Reclamada l Trilogía reclamada, libro 1

23. Grace

Últimamente me levantaba con pesadez por las mañanas, como si salir de la cama significara enfrentar otro extraño mundo en el que tenía que luchar sola. Pero cuando abrí los ojos y vi el rosto de Nic justo frente al mío me llené de alivio, la perspectiva de vivir no se veía oscura. Me tenía envuelta en sus brazos, mis manos sobre su pecho y las sábanas nos cubrían.

No tenía idea de la hora, pero no me moví, en su lugar recosté mi frente de su pecho y me dejé entretener por el hermoso ritmo al que se movía su corazón. Estuve absorta en ese compás durante el tiempo suficiente como para convencerme de que esto es lo que quería, incluso aunque temiera, sabía que por primera vez, un momento como este me pertenecía, nos pertenecía.

Nic cumplió lo que dijo, era la segunda noche que nos acostábamos en la misma cama y no hacíamos nada más que dormir. Sonreí inconscientemente y lo miré con ternura. Entonces vino a mi mente claramente todo lo que ocurrió la noche anterior. Y todo lo que Nic había luchado para que admitiera que estaba irremediablemente enamorada de él. Mi corazón latió de la vergüenza.

Levanté mi rostro y me pregunté, ¿ahora qué tipo de relación tenemos?

—Eres más testaruda de lo que creí, Grace Beckham—murmuró Nic, en un leve tono soñoliento.

Ahogué un jadeo de impresión, ya estaba despierto.

—Cariño, puedo sentir tu vergüenza—abrió los ojos y me sonrió risueño—. Pero, ¿ahora me quieres? ¿Puedo decir con toda la potestad del mundo que eres mía?

—N-no soy tuya, tengo mis derechos.

Nic me soltó para estirarse y bostezar.

—Debiste estudiar derecho—bufó.

—Quizá—murmuré.

Nic se volvió de nuevo hacia mí, cuando estuvo a punto de posarse en mis ojos nuevamente su atención se desvió hacia mi cuello.

—Ese collar es hermoso—dijo.

Abrí mis ojos con preocupación, tomé entre mis manos el collar y lo tapé. De repente volví a la realidad, no tenía por qué ocultarlo de Nic, es sólo que lo había escondido por muchos años y que de repente alguien lo viera era… extraño.

—S-sí—susurré, sonriendo levemente.

—Grace, ¿recuerdas lo que habló Lauren sobre la Séil en la fogata? —me preguntó de pronto.

Asentí en silencio.

—Todos nosotros nacimos el día exacto en el que nuestra pareja lo hace, y también tenemos una constelación, la mía es orión.

Fruncí el ceño. Nic hizo a un lado mis manos y sujetó con la suya el dije de mi collar en forma de la constelación de orión.

—Ahora sabes que siempre hemos estado cerca uno del otro—sonrió—, sólo faltaba darnos cuenta.

Nic me robó la sonrisa de los labios.

—Ahron dijo que tus padres murieron y que por eso tuviste que irte con tus abuelos. Sin embargo hay algo que no encaja—inquirió—. ¿Cómo eran tus padres?

Mi sonrisa desapareció y me giré sobre la cama para darle la espalda.

—Yo no quiero hablar de eso ahora.

Un par de manos me arrastraron de vuelta a Nic, y me volteó de nuevo hacia él.

—Quiero escucharlo, ahora.

—No quiero que sientas pena por mí. Estoy harta de la lastima y…

—¿Querer conocer más a mi novia es tan malo para ti?

Parpadeé furtivamente maravillada cuando escuché la definición de nuestra relación, y aun así me resistí.

—No es importante.

—Déjame decidir eso.

Lo miré brevemente a los ojos, luego volví a inclinar mi rostro.

—Grace, sólo quiero aprender de ti—insistió, recostando su frente de la mía—. Quiero hacer las cosas bien, así como querías. Pero debemos saber todo del otro. 

Él tenía razón, no podía seguir temiendo toda mi vida cuando estaba a punto de comenzar algo nuevo.

—Mis padres… ellos peleaban mucho—susurré, cerré mis ojos cuando a mi mente vino una de sus últimas discusiones—. Primero sólo se lastimaban entre ellos.

Mordí mi labio inferior antes de continuar.

—… Mmmm, pero cuando me hice adolescente ellos… simplemente al darse cuenta de que ninguno tenía la razón comenzaron a lastimarme—sonreí inconscientemente de lo patética que había sido mi vida, de que casi nunca tuve suerte en nada—. Entonces solía preguntarme qué tanto mal les hacía como para que se pelearan de esa forma, por las noches lloraba porque creía que nunca se acabaría. Hasta que llegó el día para la firmar de su divorcio y me dejaron con mis abuelos. De camino a las oficinas tuvieron un accidente y murieron—sonreí tristemente—. Juré que nunca sería como ellos, pero siempre estará esa herida ahí.

Nic acercó su mano y acarició mi mejilla con su dedo pulgar, me di cuenta de que limpió una lágrima que se me escapó.

—Me mudé con mis abuelos, hasta que mi abuelo fue diagnosticado con cáncer de próstata y tuve que venir aquí. Eso es todo.

No me gustaba recordar a mis padres, los quería aunque cometieron errores, pero toda mi adolescencia fue un desastre y gracias a esa etapa mi capacidad para comunicarme con las personas empeoró. Me sumía en una constante depresión, pero supongo que tampoco fui lo suficientemente valiente como para terminar con mi vida.

—Sí habían cosas buenas, visitar a mis abuelos maternos en california siempre era bueno, la calidez del sol, el sonido de las olas y la sensación de la tierra sobre mis pies era lo mejor que había para mí. Era muy parecido a entrar en un cuento de hadas, donde todo era bonito y nadie discutía.

Nos quedamos en silencio por lo que pareció mucho tiempo. Hasta que continué.

—Culpé la enfermedad de mi abuelo para excusarme por no haber seguido estudiando, pero la verdad es que tenía miedo de hacerlo sola. Tengo miedo de estar sola pero al mismo tiempo no quiero depender de alguien que vaya a desaparecer cuando más lo necesite.

De pronto Nic me dio un breve beso en los labios, luego me dejó para tomar mi rostro entre sus manos y mirarme con solemnidad.

—Sé que venir aquí ha sido como vivir en un infierno de hielo para ti, pero prometo ser el verano que extrañas y ese hogar que siempre quisiste, uno en el que te puedas sentir protegida, amada cada mañana y al cerrar los ojos por las noches.




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