hacer incomodo el momento, pero Maya también se rió.

—¿Y tú? ¿Cuáles son tus gustos? ¿Son más excéntricos que los míos? —le pregunté para cambiar de tema.

—Ah, en mi caso soy muy amante de los clichés. Ya sabes, el vampiro insípido y lobo sexy. O el chico malo y el pervertido empresario—Maya se relamió los labios dramáticamente—. A todos los devoro rapidito. Me encanta la fantasía, quisiera ser una de esas protagonistas.

—Me doy cuenta.

Había un cierto límite para desear algo, definitivamente ser la víctima de un secuestro, que te chupen la sangre o corras peligro a causa de hombre cambia forma no estaban ni en mis deseos o fantasías.

Mi teléfono vibró en el bolsillo de mi chaqueta, cuando revisé para ver de quien se trataba vi que el número era desconocido. Colgué la llamada y guardé el teléfono.

—¿Has tenido fantasías sexuales con los personajes masculinos que has leído? —Maya sonrió coqueta.

—No en realidad.

No necesito un personaje ficticio cuando Nic se la pasaba en mi mente día y noche. Porque él es el tipo de hombre dominante y apasionado. Él hace que sea difícil resistirme a mirarlo y por eso debía reprocharme a diario por pensar de esa forma.

—No te culpo, tienes a los Schmit cerca de ti. No sé si lo hayas escuchado pero en el pueblo los consideramos como hombres lobos o a veces pueden parecer vampiros.

—¿Por qué?

—Estás más cerca de ellos, ¿y no te has dado cuenta? —Maya se echó a reír—. Andan por ahí como si estuviéramos a 35 grados. Comen como si tuvieran cinco estómagos y de por sí ya actúan muy extraño si no llegaras a notar eso. Son gente muy exclusiva y lo más sobresaliente es que en la noche buena muy cerca de donde se supone que viven se escuchan muchos aullidos de lobos.

Eso era una locura por más desesperada que estuviera en vivir una fantasía literaria.

—Maya, el pueblo está rodeado de bosques y montañas, es de esperarse que haya lobos.

—¿Pero por qué casualmente aúllan tanto sólo ese día? Y en las lunas llenas también ocurren cosas extrañas en el pueblo.

—¿Por qué tendría que ver con ellos? Nada de lo que dices tiene sentido.

—Bueno, no lo sé, pero son extraños, ¿o no?

El teléfono en mi bolsillo volvió a vibrar pero esta vez no le presté atención.

Más tarde cuando salimos de la biblioteca Maya se tropezó contra una hermosa chica rubia de ojos marrones, pero probablemente no era rubia natural.

—Fíjate por donde andas, gorda—masculló la chica, enarcando una oscura ceja, lo que confirmaba mi creencia de que no era rubia natural.

Maya le lanzó una mirada gélida y se volvió a meter en su camino para enfrentarla.

—No es mi culpa que flacuchas como tú se metan en mi camino, cucaracha asquerosa—respondió Maya.

La rubia se quedó con la boca abierta, pero se recompuso y con una mano empujo por el hombro a Maya. Parecían niñas de primaria, por lo que preferí guardar silencio y hacerme a un lado de la discusión. 

—Fuera de aquí, no tengo tiempo de hablar con pelotas de playas.

Maya sonrió de lado y cuando me señaló de repente me sobresalté porque las otras chicas se me quedaron viendo.

—¿Ya conocen a mi nueva mejor amiga Grace? —Maya enarcó una ceja presuntuosamente—. Ella vive en la reserva de los IronFang.

—Imposible—la rubia y las otras dos se me quedaron viendo escépticamente.

—Claro que lo es, la conocí en el mercado, Grace estaba de compras con Helen Schmit—continuó Maya—. Qué mal que estés fuera de onda Audrey y que no la conozcas. Porque Grace incluso convive con Dominic, Luke y Mason.

Maya se echó a reír impertinentemente según mi percepción auditiva. Era obvio que estaba exagerando todo lo que yo le había dicho, ni siquiera podía mentir sin que me saliera todo mal. La rubia era Audrey, se me quedó viendo fijamente pero el escepticismo no abandonó su mirada.

De repente Audrey comenzó a acercarse a mí, ella usaba unas botas marrones de tacón punta fina, por lo que se presentó como alguien considerablemente más alta que yo.

—¿Este fenómeno vive con ellos? —Audrey estrechó sus ojos con dureza, y luego hizo una mueca desdeñosa cuando terminó de estudiar mi aspecto—. Que mentirosa eres, gorda.

—No te miento, Grace vive con ellos y la cuidan mucho—insistió Maya.

Cuando el teléfono en mi bolsillo volvió a vibrar lo saqué de inmediato para escapar de la discusión, pero Audrey me quitó el teléfono de las mano y revisó la pantalla.

—Necesito contestar eso—señalé tímidamente hacia mi teléfono—. ¿Podrías devolvérmelo?




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