—Atención, escuadrón. Que todo el mundo se prepare. Llegamos a nuestro destino en dos minutos.
La voz de Zane Tran, piloto de "El Explorador", resuena con fuerza a través del transmisor.
—¿Hemos llegado ya al sistema Troria YS? —pregunta Bret Horton, el novato de la tripulación—. He leído maravillas de este rincón de la galaxia. Sabíais que el planeta Usoria está plagado de...
—Cierra el pico, chico —replica Lanny Marks, ajustándose el rifle de plasma a la espalda—. Esto no es una excursión, es una misión de verdad. ¡Tómatelo en serio!
—Sí, señor —responde Bret, poniéndose recto.
—Estos mocosos de hoy en día no tienen ni puta idea de lo que pasa fuera de su planeta —murmura Etta Payne, equipándose explosivos en el cinturón.
—No seáis duros con él —dice la capitana Jenica Lank—. Es su primera misión. No le contagiéis vuestro pesimismo tan pronto.
Bret sonríe a la capitana por defenderle y agarra la munición de reserva para su pistola.
—Entramos en el sistema Troria YS. Capitana, ven al puente de mandos, tienes que darles el código —informa el piloto.
—Ya voy, Tran.
Toda la tripulación se dirige al puente de mando. Una vez allí, Bret se acerca con emoción al módulo de observación para poder ver con sus propios ojos aquel paisaje del que tanto ha leído.
Su rostro cambia por completo al ver las consecuencias de la guerra que durante diez años ha asolado el sistema. Las naves varadas y medio destruidas, los escombros y demás restos han formado un aterrador cinturón de obstáculos alrededor del objeto de su misión: el planeta Yirus.
—¿Se parece a lo que describían tus libros, chico? —le pregunta Marks con burla.
—No, no se parece en nada —responde Bret con pena.
Una nave de gran tamaño se cruza en su camino antes de que puedan avanzar más.
—Aquí nave de control CN-153. Apaguen los motores y procedan a su identificación —la voz sale de uno de los transmisores.
La capitana Lank se inclina sobre el cuadro de mandos.
—Soy la capitana Jenica Lank, a bordo de "El Explorador". El código de identificación es EX-958. Misión 45/6528-1, dictada por el coronel Droma Kline.
—Lo estamos comprobando. Un momento —unos segundos de silencio invaden el puente—. Muy bien, EX-958, todo en orden. Podéis avanzar.
—Gracias —dice la capitana.
—Tened cuidado con los escombros cuando os dirijáis al planeta. No seríais la primera nave que perdemos este mes.
—Entendido.
La bajada es complicada y se produce en un ambiente lleno de tensión. Por suerte, Zane Tran consigue aterrizar sobre la superficie del planeta sin sufrir ningún daño.
—Activad el filtro purificador del casco antes de salir de la nave. Los informes indican que la calidad del aire empeoró tras la utilización de las bombas de polvo Fasnian —informa la capitana Lank.
—¿Polvo Fasnian? Creía que la Federación Galáctica de Seguridad Medioambiental había prohibido su uso tras calificarlo con el nivel de toxicidad máximo hace veinte años —dice Bret con una expresión de desconcierto en el rostro.
—En la guerra todo vale, chico—responde Marks, poniéndose el casco.
—¿No habría que informar del uso ilegal del polvo? —le pregunta Bret a la capitana Lank.
—¿No habría que informar... bla... bla... bla...? —se burla Payne—. Voy a darte un consejo, mocoso: esto es la vida real, si quieres sobrevivir, tienes que aprender a dejar de lado los protocolos.
Ante la mirada severa que le dedica la mujer, Bret asiente con la cabeza agachada. La capitana Lank le lanza una mirada severa a su subordinada.
—La Federación está al tanto de ese suceso, Horton. Fueron ellos los que aprobaron su utilización como medida excepcional —le explica—. Tran, espera en la nave y tenlo todo preparado para nuestro regreso.
Tran asiente y se despide del grupo, que ignora el ceño fruncido y la cara de confusión de Bret. ¿Por qué la Federación iba a autorizar el uso de unos explosivos que proclamó ilegales? Sobre todo teniendo en cuenta que era algo que todos los Gobiernos de la galaxia habían solicitado desde hacía años debido a las terribles consecuencias de su uso.
Con la cabeza llena de preguntas, se coloca el casco y sigue al escuadrón fuera de la nave, donde el paisaje le deja mudo de la impresión.
El planeta Yirus, antaño conocido por sus bosques verdes y frondosos, se ha convertido en un páramo desolado, donde el color reinante es el gris de la ceniza que se acumula bajo los árboles calcinados y muertos.
—¿Estamos seguros de que es aquí? —pregunta Marks, mirando a su alrededor.
—La señal indica que sí —responde la capitana Lank—. Los lugareños se refugiaron en las montañas. Deberíamos empezar por allí.
—¿Qué es lo que estamos buscando? —pregunta Bret, mirando a su alrededor con el estómago revuelto.