Labios rojos como la sangre de aquellos que han perecido ante ella.
Hojas arrastradas por el viento, enredándose en sus largos cabellos.
Manos pequeñas y ásperas, curtidas por la empuñadura que porta con precisión.
Mirada indiferente de alguien que ya no tiene nada que perder.
Susurro melancólico ante un estilo de vida que ha acabado con ella, aun siguiendo viva.