Reclamada l Trilogía reclamada, libro 1

25. Grace

No sé de donde saqué valentía para sugerirle a Reagan el siguiente plan, pero había encontrado la fórmula para actuar como una tonta, no pensar antes de hablar. En el rostro de Reagan no había escrito ni un sí o un no, pero si dejaba que ella decidiera por mí como lo hizo mi abuela al principio, finalmente esta sería una respuesta negativa.

—Sé que esto es arriesgado—dije.

—Esto no es un plan Grace, te estas entregando, justo como Ryan quería—refutó Reagan con mirada desconcertada.

 —Es lo único que se me ocurre, tú y Erika podrán salir y entonces…

—¿Y tú? —cortó severamente—. Si te pasa algo Nic me odiará por el resto de su vida. No me caes muy bien, pero lo admiro a él y si dejamos que esto…

—Esta es mi decisión—objeté—. Nic no tiene nada que ver en esto.

—Te equivocas, Nic tiene todo que ver cuando se trata de su Séil. Si te sucede algo no podrás imaginar el dolor que vivirá hasta el día en que muera.

Como si yo no estuviera pensando lo mismo al reverso. No podía imaginarme una vida sin Nic, pero tampoco podía imaginarme una vida en la que otros tuvieran que morir y lastimarse por mi causa.

—Escucha—proseguí—, ahora esta es la única forma. Además… tengo fe en que Nic vendrá a ayudarme.

—¿Y si no llegara a tiempo?

—Entonces—sonreí tristemente—…

Alguien golpeó bruscamente la puerta, el ruido vibrante del metal me hizo temblar.

—Ryan quiere verte—avisó el pelinegro resentido—. Ahora.

Miré una última vez a Reagan con intrínseca seriedad y asentí levemente. Cuando me giré hacia el tipo de la cicatriz tuve escalofríos de terror. Él me odiaba, realmente lo hacía.

—Muévete—gruñó.

Asentí. Cuando me acerqué a él me sujetó bruscamente del antebrazo izquierdo, me mordí la lengua para ahogar un gemido de dolor cuando apretó el contorno de mi brazo con fuerza.

—Idiota, ten cuidado—bramó Reagan.

—Tú y tu hermanita están vivas porque esta estúpida se entregó, no destruyas mi poca paciencia—le advirtió el pelinegro.

Dicho eso me empujó hacia afuera de la habitación sin soltarme. Los pasillos seguían siendo oscuros, habían apagado la calefacción así que hacía frío, no lo había notado por la incómoda discusión con Reagan antes.

Caminar al lado del sujeto que me amenazaba me hacía sentir en constante peligro aunque él no fuera Ryan, ni siquiera el conocimiento de que sería entregada para que ese supuesto hombre resentido abusara de mí me asustaba tanto como estar al lado del que me guiaba.

—Cuando Ryan termine contigo es probable que nos dé un pedazo de ti—comentó el pelinegro.

Fruncí el ceño con preocupación. Algo en mí se negaba a admitir lo que significaban sus palabras.

—¿A qué se refiere? —pregunté finalmente.

De repente me avasalló contra la pared que se extendía de mi lado y con una de sus manos sujetó mi cuello. Tenía las uñas largas, cuando incrustó una en mi nuez me precipité a toser. Su mano libre bajó lentamente por la pared, cuando sentí que se detuvo sobre mi cadera quise empujarlo, pero leyó mis intensiones y tomó un largo mechón de mi cabello y lo jaló fuertemente.

—Necesitas explicaciones prácticas—contestó, con la voz helada de resentimiento—. Que mal que Nic no te haya reclamado aún, porque ya no podrá disfrutar de ti.

Esto no podía quedarse así.

—Y-ya te recuerdo—dije, e intenté sonreír un poco sin parecer realmente aterrada—, fue Nic el que te hizo esa cicatriz, ¿verdad? Es realmente horrible.

Oprimió con más fuerza mi cuello.

—Quizá no espere a llevarte con Ryan.

Sí, definitivamente actuar precipitadamente me salía casi tan mal como cuando no hacía nada. Jaló de mi cabello hasta reclinar lo suficiente mi cabeza, los mechones afectados de mi cabello hicieron presión en mi cuero cabelludo causando dolor. Al dejar mi cuello expuesto pasó su lengua mi piel desnuda. Sentí escalofríos de puro asco, quería retorcerme y gritar, ¡Eww! ¡Eww! Pero en lugar de eso cerré mi boca.

De repente el recuerdo de aquel pequeño cuchillo que había tomado de la cocina de Helen llegó a mi mente. Moví lentamente una de mis manos hacia el escondite de mi pequeña arma, y quise atacarlo pero las pupilas de sus ojos se dilataron enormemente.

—Sabes a virgen—murmuró con el rostro ensombrecido de maldad—. Me encantará ver la cara de Nic cuando sepa que te hice mí…

Un rugido cortó con su amenaza, fuerte y desafiante. Era un enorme lobo castaño oscuro con los dientes fruncidos de desafío. Tapó por completo el espacio del pasillo. Mi captor lo observó con desdén.

—Hunter—vaciló con una sonrisa desconcertada—, ¿qué haces aquí? Ryan te ha dicho que fueras por la estúpida pelirroja y su hermana para terminar con esto.

Reconocí ese nombre, creí haberlo escuchado antes pero estaba segura de que no le había visto su rostro humano nunca. Hunter obviamente no contestó, y sin embargo el sujeto frente a mí abrió sus ojos con molestia.

—¿Te atreves a traicionarnos? Sabes con quien tratas, Ryan te hará picadillo.

Hunter ladró, el sonido me llegó hasta el corazón, sentí pánico y la urgencia de correr, no comprendía lo que estaba sucediendo todavía, pero en medio de la breve desesperación sentí el frío metal de la hoja del cuchillo en mi dedo.

Hunter rugió fuertemente de nuevo, era como si estuvieran teniendo una conversación ajena a mí.

—Vas a morir ahora mism…

Enterré el cuchillo hasta el mango en su estómago. Cuando perdió la razón por un momento, el lobo se tiró sobre él y en frente de mí le arrancó la cabeza. La sangre salpicó bruscamente sobre mi rostro, como si hubiera sido disparada en toda la cara por un arma de paintball*. 

Cuando mis piernas flaquearon no me detuve a pensarlo, me dejé caer sobre el piso y miré hacia el vacío entretanto mi mente rebobinaba en el recuerdo de aquella cruda muerte.

Me quedé ahí por lo que pareció unos cinco minutos hasta que alguien con los pies descalzos se detuvo a mi lado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.