Reclamada l Trilogía reclamada, libro 1

22. Dominic y Grace

Dominic

 

Sólo quería hacer algo para arreglar las cosas que hice mal con Grace. Era eso o perderla, porque llegados al punto en el que estábamos, estaba dispuesto a hacer lo que Grace quisiera para que se sintiera a gusto conmigo. Lo pensé durante la fogata, si quería que respetaran su decisión debía hacerlo primero yo.

Era difícil dado que podía oler en el aire de mi sala su confusión, pero también la sangre corriendo rápidamente por sus venas y su corazón latiendo apresuradamente, ella me quería, pero se estaba controlando y necesitaba saber por qué exactamente. ¿Qué era lo que debía hacer para que confiara en mí y en lo que le decía? Los Midnight y sus repentinas acciones estaban al acecho de nosotros, y aunque era ya cuestión de seguridad para Grace que la reclame, no lo haría sin su consentimiento.

—Necesito saber lo que piensas, Grace. Me volverás loco, estás pudiendo conmigo como nunca nadie lo hizo.

Ella mantuvo su cabeza inclinada e insistió en guardar ese tímido silencio durante unos segundos más hasta que habló.

—Dices que me quieres—murmuró, su pequeña y dulce boca se movió velozmente—… pero, ¿quién lo hace? ¿El lobo o Nic?

Debía admitir que no comprendí lo que dijo, pero no lo pregunté en voz alta. Grace levantó su rostro y me enfrentó con sus pequeños ojos.

—Creo que me gustas…—admitió.

La esperanza golpeó fuertemente mi pecho, la sangre se movió velozmente y pude haber movido la cola si tuviera en esos momentos. Sin embargo. me preocupó la forma en que lo dijo, como si le supusiera un problema admitirlo.

—Pero—prosiguió—, no puedo seguir…haciéndolo.

—¿Por qué no?

—Porque tú no sientes lo mismo por mí.

—¿Cómo dices eso?

—El hecho de que sea tu Séil lo explica todo. Si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias y no fuera la tal Séil destinada ni siquiera me hubieras visto.

—Grace…

—No intentes mentirme, por favor—insistió, con los ojos cristalizados de desconsuelo—. Constantemente tengo miedo, intento ser objetiva, pero tú siempre te entrometes y empeoras las cosas.

—¿De qué manera las empeoro?

—Diciendo que me quieres.

Fruncí el ceño. Seguir el hilo de lo que Grace decía se me hacía difícil. Todo lo que he vivido hasta ahora no me preparó para entenderla, mi gente simplemente aceptaba nuestro destino porque sabíamos que eso nos haría felices y evitaría que sufriéramos. Sin embargo, Grace insistía en resistirse, ¿por qué? ¿Por qué los humanos insistían en ver desastre donde sólo había armonía? 

—¿Te molesta que esté enamorado de ti?

—Me molesta que no puedas decidir—explicó—. Lo que sientes por mí es sólo un instinto Nic… es mentira, porque de otra forma jamás me hubieras…

Cerró la boca antes de terminar, pero había escuchado lo necesario. Me limité a observarla desde lejos mientras me debatía en lo que debía decirle para disipar las dudas de su mente. Para que entendiera que sin un nosotros juntos, ya no existiría un yo solo, porque la volví mi prioridad desde el primer momento en que la vi. Y no lucharía contra lo que sentía sólo para complacer un pensamiento que sólo estaba lastimándola.

—¿Me has preguntado por qué estoy enamorado de ti?

Grace parpadeó con la cabeza inclinada, entonces me miró tímidamente y negó en silencio.

—Me gusta tu cabello, es hermoso, es brillante, es negro y es largo, me encanta—aclaré, mirándola fijamente, como siempre me gustaba—. Tu boca, la franqueza con la que dices las cosas. Tu tamaño, tus pequeñas manos que dejan de temblar en el momento en que las tomo. La forma en la que aletea tu corazón al mismo tiempo que el mío. Y tus ojos—no quería, pero mis pies se movieron en su dirección—, lo mejor de dos universos perfectamente alineados con el mío. Grace, estás hecha a mi medida, y yo a la tuya, y eso no está mal, al contrario, es como un regalo.

Me arrodillé frente a ella para quedar a su nivel y sin embargo todavía era más alto. Miré sus labios a medio abrir, sus pupilas y el reflejo de mis ojos sobre los de ella. Todo su rostro se había ruborizado por lo que luché contra mi instinto para no robar sus labios en ese momento.

—Me gustas por quien eres, y reconozco cada uno de tus defectos, pero admiro todavía más tus virtudes.

Ella mordió su labio inferior, como si se debatiera todavía. 

—Los humanos tienen algunos dichos y leyendas parecidas a las de nosotros—proseguí—. Algunos hablan de un hilo rojo, otros mencionan el alma gemela, incluso escuché lo de la media naranja, todavía no sé lo que signifique eso en esencia, es muy extraño.

Lo logré, la hice sonreír. Grace inclinó su rostro para ocultar su sonrisa, pero levanté mi mano y sujeté suavemente su mentón para hacer que me miré de nuevo.

—La palabra Séil en luxemburgués significa alma—expliqué sin dejar de mirarla—, para mí, como para cualquier otro humano que cree en esas leyendas, la persona que amo es mi alma gemela, está al final del hilo rojo y—sonreí— es mi media naranja.

—Pero los hombres lobo no pueden elegir…

—¿Y eso qué? —objeté—. Yo soy feliz porque no puedo elegir a nadie más que no seas tú, porque me hace bien estar a tu lado y sueño contigo más de lo que duermo.

Ella abrió sus ojos con desconcierto.

—T-tú… ¿has soñado conmigo?

—Todo el tiempo—admití—. Pero cuando supe que tú eras mi Séil dejé de soñar porque ya no me eran suficiente los sueños.

Sus ojos volvieron a cristalizarse, y ella quiso desviar su rostro de nuevo, pero lo sujeté firmemente.

—¿Por qué te resistes Grace?

Ella negó con su cabeza e intentó alejarse, pero la atraje hacia mí. La inercia de su peso me hizo caer de trasero sobre el piso y ella sobre mi pecho. La abarqué con mis brazos para abrazarla, aunque intentó zafarse. Podía sentir lo mucho que Grace necesita mi afecto, aunque lo negara. Quería que me contara su historia, quería conocerla más, quería hacerla sentir como en casa.




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