Escribe un relato sobre un villano que intenta planear el fin del mundo, pero su mascota no le deja.
Todo está casi listo. Después de tanto tiempo, ha terminado de crear el ejército con el que destruirá el mundo.
Ha sido un proceso largo. Durante años ha diseñado a las máquinas en el papel: cómo serían, qué tipos de armas tendrían equipadas, su capacidad de destrucción y otras funciones que podría incluirles. Ha realizado miles de pruebas para solventar todos los posibles problemas que pueden surgir con el software que les ha implantado para que cumplan con sus órdenes.
Aunque lo más difícil ha sido conseguir la financiación. Es un proyecto ambicioso, por lo que necesitaba mucha ayuda económica. Por suerte, la FAVE (Fundación para el Apoyo a Villanos Emprendedores) se ha ocupado de todo, dejándole a él la parte más divertida del proceso, la construcción.
Y ahora, ve su sueño haciéndose realidad.
Admira su obra mientras un suave aleteo se dirige hacia él. Pico Desgarrador posa sus garras en su hombro, como hace siempre. El villano gira la cabeza para observar a su mascota, su única compañía en todos esos años de duro trabajo.
El loro, de deslumbrantes plumas azules y amarillas, tuerce la cabeza con curiosidad y mira la obra de su amo, sin tener ni idea de lo que son. Para él tan solo son amasijos de metal. No es algo que pueda usar para balancearse y divertirse, así que pronto pierde el interés.
−¡Galletas!
−Ahora no, Pico Desgarrador. Estoy a punto de hacer algo muy importante.
El loro mira a su humano, que está embobado observando esas cosas feas delante de ellos. Tiene hambre, así que vuelve a insistir:
−¡GALLETAS!
El villano se sobresalta por el grito y agita la mano para espantar al animal. Pico Desgarrador sale volando y se posa en una de las vigas del techo, desde donde mira a su dueño. Empieza a mover la cabeza en círculos, como si estuviese bailando, y vuelve a gritar:
−¡GALLETAS!
El hombre le mira enfadado, pero finalmente accede a llevarle un par de sus preciadas galletas. Se dirige a la cocina mientras se palpa la oreja, aún sensible del grito. El loro continúa con su baile, feliz de recibir la atención de su humano.
Al volver, le deja las galletas en el suelo. Pico Desgarrador vuela rápidamente y las devora. Después, mira a su dueño, que sigue embobado con sus robots y lo ignora.
Aun en el suelo, se dirige poco a poco a una de esas cosas con graciosos y saltarines andares y la mira desde abajo.
Escucha los pasos de su humano y se gira para ver lo que hace. Tiene un aparato en las manos, parece un radiocontrol con muchos botones y justo en el centro tiene un enorme botón rojo. Su dueño ha dejado el dedo índice justo encima de él, pero sin presionarlo.
−¡Oh, oh!
La exclamación de Pico Desgarrador vuelve a distraerle. Mira al loro solo para descubrir que el muy bichajo acaba de cagarse en su laboratorio. En seguida se va a por una fregona mientras maldice. Su laboratorio es como su santuario, algo inviolable y sagrado y ahora lo tiene lleno de mierda de pájaro.
−¡Te he dicho un millón de veces que no hagas eso aquí! −le grita al loro, agitando la fregona con furia.
Cuando el estropicio está arreglado vuelve a agarrar el control de la máquina. Lo acuna como si de un bebé se tratase durante un momento. Entonces, levanta el dedo índice para poder apretar de una vez el gran botón rojo que despertará al ejército que llevaría al mundo a su destrucción.
La radio se enciende de manera inesperada y una canción de los Village People empieza a sonar. Encima de la radio, Pico Desgarrador sube el volumen con una de sus patas mientras mueve la cabeza al ritmo de la música
El villano, enfadado por la nueva interrupción, le espanta con la mano, haciendo que se pose de nuevo en la viga del techo. Desde allí ve la mirada fulminante que le dirige su dueño.
−¡Te voy a convertir en caldo de pollo! −le amenaza.
Pico Desgarrador baja, pero no hasta el suelo, sino que se queda encima de la cabeza de uno de los robots. Visto de cerca, es incluso más feo. Gira la cabeza, con curiosidad, examinándolo cuando ve un tornillo sobresaliendo de la parte más alta. El animal comprende en ese momento por qué es tan feo, ¡está mal rematado!
Dispuesto a ayudar a su dueño, gira el tornillo hasta que este cae al suelo. Las luces del laboratorio lo hacen brillar, lo que llama su atención, nunca ha tenido un juguete que brille de esa manera. Cautivado, no se da cuenta de que su dueño está justo detrás de él.
Lo captura y lo mete dentro de su jaula, haciendo que se desprendan algunas de sus plumas por el susto.
−¡No te muevas de ahí! −exclama su amo.
Ahora sí, con todas las distracciones controladas, el villano se dispone a pulsar el botón que acabará con el mundo. Con una sonrisa enloquecida, se dispone a apretarlo, pero antes de que pueda hacerlo, un enorme estruendo le sobresalta.
−¿Ahora qué? −pregunta.
Los ojos se le abren con horror al ver que uno de sus robots se está desmontando, cayendo sobre los demás y generando un efecto dominó que termina con todos en el suelo, algunos aplastados bajo el peso de los metales, y otros, despiezados.